21 noviembre, 2023
Berta López
La suave brisa de la Sierra de Espadán acaricia las colinas de Viver coloreando el paisaje con el verde de los olivares y la majestuosidad de las viñas, almendros y nogales. Enclavada en el corazón de esta pintoresca comarca se alza la Cooperativa de Viver, un proyecto que despierta cada día con la pasión de quienes aman la tierra y su fruto. Con una historia que se remonta a décadas atrás, Viver ha tejido sus raíces en suelo fértil de este rincón mediterráneo. Sus más de 500 socios son la fuerza impulsora de un proyecto que se ha convertido en el ejemplo de cómo el trabajo colectivo puede crear multitud de éxitos.
La Cooperativa de Viver celebra la riqueza de su tierra y la comparte a través de su diversidad de productos, una apuesta variada que mantiene viva la tradición y con la que están creando un legado duradero y sostenible. Su destacada labor en el mundo del aceite, con mención especial para su afamado ‘Lágrima’, ha conquistado a los paladares más exigentes. Cada gota de su oro líquido es el resultado de una cuidadosa selección de las mejores aceitunas y un proceso de extracción meticuloso. Los suelos fecundos de la región han permitido la producción de una amplia gama de frutos secos de alta calidad, como almendras y nueces, pero también de frutas y hortalizas. Un cultivo guiado con el canto apasionado a la «Agricultura Digna» que orienta su compromiso con la excelencia.
Un esfuerzo por el trabajo bien hecho que ha transformado el agroturismo en una atracción irresistible para los visitantes que acuden en aumento a esta localidad. No es sencillo convertir un municipio del interior en destino turístico, pero el incansable empeño del equipo dirigido por Fernando Marco lo ha logrado con creces. Una impecable y entusiasta estrategia, que Cati Corell defiende con una sonrisa y con la que conquista a cada uno de los peregrinos. Un impacto que se extiende más allá de sus límites físicos, forma parte del relato de la región y deja huella profunda en el alma de su gente.
La cooperativa ha asumido también el reto de revivir la espléndida tradición vinícola que Viver ha tenido a lo largo de su historia. Una narrativa fascinante que relata el vínculo milenario que comparten con la vid para producir vinos que realzan la singularidad de cada uva. Hace cuatro años, Viver puso en marcha el proyecto de recuperación de variedades autóctonas, convirtiéndose en custodio de la pampolat y la mondragón. De esta forma, la cooperativa aboga también por la puesta en valor de sus elementos diferenciadores, con el fin de llevar al mercado vinos únicos que devuelvan a Viver y al Alto Palancia a la primera línea del sector vitivinícola valenciano. Un testamento de distinción y de carácter inimitable para restablecer la biodiversidad y aumentar el patrimonio genético y cultural de la zona.
Paco Ribelles se ha convertido en el faro que guía cada jornada de trabajo en el campo, involucrándose por completo en este último proyecto. Una misión en la que cuentan con el asesoramiento de Pepe Mendoza y Maloles Blázquez, a través de su consultoría enológica Uva Destino. Juntos, sienten la necesidad de recuperar estas variedades únicas en el mundo para posicionarlas en el mercado y darles la oportunidad de expresar todo su potencial. Un objetivo que toman como responsabilidad para crear puestos de trabajo, fijar población y recuperar este espacio geográfico.
La Cooperativa de Viver es el reflejo de un fuerte compromiso con la tierra, el cariño por el cultivo y la determinación de mantener vivas las raíces de la agricultura en la región. El esfuerzo colectivo, la pasión compartida y la voluntad de preservar las tradiciones han cimentado el éxito de este proyecto. Sus productos son la prueba de que la cooperación puede dar como resultado una cosecha rica y variada.
Un camino de conquistas, fruto del trabajo y tesón de un equipo que lleva años empeñado en poner en valor la figura de cada uno de sus socios, el medio rural y la vida en los pueblos. Ellos se han encargado de dinamizar la economía de una comarca atrayendo visitantes que quieren conocer de primera mano dónde y cómo nacen los excelentes productos que llevan deleitando a sus consumidores desde hace un tiempo. El Alto Palancia se revela como un santuario de tradiciones bien cuidadas y un futuro prometedor. Una cooperativa arraigada al territorio, que mima lo local y exporta también lo autóctono.
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