29 noviembre, 2022
Jaime Nicolau
Juan Ramón Iglesias representa la tercera generación de Bodegas Enguera, una firma familiar que ha conseguido hacerse un hueco en el mundo del vino valenciano con mucho esfuerzo, un notable trabajo haciendo de la ecología una forma de vida y vinos de mucha calidad que son fiel reflejo de sus terruños de Enguera y Fontanars dels Alforins. Ese es precisamente el entorno en el que, su abuelo Pedro Pérez Pardo, decidió regresar al campo y trabajar la tierra. Corría el año 1968 cuando Pedro adquiere la propiedad de los viñedos. Ingeniero de formación, Juan Ramón, terminó la carrera en Francia antes de trabajar durante seis años en el sector de la distribución. Su abuelo fallece en 2011 y es entonces cuando, tras revisar las responsabilidades de cada uno de sus nietos, ve la oportunidad de entrar a dirigir la bodega «que hasta el momento había sido nuestra casa de verano y el lugar al que iba a vendimiar con amigos de la universidad», señala Juan Ramón.
Bodegas Enguera comenzaba entonces un camino en el que el equipo humano ha desempeñado un papel fundamental. Con Diego Fernández Pons como director técnico, los vinos de la firma pronto conquistaron al público valenciano y, a nivel internacional, especialmente al centro europeo, con referencias que son ya clásicas como Blanc d’Enguera, Megala o Verdil de Gel. La ecología siempre ha estado en su ADN y esa parte del proyecto, la sostenibilidad, va cobrando peso por absoluta convicción hasta ser hoy uno de los pilares en los que se cimenta la esencia de la bodega. Es inevitable hablar en este punto de su proyecto de conservación de los murciélagos como aliados en la lucha contra la plaga de la polilla del racimo. Han logrado repoblar los viñedos de este mamífero en zonas donde prácticamente habían desaparecido construyendo casetas para ellos, apoyándose en un proyecto científico excepcional, a la vez que han sido capaces de convertirlo en una experiencia de enoturismo para los amantes del vino. Además, de ese proyecto han nacido los vinos Aliats, que cuentan en su etiqueta con una ilustración del mítico dibujante del cómic Batman DC, Neil Adams, en su etiqueta.
Juan Ramón es una de esas personas que no se anda por las ramas. Reflexiona cada palabra y siempre mira algo más allá. «El vino valenciano vive un buen momento. Siento que no deja de evolucionar y adaptarse al mercado del vino tanto a nivel regional como internacional. Los vinos cada vez son mejores y las personas que hay detrás de las bodegas cada vez más preparadas y profesionales», explica.
Pero además ve el futuro con optimismo. «Creo que a nivel regional su futuro es bueno. Hay mucho por crecer y consolidar, ya que hay mucha venta que todavía hacen otras Denominaciones de Origen tradicionales con más nombre que dan una calidad más reducida que la aportada por las bodegas valencianas. En exportación nuestro futuro es duro pero estimulante a la vez. Países como Chile, Australia, Nueva Zelanda o Argentina aportan cada vez más calidad global con unas bodegas de grandes dimensiones que trabajan muy bien pero hay espacio para los proyectos familiares y de vinos más cuidados», afirma Juan Ramón.
El amor por el suelo y la agricultura del creador Pedro Pérez Pardo sigue vivo en sus descendientes. Sus tres nietos (Juan Ramón, Pedro y Silver), han dado continuidad a su legado a través de una seria apuesta por una nueva manera de entender la viticultura. «Decidimos ir un paso más allá respecto a la certificación en ecológico y crear nuestros propios proyectos, que fueran cultura y algo que transgrediera y fuera más allá que hacer grandes vinos ecológicos», concluye Juan Ramón Iglesias.
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