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Cómo se cocina un doblete

Valenciacf

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David Blay Tapia

Más de 10 años han pasado ya de la que posiblemente puede ser considerada la mejor temporada de la historia del Valencia. Una Liga y una UEFA se conquistaron de manera casi consecutiva y certificaron el auge de una generación cuyos integrantes ya pueblan (o siguen poblando) muchos banquillos del fútbol profesional.

Curiosamente, fue aquella una de las plantillas que menos piña hacía de manera conjunta en torno a una mesa, puesto que los distintos gustos culinarios, las preferencias de asistencia a algunos locales por razones de parentesco profesional y los muy marcados grupos dentro del vestuario dejaron pocas imágenes como las que tratan de fomentarse hoy día con los 30 en un mismo lugar.

A ello se le unió la diversidad de localizaciones vitales de los integrantes de aquella escuadra. Los había muy urbanitas y cercanos a puntos neurálgicos como las plazas del Ayuntamiento o de Cánovas, mientras otros optaban por los chalets de L’Eliana como punto de descanso y vida familiar diaria.

Pero sí existían tres (destacados) must para los Baraja, Mista, Albelda, Cañizares, Ayala y compañía. Lugares donde era fácil cruzarse con ellos cenando 48 ó 72 horas antes de un partido. Y que contribuyeron a que, si bien se unían a nivel emocional por separado, la suma de aquellas piezas diera como resultado el que todos conocemos.

Por encima de todos sobresalía el Kailuze de Álvaro Oyarbide, que ya había albergado en su reservado desde Zubizarreta a Ranieri y que congregaba de manera habitual a Mista o Baraja. Hoy propiedad de Unai Emery, el local fue hasta la muerte de su alma mater un referente de todos los polos del valencianismo y vivió tanto acalorados debates como conversaciones fundamentales para la historia futura del club de Mestalla.

Había otra parte del ‘núcleo duro’ del vestuario, que englobaba a los representados por Alberto Toldrá, cuyo lugar de reunión habitual era Diablito. Que si bien no alcanzaba el nivel gastronómico del restaurante situado en Gregorio Mayans, sí permitía también un cobijo discreto para poder disfrutar sin ser interrumpidos de manera constante.

Y, en medio de todo ello, un clásico ya en este blog: la Trattoria Da Carlo de Manuel Candela, lugar predilecto en la ciudad de Michael Jordan y al parecer también de las sucesivas hornadas de futbolistas que han ido pasando por Valencia en las dos últimas décadas.

Vayan dos apuntes como colofón a la cocina del doblete: el primero, que tras el triunfo en Göteborg ni siquiera hubo ágape oficial al llegar a la capital del Turia. La necesidad de vacaciones por una parte, la preparación de la Eurocopa por otra y las ganas (palabras textuales de algunos de aquellos protagonistas) de perder de vista a Benítez disgregaron a aquel exitoso grupo en diáspora inmediata.

Y el segundo, contra los mitos alimentarios del deporte de élite: los mejores partidos (o así lo recuerdan algunos) se jugaron tras concentraciones en El Saler donde el plato principal era la paella de verduras. Hoy día la dieta base es pasta, pollo o pescado o fruta. Pues bien, muchos coinciden en señalar que no sólo les sentaba de maravilla sino que les daba una inyección moral a la hora de saltar al terreno de juego.

Tomen nota los nutricionistas estrictos

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