5 agosto, 2021
Jaime Nicolau / Foto y Vídeo: Fernando Murad, Vicente Escrivá
A pocos metros del Parque Natural de Las Hoces del Cabriel, en uno de los últimos rincones del extenso término municipal de Requena, emerge imponente La Casa de la Viña. Es el hogar de Bodega Montesanco, una de las firmas «más jóvenes» en el mundo del vino valenciano. Representa el sueño de María Sancho, una mujer que apostó hace casi dos décadas por un proyecto que camina solo, Bodegas Aranleón, y de su marido Paco Cotino, que poco a poco ha ido sucumbiendo a los encantos del mundo del vino desde su entrada precisamente en Aranleón hace más de una década. Ambos se enamoraron de una finca excepcional, que fue propiedad de los antepasados de García Berlanga. Y decimos bien, de una finca, porque encontraron dos joyas, a cada cual más brillante. Por un lado una casa solariega que en otro tiempo, como tantas de la zona, debiera haber sido bodega. Por otro un viñedo excepcional con parcelas de bobal prefiloxéricas de más de 140 años. Y dibujaron en su cabeza el sueño de recuperar ambas joyas, al tiempo que abrirían las puertas del proyecto de par en par, para que fuera disfrutado por todo el que quisiera acercarse a conocerla y poner en valor la tradición vitivinícola de toda una comarca.
Y eso es hoy Montesanco. La Casa de la Viña luce imponente gracias a una rehabilitación excepcional que ha respetado su carácter original con gusto, al tiempo que ha sacado a relucir rincones que se encontraron al comenzar las obras pues, como María y Paco sospechaban, escondía una antigua bodega con casi una treintena de truyos subterráneos que hoy lucen majestuosos y son visitables gracias a un arduo trabajo para destaparlos poco a poco, capazo a capazo. Porque como hemos dicho y contaremos después, el enoturismo es un pilar muy importante para Montesanco.
A la vez tuvieron claro que el patrimonio diferencial del proyecto estaba en la viña. Habían caminado la finca muchas veces y había que sacar brillo a esas cepas de bobal de más de 140 años, que habían sido capaces de superar la filoxera. Se pusieron manos a la obra mimando cada parcela como si de un jardín se tratase. Apostaron por la agricultura ecológica y la biodinámica. Cultivan las viñas aplicando extractos vegetales elaborados a partir de cola de caballo, ortiga y manzanilla. Utilizan estas plantas medicinales, mediante infusiones, decocciones y maceraciones, para regular la presencia de hongos y estimular las defensas de las cepas. Y éstas no pueden ser más felices en un enclave privilegiado, a pocos metros del Parque Natural de las Hoces del Cabriel. Pero los retos no paran. Encontraron unas bellas terrazas que esperaban tranquilas que alguien tuviera la sensibilidad necesaria para volver a sacarles brillo, como las civilizaciones que nos precedieron. Y ese es el siguiente paso, que vuelvan a lucir espectaculares.
Del proyecto nacen dos vinos bautizados como Món. Es un canto al mundo Montesanco. El primero que vio la luz es el tinto monovarietal de bobal que nace en esas parcelas prefiloxéricas mimadas con esmero. Es un tinto de altísima expresión que ya ha sido capaz de cautivar a público y crítica y del que cada añada se elaboran alrededor de 5000 botellas. Después llegó su hermano Món blanco con la misma filosofía, pues nace de una parcela excepcional de macabeo. Y precisamente con esta variedad y teniendo en cuenta que estamos en el término municipal de Requena, en breve llegará el primer cava de la firma. Trabajado con la misma filosofía de un producto de máxima calidad ya reposa a la espera de ser degollado en unos meses y estar en la próxima Navidad en las mesas de los consumidores.
Pero no podemos terminar sin hablar del último pilar sobre el que se sustenta el proyecto: el enoturismo. Desde que dibujaran el proyecto en sus cabezas María y Paco tenían claro que querían abrir las puertas de Montesanco a los visitantes. Es por eso que las visitas y las catas como tradicionalmente las conocemos forman parte de la oferta permanente de la bodega. A ellas suman iniciativas exclusivas que acerquen el món Montesanco a la sociedad y devuelvan a la comarca un poquito de lo que ésta les ha dado. Durante el verano, por ejemplo, están programados varios atardeceres con jazz, que han tenido una enorme acogida.
Así es Montesanco, un proyecto «de cine» que un día soñaron María Sancho y Paco Cotino, y que unos años después se ha convertido en tremenda realidad. Un món, el de Montesanco, que esconde tesoros excepcionales capaces de atrapar para siempre y unos vinos nacidos de viñedos extraordinarios que están trabajados con tanto cariño, que el resultado sería merecedor de un «Óscar».
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Un comentario en
Eusebio el 6 agosto, 2021 a las 1:53 pm:
Buen artículo, visitaremos la bodega en ese precioso entorno.