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El paso del tiempo cobra valor en Antiga Bodega Biosca

15 octubre, 2021

Texto: Berta M.ª López / Foto y vídeo: Fernando Murad y Paula Jiménez

Cuatro generaciones, un cierre y una nueva apertura configuran las etapas de Antiga Bodega Biosca: un proyecto que se ha convertido en patrimonio histórico. Subimos la persiana metálica con nuestra anfitriona y nos adentramos en un escenario que desprende intriga por los cuatro costados. Una visita y muchas declaraciones reveladoras. Al frente Elisa Vidal, con más de 20 años de experiencia. Es martes, como cada mañana el barrio comienza a despertar. Hemos quedado con ella a primera hora para asegurarnos de que nadie interrumpirá nuestra visita. Aunque sí que lo hace, y no es una figura cualquiera. Escuchamos de fondo una voz femenina: es su madre, que como cada mañana pasa a comprobar que todo está «en orden». Natural, sin provocarlo ni evitarlo, es un día más en la bodega.

Mucho antes de regentar esta bodega, ella «ya había entrado en el mundo del vino y de las ginebras». Tanto es así, que con 19 años era barman profesional. Llegó hasta Biosca para darle una segunda vida por su estrecha relación de amistad con una antigua familiar del negocio. La bodega cerró en 2019 y un año después, recién llegada de Berlín y con la idea de abrir una escuela de coctelería, acabó liderando un espacio con «alcoholes muy especiales y vinos de autor para un cliente más selectivo que busca vinos que le digan algo». Ella, nervio puro y emoción en cada gesto, detentan su carácter ambicioso y justifican el ajetreo de su vida.

La primera cuestión que abordamos son las referencias que tiene expuestas. Teniendo en cuenta que nació «con un chupete de mistela», aconsejarte por sus gustos es triunfo seguro. Sus raíces bielorrusas pueden tener algo que ver y es que «curaba las anginas con vodka». Curiosa y trotamundos, Vidal ha recorrido destinos tan dispares como Sudáfrica o Estados Unidos. Todos ellos le han permitido abrir su mente y forjar una larga trayectoria de experiencias que se reúnen hoy en un local de Ruzafa. Y precisamente todo este bagaje y la formación que ha ido adquiriendo conforman esa madurez que quiere enseñar a sus alumnos con los cursos de coctelería, en los talleres y las catas. Esos que se imparten en su «parte favorita de la bodega», la parte más secreta del local.

En sus baldas tienen cabida vinos «de diseño» y vinos de «expresión», pero predominan los segundos. Esos que «cuando los pruebas sientes algo más que belleza, notas un poco de alma, te ponen los pelos de punta y son difícilmente olvidados». El motivo: para nuestra protagonista «todo lo que está relacionado con el alcohol debe tener un anclaje emocional». Vidal sigue buscando nuevas referencias con uvas autóctonas porque «admira el trabajo que hay detrás y quiere darle el reconocimiento que necesitan». Destaca, por ejemplo, la botella alicantina Senia elaborada con la  variedad garnacha tintorera.

Si algo ha quedado claro, es que en esta historia todo tiene un porqué. «Siempre he tenido un amor por lo que es la transformación y por eso mi idea ha nacido con los destilados. Me parecía mágico que un producto que apestaba y estaba fermentado fuera destilado y de él se pudiera extraer algo tan fino como un whisky o un ron». En una crónica donde los acontecimientos están tan marcados por el tiempo, no podíamos dejar pasar alto su importancia en el mundo del vino. Y es que otra de las lecciones que nos deja Vidal tiene que ver precisamente con esto. «Valorar el tiempo es fundamental para alguien que se dedica a esto. Porque en los tres años que está el whisky esperando en una estantería, en tu vida pasan muchas cosas».

Nos prepara un White Lady, «el cóctel que toma la señorita de Inglaterra». Recordemos su edad: 100 años. «Es que yo así también me conservo», ríe Vidal. Bromas aparte, su versión de esta bebida lleva ginebra, zumo de limón, licor triple seco y su remate personal lo refleja en la albahaca: un toque muy mediterráneo que «echaba en falta» y que era completamente desconocido para el público estadounidense.

Aunque no era tarea fácil, supo continuar con el legado de una bodega que todavía mantiene su clientela más fiel. Su objetivo es captar a un cliente «selectivo» que sepa valorar el amor que se dedica a las bebidas alcohólicas. «Beber para disfrutar y no para emborracharse» es una de las finalidades de sus formaciones. En definitiva, trasladar su cariño por los destilados y escuchar a los jóvenes para crear «fichajes antibotellón».

Nos deja una última declaración que explica con contundencia el motivo de todo: «me encanta mi trabajo porque me permite comunicarme con las personas». Y es que cuando hay pasión, el éxito está más que asegurado. Y esa es precisamente la «clave» para no pasar desapercibido, pero es que a ella se le nota «demasiado».

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