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El idílico paraje de Los Pinos que te conecta con la naturaleza y la viña

8 octubre, 2021

Mar Lafuente / Foto y vídeo: Fernando Murad y Vicente Escrivá

En medio de un paraíso repleto de viñedos y bodegas, en lo que muchos conocen como ‘la Toscana valenciana’ en el municipio de Fontanars dels Alforins, se esconde un rincón mágico que ha conquistado a José Antonio Ferri. Buscando un lugar para descansar, estar en contacto con la naturaleza y poder disfrutar de su pasión por los caballos descubrió Los Pinos. La bodega enclavada en el Valle de los Alhorines, entre la Serra Grossa y la de Agullent, es ahora su proyecto personal, familiar y “circunstancial” con el que el vino se ha cruzado en su camino y ha llegado a su vida para quedarse convertido en una gran afición.

Muchos dirán casualidad y muchos otros hablarán de destino, pero lo único cierto es que hace 15 años José Antonio Ferri llegó a Los Pinos para seguir escribiendo su historia de casi 160 años. Siempre ha sido una bodega familiar. Originariamente la fundó en 1863 la familia Puig, quienes con su pasión por el mundo del vino y del aceite le dieron un gran impulso años después. En un momento de su trayectoria pasa a ser de una familia suiza que le da un vuelco al proyecto apostando por la ecología, convirtiéndola en una de las primeras bodegas de España y primera en la Comunidad Valenciana en elaborar vinos ecológicos. Y ahora están José Antonio Ferri y su familia cuidando con mucho mimo todo lo que han logrado construir hasta día de hoy y conservando la autenticidad de lo que ha existido en esta bodega en el tiempo, desde una elaboración hasta una etiqueta.

Y no es de extrañar que el ahora gerente de la bodega se haya quedado prendado de este lugar tan especial. Su entorno natural, sus pinos, su yeguada y su espectacular finca envuelta en un paisaje salpicado de cultivos de secano y grandes hectáreas de viñedo conquistan a cualquiera que lo visita, también a nosotros. José Antonio Ferri fue el encargado de abrirnos las puertas de la espectacular casa de finales de 1800 y enseñarnos los tesoros que guarda entre sus paredes.

Cruzando un bonito patio en el que se respiraba paz llegamos a la primera parada, la sala de barricas. Aquí ya encontramos algunos de sus tesoros. Por un lado los dos carruajes de caballos centenarios que impresionan y, por otro, las casi 200 barricas donde elaboran sus vinos de crianza. Dos tesoros que ya anunciaban la perfecta simbiosis entre vinos y caballos que tanto le apasiona a José Antonio.

La siguiente estancia que visitamos fue la antigua bodega que actualmente mantienen como un cementerio, “donde vamos guardando las botellas de vino de las añadas que consideramos especiales o ciertos vinos para conocer cómo evolucionan en el tiempo y saber de primera mano cuál es su mejor momento”, nos explicaba el gerente de la bodega. Sobre todo guardan dos gamas muy marcadas, los vinos de las añadas más especiales y el 0% sulfitos que guardan desde la primera añada en 2009 con la intención de poder hacer una cata vertical con un vino sin sulfuroso y valorar cómo evoluciona. También es aquí donde han recuperado de alguna forma lo que antes había, con la reproducción de la antigua bodega que se construyó a finales de 1800, pero que desgraciadamente se destruyó en una reforma hace 50 años. Una zona que les ayuda a explicar cómo se elaboraban los vinos históricamente en esta finca a los enoturistas.

El paseo continuó hasta el lugar donde elaboran sus vinos donde esconden otro de sus tesoros y una de las entidades propias de la bodega, los depósitos de hormigón. Es aquí donde nacen sus vinos. Son ecológicos, mediterráneos, afrutados, con cuerpo, expresivos, de acidez moderada y, sobre todo, de calidad. Vinos en los que predominan los varietales autóctonos como la Monastrell, la Garnacha, el Tempranillo, el Verdil o la Moscatel que nacen de sus 62 hectáreas de viñedos que cuidan con mucho cariño. Vinos de total elaboración propia que nacen y se embotellan en la misma bodega.

Caminando entre pinos hacia lo que fue la última parada, José Antonio Ferri nos mostraba su firme creencia en que el presente y el futuro es lo ecológico, algo que se ve muy bien reflejado en la filosofía de la bodega que no podía ser otra que el respeto y el cuidado al máximo del medio ambiente. Y llegamos a la última parada, una preciosa pérgola antigua en la que el gerente nos hizo un recorrido por la historia de la bodega y hablamos sobre cómo el mundo del vino se ha fusionado con su pasión por los caballos creándose una simbiosis perfecta. Esto se ve en las etiquetas de algunos vinos que son de imágenes de caballos, pero caballos que han pasado por este entorno para seguir con su filosofía de conservar la tradición de esta bodega en el tiempo. Y para terminar, propuso un brindis con un vino muy especial y totalmente diferente a lo habitual, un vino poderoso y con un color muy característico de la Monastrell. 

Un lugar en el que José Antonio Ferri y su familia disfrutan de su gran pasión por los caballos y por la naturaleza. Pero también un lugar que abren a los enoturistas para poder compartir con ellos su pequeño paraíso en el pueden desconectar, estar en contacto con el medio ambiente, disfrutar en compañía y también aprender sobre el mundo del vino.

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