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Gandia, hija de la luz

23 junio, 2018

Una galería de arte Patrimonio de la Humanidad. Un claustro mudéjar a la orilla del Mediterráneo. Un Palacio Ducal que lleva hasta Roma. Y todo bajo la atenta mirada de una montaña arcádica. Orillada a sus faldas por la CV-675.

Texto: Rubén López Fotografía: Fernando Murad Vídeo: Vincent Loop-Fernando Murad
Hay lugares que crean su propia belleza. Lugares donde uno puede dedicarse a contar las olas o los espejos móviles en que se deshace la luz del mar. O darse media vuelta y ver una montaña que abarca un mundo entero. Un mundo admirado por todas las almas atentas que pasaron por él. Reproduciéndolo sobre unos trozos de piedra; o unos versos; sobre la sencillez de los arcos de un claustro; o las exuberantes salas de un palacio; o sobre la elaboración de una comida singular. Porque estas manifestaciones son hijas de la misma luz. Una luz que nos ayudará a reconocer su belleza. Llevándola siempre consigo en los ojos para que otros puedan contemplarla.

Cova del Parpalló
El viajero lo reconoce. Le gusta la vida. No puede evitarlo porque es vocacional. De ahí que no haya perdido la facultad de conmoverse. Tal vez el sentimiento intrínsecamente más humano. Y que pudo ser el que llevó a un homo sapiens sapiens a grabar hace 25.000 años sobre trozos de piedra caliza dibujos de animales, escenas y otros elementos. Como la que representa por ejemplo el momento en que un cervatillo se alimenta de una madre. Solo una de las 5.034 plaquetas encontradas en la Cova del Parpalló. El conjunto de Arte Mueble más importante de Europa. Además, en 2001, se encontró un caballo grabado en una pared del abrigo. Se puede ver en el Centro de Interpretación gracias a una réplica porque en la cueva tiene difícil acceso. El resto de lo hallado se encuentra en el museo de Prehistoria de Valencia. Y algunos originales en el MAGa de Gandia.

Situada en el Paraje Natural Municipal Parpalló-Borrell, bajo la égida del Mondúver, este conjunto de plaquetas conforma una enciclopedia del Arte Paleolítico Superior Mediterráneo. Ya que los grupos humanos que la ocuparon lo hicieron de forma continuada durante 15.000 años. ¿Por qué? Entramos en el terreno de la especulación. Es obvio que la localización pesó lo suyo. Más de 700 son representaciones de los animales que cazaban. Sin embargo, hay 4.000 que son signos. ¿Ante qué estamos entonces? ¿Ante símbolos ceremoniales? ¿Esbozos de palabras? De lo que están seguros los que saben de esto es que dado su número fue un lugar de encuentro. Y por tanto, de intercambio de información. Posiblemente una de las primeras escuelas de arte de la humanidad. Un santuario donde de paso se intercambiaban genes también. Porque eran igualitos a nosotros. Y donde hay arte, hay amor.

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Paraíso Conclusus
Otra clase de amor fue el que albergó el Monasterio de Sant Jeroni de Cotalba. Bajo el mecenazgo en 1388 del I Duque Real de Gandía Alfons el Vell, nieto del rey Jaume II, encarga al padre del poeta Ausiàs March, Pere March, que convierta una antigua alcazaba árabe en el primer cenobio jerónimo de la Corona de Aragón. Aquí el visitante contemplará la belleza plasmada sobre las bóvedas de crucería del claustro mudéjar. El único testimonio de este estilo en la Comunidad Valenciana junto con el campanario de Jérica. Unas bóvedas que apoyan sobre unos arcos apuntados hechos a capas superpuestas de mortero de cal y arcilla. Y que afloran de unos muros que todavía están encalados. Reflejando la luz que dejó el tiempo pretérito.

Un tiempo que se respira todavía en la antigua cocina. O en la torre albarrana. Que advertía con su campaneo de los ataques de los piratas berberiscos. Unos muros de piedra que mantienen impoluto un silencio compuesto de los pasos que nos precedieron y que, a partir de ahora, contendrán también los nuestros. Un eco que se extiende sedosamente por la iglesia, la sala capitular, la almazara, los jardines, el Claustro Superior. En verano, en cambio, el patio de los naranjos muda en una sala de conciertos a cielo abierto. Desde el 13 de julio al 18 de agosto el monasterio acoge Música Antigua, Jazz, Ópera, Zarzuela, Soul y Funk. Una excusa perfecta para visitar un paraíso enclaustrado. Está a solo 8 km. de Gandia. La venta de entradas se realiza online o en las oficinas de CAIXA POPULAR, patrocinadora de su 11ª edición.

Menú del día
Tras esta secuencia temporal. La que ha transcurrido entre 25 milenios antes de nuestra era y el s. XIV toca menú del día. Porque estos viajes en el tiempo despiertan mucho el apetito. Esto es, la vocación de vivir. Y uno de los locales de Gandia que más vida rezuma es Vins i més de Rubén Moreno. Que, por otra parte, está casi haciendo esquina con el Palau Ducal dels Borja. De visita obligada. Aun así, antes de entrar en el palacio, el viajero se sentó en la flamante barra de la que está más que orgulloso su dueño. Porque es toda una declaración de intenciones. Y disfrutó del menú del día. Y tómelo literal, porque Rubén acude todos los días a la Lonja para ofrecer una cocina de mercado sencilla y punto final.

Además, Rubén es un enófilo declarado. Que prueba una carta de vinos poblada de fotos con bodegueros. Todos los vinos los conoce porque pisó el terruño donde arraigan sus viñas. Como las del Trepadell. Un vino blanco del que solo se elabora 316 botellas por añada. Y que sale de la nariz de Alberto Redrado, sumiller del restaurante La Escaleta, y de Violeta Gutiérrez de la Vega. Un compañero perfecto para los dos entrantes y un plato a elegir del menú del 7 de junio del 2018: a saber, berenjena a la llama, ensalada de capellán, y una pescadilla con una crema de suquet y unas verduritas. La cuenta: 15 €.

Palau Ducal dels Borja
Un apunte histórico antes de subir la escalera de honor del patio de armas y admirar las dependencias palaciegas. Empezando por el Salón de Coronas y continuando por la Capilla Neogótica, la Santa Capilla, el Salón de las Águilas y la Galería Dorada. Este palacio fue levantado por el mismo personaje histórico que el Monestir de Sant Jeroni: Alfons el Vell. Y que pasó a manos de la familia Borja, en concreto a las de cardenal Rodrigo de Borja, futuro Papa Alejandro VI, porque el rey Fernando El Católico necesitaba líquido para financiar la conquista del Reino de Granada, en 1485.

No hay que ser un lince para intuir el poder que concentró una familia que dio dos papas y un santo varón. Y ese poderío es el que se observa en cada una de las salas que el visitante atraviesa. Los artesonados, los suelos y zócalos cerámicos, la rica decoración de algunas de sus dependencias, sobre todo la de la Galería Dorada, una suerte de sucesión de salones versallescos que tiene su colofón en el Salón del Cielo y la Tierra, donde se conserva uno de los conjuntos cerámicos barrocos valencianos más impactantes. Un espacio escenográfico que fue construido para conmemorar la canonización de San Francisco de Borja en 1671. Un hombre a quien se le atribuye la frase: <<Jamás volveré a servir a señor que se pueda morir>>. Su máscara mortuoria y el catre donde expiró se conservan en la Habitación y la Sala Verde del palacio.

No abandonen la capital de la Safor sin tomarle el pulso a sus calles. Un casco histórico pulcra y acertadamente peatonalizado. Y rindan de paso homenaje al resto de los miembros de la familia Borja en la plaza de las Escuelas Pías. Completando el Top-5 de la saga: Calixto III, y los hermanos César y Lucrecia Borja, quienes han servido de materia prima para un sinfín de best-sellers de escaso o nulo rigor histórico. En cuanto al estético, para gustos los mismos colores de los bancos de madera de la Plaza Mayor. Y que están pegados a la entrada de la Colegiata. Escenario de una de las leyendas más populares de Gandia: la de La Delicà. ¿Para averiguarla? Atiendan a su alcaldesa, Diana Morant, “Gandia es una ciudad que no deja de sorprender y a la que siempre se vuelve porque hay demasiados motivos”. Los expuestos más arriba y unas playas preciosas.

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Gastrocasa
Donde dormir y cenar también. Porque el establecimiento elegido fue un hotel gastronómico en el Grau de Gandia. Un establecimiento que cuida tanto el qué llevarse a la boca como el reposo. Una idea original de Agustín Gómez y que tiene en su chef, Juanvi Mas, su incondicional aliado. Movidos ambos por una misma idea: el recuerdo del lugar que han vivido desde niños y que se resisten a abandonar ahora adultos. Uno, reconvirtiendo la casa de verano de sus padres en un hotel de 5 habitaciones maravilloso; y el otro, recuperando los sabores de la cocina de este rincón del Mediterráneo. Qué hay si no, en su canelón de aguacate relleno de pámpano, cítricos y salazón; o en su caballa en anarquía; o en su merluza al pincho; sino la memoria de un mar inmortal.

De eso se trata pues. De retener el tiempo que se nos escapa, y que solo unos pocos espíritus se atreven a captar. Porque la buena vida, la vocacional, está hecha de una luz que reconoce la belleza allí donde ésta se encuentra. Como la que desprende una copa de vino blanco del Pago de los Balagueses, de Rodolfo Valiente. Una luz compuesta de horas azules. Las mismas que el viajero se regaló mientras contaba las olas en la playa virgen de L’Auir. Entre Gandia y Xeraco. Y que tiene a su espalda una montaña que abarca un mundo entero. Y que lo ofrece gratuitamente. Solo les pedirá una cosa a cambio: que se den media vuelta y dejen su pasado deshaciéndose en miles de espejos móviles, partiendo hacia el porvenir. ¿Puede haber una singladura más hermosa?

ENLACES DE INTERÉS
Tourist Info Gandia www.visitgandia.com
Cova del Parpalló www.medinatural.gandia.org
Monasterio Sant Jeroni de Cotalba www.cotalba.es
Palacio Ducal www.palauducal.com
GASTROCASA www.lagastrocasa.com

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