4 junio, 2021
Salvador Manjón
Según un estudio publicado por la Organización Interprofesional del Vino de España (OIVE), entidad que agrupa a todo el sector español, en 2018 el consumo de vino en nuestro país se dividía en tres partes iguales entre lo que bebíamos en nuestros hogares (356’5 millones de litros), lo que consumíamos en Hostelería, Restauración y Catering (Horeca) (316’7 Ml) y el resto de canales (335’2 Ml). Donde, además de la venta directa, vinotecas, compras por internet, clubes de vinos y Canarias, se encontraba estimada la cantidad de vino que consumían los cerca de ochenta y seis millones de turistas que nos visitan, en 57’5 millones de litros. Un volumen, el del nuestro consumo interno (1.008’5 Ml), ciertamente reducido, si lo comparamos con los más de dos mil millones de nuestras exportaciones o los cerca de cuatro mil trescientos millones de litros de vino en los que podríamos establecer una cosecha media en España.
Sea como fuere, y dejando para una próxima ocasión un análisis más pormenorizado sobre las posibles causas que nos han llevado hasta estas cifras, tan bajas, en un país que sigue ocupando el primer lugar del mundo por superficie vitícola. Así como las diferentes acciones que se están tomando desde la producción por recuperar el consumo interno, devolviéndolo a niveles similares a los que presentan los otros grandes países tradicionales como Francia e Italia. Lo únicamente cierto es que el canal Horeca y los turistas resultan una parte muy importante de nuestro mercado. Tan importante que su cierre, total o intermitente, en este periodo de ya más de un año, ha tenido importantes consecuencias para un sector ya de por sí fuertemente castigado por su escasa rentabilidad.
Afortunadamente, poco a poco vamos recuperando la posibilidad de salir a la calle, consumir en nuestros bares y restaurantes y recibir turistas. Recobrar una “normalidad” pues (sin ser muy capaz de concretar en qué consiste), sí es posible asegurar que su alteración por el virus ha afectado gravemente al consumo y que en el sector vitivinícola ha generado un importante reto de excedentes, con graves problemas de rentabilidad y financiación, llevando a muchas bodegas a dirigir la mirada hacia un canal, el de la alimentación, que hasta entonces desdeñaban o consideraban poco indicado para la imagen de sus vinos. Situación, sin duda, muy positiva para los consumidores, pues nos permite tener a nuestra disposición vinos que hasta ahora nos estaban vetados adquirir en un lineal de supermercado al mismo tiempo que realizábamos nuestra compra semanal. Pero que ha tenido como contraprestación el desplazamiento de otros que encontraban en este canal su medio habitual de vida.
El teletrabajo o el mismo desarrollo del comercio online y la digitalización de empresas y hogares son algunas de las consecuencias permanentes que esta crisis socio sanitaria nos dejará cuando pase, pero habrá otras que, sin ser tan evidentes como las anteriores, también se han producido y cuya persistencia cuando esto pase, no está claro que vaya a producirse. Una buena parte de estos vinos desaparecerán ante las condiciones impuestas por las grandes superficies, pero otros habrán encontrado una forma de acceder a un target de consumidor cuyos hábitos de consumo en el hogar se han modificado, aumentando la frecuencia y la calidad del vino consumido en el hogar. Haciendo suya la creencia de que los grandes vinos también pueden ser disfrutados en la mesa de tu comedor o saboreando de un momento de relax mientras se prepara la cena.
Ahora mismo, resulta completamente imposible predecir cuándo y cómo podremos hablar de una recuperación de los volúmenes prepandémicos en el consumo de vino y, aunque los últimos datos publicados, correspondientes al mes de marzo, indican una mejoría sobre las cifras de meses anteriores, permitiendo albergar la esperanza de una vuelta mucho más rápida de lo esperado; los importantes excedentes que esta situación han generado en las bodegas, la llegada de una nueva vendimia 2021 (que, a priori, apunta muy bien) y los efectos que pueda acabar teniendo sobre el empleo y la economía doméstica de nuestros hogares toda esta situación (todavía sin que nadie sea capaz de concretarlas) preocupan mucho al sector y le llevan a reclamar a las administraciones ayudas con las que poder llevar a término medidas excepcionales como pudiera ser la retirada de vino del mercado mediante la destilación o la reducción de la próxima vendimia, eliminando los racimos antes de que maduren.
Para el sector es vital aumentar esta frecuencia de consumo. Aspirar a alcanzar un nivel de consumo aceptable para nuestro volumen de producción, mediante la incorporación de nuevos consumidores resulta utópico en el corto plazo, ya que ello requiere de una cierta iniciación. Hacerlo a través de desmitificar los momentos de consumo devolviéndole la naturalidad con la que debiera hacerse es, por tanto, fundamental.
Conscientes las bodegas de esta evolución y las grandes oportunidades que se presentan, están comenzando a poner, de manera individual o colectiva, a través de consejos reguladores o administraciones locales o regionales, grandes iniciativas dirigidas a atraer la atención de los consumidores, con el fin de granjearse su confianza y ganarse su fidelización. Momento para el que hay que estar preparado y aprovechar la oportunidad que supone acercarse a este maravilloso mundo del vino.
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