5 agosto, 2015
Vicent Bosch / Jaime Nicolau
Viajamos a Ribera del Duero, concretamente a su triángulo de oro. Los antiguos pobladores de la región ya lo sabían. Esta tierra inimitable produce algo inimitable. El arte de hacer vino en la Ribera del Duero. La historia de la Ribera del Duero ha ido paralela a la unión de la viña y el vino, al fruto de unas cepas que marcan su paisaje, la personalidad de sus gentes y su cultura. Es necesario remontarse nada menos que 2.000 años para encontrar la primera referencia vinícola de la zona: un mosaico romano de 66 metros cuadrados, considerada la pieza con alegorías báquicas más grande de la península, que fue descubierto en Baños de Valdearados durante la vendimia de 1972.
Nuestro destino es Valbuena de Duero, en la provincia de Valladolid. Allí se erige imperial la figura de Emina, bodega que integra el Grupo Matarromera, una de las referencias obligadas del sector del vino castellanoleonés y español. Es la punta de lanza del grupo en materia de vanguardia y enoturismo. Emina es calma, su hotel es desconexión y su museo, cultura del vino en vena. Es una de las experiencias enoturísticas más notables de cuantas se pueden encontrar en la zona y una de las más completas de nuestro país. Dentro de nuestra serie #viajeros5b haremos dos paradas; en la primera, analizaremos todo el proyecto enoturístico. En la segunda, nos centraremos en la bodega y sus vinos. Aunque no va a ser tarea fácil, pues una faceta necesita de la otra para entenderse. Intentaremos hacer atractivas ambas etapas.
Con algo más de 500 habitantes la localidad vallisoletana de Valbuena de Duero se encuentra enclavada dentro del llamado “triángulo de oro del vino” al contar, dentro de su término municipal, con algunas de las más renombradas bodegas del mundo. El paisaje que las viñas y las bodegas crean hacen que los alrededores de Valbuena tengan una belleza incomparable.
Recorremos Emina de la mano de Remi Sanz, director de Comunicación del Grupo Matarromera que ya en la primera frase deja claro el proyecto: «Cada día es más la gente que se interesa por el enoturismo y Emina es un puñetazo encima de la mesa porque en nuestra bodega, nuestro hotel y nuestro museo, el visitante va a ver todo lo que se presupone en una bodega, pero además llevándose un pedacito de historia y cultura del vino».
Emina es una bodega independiente que forma parte del Grupo Matarromera, uno de los más prestigiosos e históricos de España. Se crea en 1988 y la primera añada ve la luz en 1994. Emina nace en 2005. Se erige moderna y sirve para completar la imagen de Grupo Matarromera que representa historia y clasicismo dotando a Ribera del Duero de modernidad. Tal es así que «es la primera bodega sostenible de España. Generamos más energía que consumimos», señala Sanz. Desde su nacimiento, Emina se concibe como una manera de acercar la cultura del vino a la gente. Cuando se construye, se hace también el Museo del Vino y el hotel.
El museo
«El museo nace con la intención de ser capaces de ofrecer algo diferente. Somos unas 100 bodegas en la zona y es el punto de distinción más cultural para que al enoturista le apetezca estar aquí. Llevamos a cabo una labor proactiva de visitas, mayoritariamente los fines de semana. El Museo Emina es un recorrido por los 25 siglos del vino en Ribera del Duero antes de los romanos, pasando por los Monjes del Císter… hasta nuestros días. Contamos el proceso del vino de una manera amena, pero con el pedacito de historia que lo hace atractivo», explica el director de comunicación del grupo.
El Museo Emina tiene además un fuerte vínculo con el medio ambiente y respeta el entorno en el que se encuentra. Cuenta con un sistema que permite el aprovechamiento íntegro de la uva. De la uva extraemos el vino. Del hollejo el aguardiente, tras esta fase obtendremos el compost, que vuelve a la tierra en forma de abono, cerrando de esta manera el ciclo de vida de la uva.
El hotel rural
El restaurante de la bodega y el hotel completan la oferta. «No es de gran lujo, pero sí cultura del vino con grandes dosis de tranquilidad, paz… Cumple la función de lo que creemos que busca el que viene a esta zona. Son 15 habitaciones en dos edificios. Hemos jugado la baza de la austeridad y la tranquilidad», argumenta Sanz.
Y las cifras vienen a demostrar que la línea es la adecuada. 18.000 personas disfrutaron la oferta enoturística de Matarromera en 2014, siendo el verano y los meses de vendimia, septiembre y octubre, los puntos calientes del calendario.
El proyecto enoturístico de Matarromera es completo. No en vano Rutas del Vino de España le otorgó en 2014 un más que merecido galardón. Todas las bodegas que componen el grupo son visitables. Y en todas se hace enoturismo. «Desde la simple visita a la bodega y cata, a rutas turísticas por bodegas, viajes en globo, en helicóptero desde Madrid, hotel y restaurante. Tenemos todos los servicios. Hacemos cursos de cata. Tenemos una empresa de cosméticos Esdor, un cosmético funcional de alta gama elaborado con una base de polifenoles de la uva. Hacemos también cosmeticatas. Testamos cosméticos y un vino por ejemplo, un verdejo y una crema hecha con esta variedad. No nos ceñimos a visita+cata», argumenta Remi Sanz.
Y es que cuando hablamos de Emina no sólo nos referimos a una bodega arraigada en la idiosincrasia del Duero, desde los remotos tiempos de los vacceos hasta los monjes cistercienses del Monasterio de Santa María de Valbuena. Además de historia, Emina es arte, Emina es cultura y una de las referencias más significativas del Anillo de Oro de la Ribera del Duero española. Tradición y modernidad se complementan para dar ese toque de excelencia que diferencia a Grupo Matarromera. En pocos kilómetros a la redonda, el museo vitivinícola Emina se constituye como un punto de partida idóneo para conocer en profundidad el arte que de estas tierras emana. Pero también cultura, porque el mundo del vino va más allá de la propia elaboración de estos caldos. En el yacimiento arqueológico de Pintia, cercano al museo Emina, han aparecido vestigios que confirman el origen del vino. Atio es la primera referencia que se tiene del mundo del vino en esta zona. Ya en el siglo XII (1143) los monjes cistercienses que habitaban el Monasterio de Santa María de Valbuena trajeron la variedad de uva tempranillo. Pintia ha descubierto en los últimos años multitud de restos relacionados con el cultivo del vino. Se pueden disfrutar en él de todos estos encantos, desde el Anillo de Valbuena, desde donde podremos conocer y vivir todo lo que esta zona nos ofrece.
Así ha sido la primera parada de #viajeros5b en Emina. Hemos hablado poco de la bodega y sus vinos. Habrá segunda parte.
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