José Antonio Lopez
Estamos de acuerdo en que no hay nada más frustante que el final de las vacaciones. Yo no sé si a ustedes les pasa como a mí. Tardamos una semana en desconectar, otra para disfrutar y el resto del tiempo para pensar en que tenemos que volver a la “cruda realidad”.
Manda webs.
Pero esto no es lo peor. Después de realizar la apocalíptica tarea de cargar el coche (Dios, cuántas cosas nos llevamos y qué pocas nos trajimos) poner de acuerdo a los niños y conseguir que nuestra santa no despotrique de lo que despotricamos nosotros ante tamaña cantidad de maletas y bolsas que se rompen las asas cuando las coges… nos ponemos en marcha.
La radio nos informa de que es día de “operación salida” que se esperan seis millones de desplazamientos y que hay que llevar mucho cuidado.
Arrancas el coche “acojonao”, con perdón, porque no sabes qué te vas a encontrar. A la primera de cambio hay que parar para que el peque haga pis y mira que le avisaste. Carreteras con tráfico, no mucho más de lo normal. Algunos con prisas, otros más relajados. El denominador común siempre el mismo, caras de mala leche y cabreo generalizado.
Vamos poco a poco rumbo a la rutina y…
Parece que todos los medios de comunicación se ponen de acuerdo. Siguen con el miedo a la operación retorno. Si no dijeran nada iríamos todos más tranquilos. Y comienzan a aparecer montones de profesionales cuya misión es aconsejarnos para pasar la “supuesta crisis postvacacional”.
Que si se tarda unos días en ponerse a punto. Que notarán un cansancio especial que se cura con el tiempo. Dolores de cabeza. Distracciones… coñe, uno piensa que está a punto de morirse por el mero hecho de que se acabe el periodo estival.
Y uno sigue recordando el momento chiringuito o el día en que encogió la barriga cervecera treinta veces al paso de otras treinta beldades que sonreían ante la gran hazaña de intentar esconder lo que es imposible de evitar. La sonrisa que acompaña al recuerdo de cuando nos picó la medusa y lo pasamos francamente mal o los inevitables avisos de la santa que, como no está acostumbrada a convivir tantas horas con el afortunado marido, se da cuenta de las carencias que aporta, máxime cuando se cruza con los musculitos portadores de “galletas estomacales y prominentes pectorales”. No seguiré con otras descripciones que comienzan, palmo arriba o palmo abajo, desde el ombligo.
Pues eso.
Les invito a pasar de todo. Hemos tenido vacaciones. Unos lo han pasado bien y otros, en familia.
Lo importante es que las hemos pasado y que queda menos para las del año que viene.
Déjense de tonterías y pongámonos a descubrir un mundo del que disfrutamos durante once meses. Lo demás, viene por añadidura.
Por favor, sean felices y no se apliquen historias raras.
Lo que hay es lo que hay, y nos espera un otoño como para hacer la ola.
Y no quiero hablar de política porque uno de los momentazos personales de estas vacaciones fue cuando recordé una frase del libro Sicario de Vázquez Figueroa, que decía: «Mi país es demasiado importante como para dejarlo en manos de políticos».
Vamos a por todas.
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