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Hay para todos

6 June, 2018

J.A.López

Llevo tiempo queriendo poner sobre la mesa un debate sobre un problema que requiere una inmediata solución. Miren por donde, hablando con varios empresarios de la hostelería han surgido otros temas que, tal y como me solicitan mis contertulios, paso a exponer.

COBRAR RESERVAS

En primer lugar, digo y afirmo que no hay derecho a la moda de reservar mesas y luego no aparecer. Hay más, algunos “reservistas” dan teléfonos falsos o simplemente “se olvidan” de llamar para anular la reserva del restaurante. Desde las pasadas Navidades este espectáculo se está repitiendo constantemente. Hay mucho silencio en algunos empresarios hasta que les toca la china y entonces alzan la voz.

No podemos hacer nada ante la manifiesta falta de educación y la baja categoría humana de aquellos que reservan mesa y encargan comida que luego olvidan totalmente con el perjuicio económico que eso supone. Digo, no podemos hacer nada, pero sí habrá que pensar en cobrar una cantidad a la hora de la reserva que, por lo menos, cubra parte de la inversión.

Si el comensal acude a la cita basta con descontar la cantidad y aquí no pasa nada. No hay que rasgarse las vestiduras. Si usted llama a un fontanero ya le avisa de lo que cuesta el desplazamiento y posiblemente hasta le adelante un presupuesto que cobra con todo derecho. Lo mismo pasa con muchos servicios de los que contratamos. Insisto, ¿ y por qué no en la hostelería?

MENTIR EN EL CURRÍCULUM

Este es otro “deporte” de los que muchos compañeros se quejan. Hay quien se aprovecha de la falta de profesionales con una formación acorde al puesto que se ofrece para presentar un currículum que nada tiene que ver con la realidad. Sería bueno que existiese una unión sincera entre los empresarios de hostelería para “avisarse” de que anda suelto un especimen que presume de maître o de chef y no vale ni para tacos de escopeta.

Los hay y muchos. Valdría la pena que se formaran antes, que pueden hacerlo, y no diesen la vara con ofertas de trabajo perfecto que no pueden asumir.

Me comentaban varios empresarios que estos sujetos vienen con un cante de que han trabajado aquí y acullá. Se les pide una prueba ante el asombro de la capacidad de trabajo y aprendizaje que el sujeto en cuestión plantea y, amigos, el edificio se cae junto con la vajilla y la cubertería que el gran profesional va desparramando por la sala y encima de los clientes.

Seriedad, menos mentir y más preparación. Este “oficio” es muy duro de ahí la pasión, entrega y sacrificio de la que hacen gala los que la disfrutan. Sobran fantasmas.

BIEN POR SANIDAD

En días pasados tuve la suerte de encontrarme con un buen amigo, inspector de Sanidad, que se disponía a realizar su trabajo en un bar donde me encontraba tomando café.

Eficiente, cumplidor y comprensivo. Vino a sentarse a mi mesa y reímos un rato cuando le abordé con varios comentarios. No entiendo -comencé a decir- como venís a estas horas que es cuando más jaleo de almuerzos tienen, además de que el cliente lleva prisa y el dueño tiene que estar con cinco ojos para hacer bien su trabajo además de evitar los ‘simpas’. Tú, amigo, a pedirle que te enseñen las cocinas, las cámaras, la temperatura de la ensaladilla y si puedes pasar detrás de la barra. Además, eso sí, del certificado de manipuladores, del último de desinsectación y…

Me reía a mandíbula batiente y me decía que pedía y comprobaba muchas cosas más pero que no hay tiempo para hacer tanto trabajo y no queda más remedio que a alguien “le toque en la hora tonta”. De todos modos, él, prudente como nadie, se sienta un ratito a ver si escampa el personal y puede realizar su trabajo sin molestar.

Estando en la conversación se formó un alboroto en el bar al entrar una excursión de “eternamente jóvenes” que se disponían a utilizar los servicios, cosa que hicieron sin cortarse un pelo. Demasiada gente en muy poco tiempo. Me dio por comentarle a mi amigo: “ahora cuando salga la marabunta del servicio, entras y le pones en el acta que falta papel higiénico”.

“Cosas veredes, Sancho”. Me respondió mi amigo, que aún sigue siéndolo.

 

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