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En Jarafuel existía una fuerte industria artesana de transformación de las varas del almez. Se confeccionaban horcas, cayados y bastones de calidad, astiles, mangos para herramientas o radios para ruedas de carro. Por entonces en cada casa había un horquero. Ese era el nombre de un oficio. Unas horcas que se empleaban para separar el grano de la paja; para varear los olivos; y sarmentar los campos de vides tras la poda. Una labor que se hace justo ahora, cuando acaba el invierno y la primavera está doblando la esquina.
Existe un lugar en la geografía valenciana capaz de convocar todos los puntos cardinales. Donde el viajero puede girar como una peonza y atiborrarse de horizontes que tienen por bóveda el firmamento. Un lugar que bien podría ser el patio de recreo de los dioses olímpicos.
Tierra de trabajo y grandes pasiones
Un queso medalla de oro; una mandíbula de hipopótamo de 5.5 millones de años; una fábrica de cera hecha por abejas; y una gastronomía entre dos orillas. Hitos de una carretera única: la Nacional-330
Un viaje a contracorriente. Al lugar donde nacen los ríos. Un océano de montañas ibéricas habitadas desde antiguo por pueblos trashumantes. Emigrantes de ida y vuelta.
De Alicante a Francia, pasando por Mustiguillo y Casa Baltasar
En un viaje por carretera, al pasar por la meseta valenciana, el Altiplano de Utiel-Requena, no puede faltar la visita al Mustiguillo, que da nombre a la bodega DOP El Terrerazo, entre las cien mejores bodegas del mundo, con Antonio Carrión Martínez y sus compañeros María Rodríguez y Toni Argilés.
Ni una parada en Casa Baltasar, cuando pasas por Aliaguilla (Cuenca), para disfrutar de la cocina de Resurrección García.
Una postal medieval en activo; un parque natural abierto a todos los públicos; y un pueblo que reúne tres culturas: íbera, islámica y cristiana. Todo en los márgenes de la carretera comarcal Cv-333.
Iglesias de Reconquista, huertas que son vergeles, pueblos antiguos y una gastronomía heroica. El “Rincón” que lucha por dejar de ser una isla perdida.
Porciones de sosiego. Templos secretos. Bosques peinados. Y un vino que sabe a un paisaje que fue habitado por un pueblo que bautizó una península. Atravesamos la N-322.
El país donde viven las estrellas
Un cielo Reserva de la Humanidad. Bosques interminables y montañas, muchas montañas. Y entre medias un paisaje compuesto de palabras ancestrales, memoria de un mundo agrícola y ganadero varias veces centenario.