15 diciembre, 2022
Jaime Nicolau
Que la Cooperativa de Viver ha puesto en el mapa a la agricultura del Alto Palancia es algo que ya nadie discute. Ahora son los productos de esta firma los que hablan por sí solos. Son años de mucho esfuerzo. Años de mucho trabajo. Años en los que el equipo gestor de Viver se ha ganado a pulso la confianza absoluta de todos y cada uno de sus socios. No es el mundo cooperativo sencillo, pero a la vez sí es el más romántico de cuantos existen. Es la unión de fuerzas por el bien común. Pero detrás de ese brillo que han alcanzado productos como el AOVE Lágrima hay muchos pasos por el campo y por la viña. Muchas conversaciones. Muchas discusiones, en el buen sentido de la palabra, para hacer ver que para lograr esa máxima calidad, hay que trabajar en el campo de una manera determinada. Y esa es la gran clave del trabajo del equipo rector de la Cooperativa de Viver.
Si tuviéramos que personalizar ese trabajo nos vendrían a la cabeza Fernando o Cati. Pero ellos también se rodean de un equipo excepcional y hoy vamos a hablar de Paco Ribelles. Ingeniero agrónomo, llegó a Viver hace una década, después de una larga trayectoria en una firma hortofrutícola. Su papel pudiera aparecer, a priori, en el reparto como actor secundario. Pero nada más lejos de la realidad, es un papel protagonista fundamental en la esencia del proyecto. Paco llega con la ‘misión’ de ser ese nexo de unión de la cooperativa con el campo. Llega para ser ‘la sombra’ de cada agricultor, asesorando en todo momento hacia dónde debe ir el cultivo, ya sea olivo, nogal, viña o frutal, para obtener después el nivel de calidad que los productos de Viver quieren mostrar en el mercado. Ardua tarea en la que día a día se ha ido ganando la confianza de los socios. «Es un cambio de mentalidad enfocado a conseguir productos de alta calidad. Por ejemplo, en el caso del olivo, la premisa era coger la aceituna en verde para obtener ese mágico color en el producto final. Los agricultores estaban acostumbrados a recolectar aceituna madura», relata con un ejemplo que bien ilustra el proceso. Pero no solo eso. Empezó a incorporar trabajos para reducir los tratamientos sistémicos. Empezó a hablarles de ‘cuidar’ los suelos, de cubiertas vegetales… a convertirse en el faro que guiaba cada jornada de trabajo en el campo.
Es en 2015 cuando se abre un nuevo reto para la cooperativa y también para Paco Ribelles. Un puñado de socios contaba con viñas. Estaban a punto de tirar la toalla, pues no encontraban la manera de sacar rédito a ese trabajo. Es entonces cuando la cooperativa decide absorber esa producción. Primero trabajando con una bodega en la vecina Segorbe. Después llevando todo el equipo de esa pequeña firma a la propia cooperativa para trabajar unas 15 hectáreas de viñedo. Como en cada paso que dan, comienza un arduo estudio de la importancia vitivinícola de Viver en tiempos prefiloxéricos en los que el mundo del vino era un motor socieconómico para el Alto Palancia. Comienzan a investigar variedades locales casi extinguidas. Salen nombres como pampolat, morenillo o mondragón… y allí que van de cabeza. Encuentran, apoyados en universidades y en la conselleria, clones de aquellas castas y las injertan en algunos de los viñedos de esas 15 hectáreas. A Paco le brillan los ojos cuando lo cuenta. Hace dos años dan un paso más y contactan con Pepe Mendoza y Maloles Blázquez, su mano derecha, y los convencen para que formen parte del proyecto. El resultado ya podrá ‘tocarse’ esta vendimia recientemente terminada.
Y así, pateando las parcelas. Siendo la sombra del agricultor. Mostrándose exigente una vez la cosecha entra en las instalaciones de la Cooperativa, es como Paco Ribelles se ha convertido en la voz que guía a los agricultores del Alto Palancia.
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