3 enero, 2017
José Antonio López
Vicente Castillo se ha dedicado, desde su nacimiento, a alegrar la vida de propios y extraños. Y es que son varias generaciones de Castillo los que ponían los mejores manjares en la mesa de los domingos de la mayoría de las casa de Valencia y provincia…y más.
De casta le viene a Vicente, que toma la decisión de cerrar su antigua sede, dejar para el recuerdo las cajas de Navidad y las grandes ceremonias para abrir un nuevo local más cercano para todos pero manteniendo el espíritu de selección que le ha diferenciado durante toda su vida.
Nace El Guiño y aquí se trasladan todos los conocimientos de Vicente, todas sus ilusiones y, por supuesto, todos sus seguidores. Está siempre al pie del cañón.
Me cuenta que sigue viajando por toda España y mantiene los contactos con los proveedores/amigos que hicieron de su casa un templo de lo selecto y de lo único.
Recordamos tiempos no muy lejanos mirando el fabuloso escaparate donde va apilando, pieza a pieza y con un mimo digno de un bebé, ora los quesos, ora los chorizos, ora las anchoas, al tiempo que mira y remira el jamón que va a ser “sacrificado” para gusto de la parroquia, que espera impaciente el primer corte.
Vicente sonríe siempre. Su Guiño se ha hecho más grande y ofrece, además de sus delicatessen, una cocina muy digna y popular.
Sigue las enseñanzas de sus padres que me honraron con su amistad.
Sencillamente.
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