José Antonio López
Llevo más de quince minutos esperando que una operadora de carne y hueso se dirija a mí de una forma normal. Se me ha estropeado un electrodoméstico y estoy llamando a un teléfono de la “Central” para que me solucionen el problema ya que el aparato en cuestión ha durado tres años y un día, es decir, que no me cubre la supuesta garantía porque ha durado veinticuatro horas más.
Llamo a un 902 ¡un pastón! Que uno piensa que si tan buenos servicios dan, lo normal es que pongan un teléfono gratuito. Pues no, tal y como va la cosa me resultaría más barato comprar otro electrodoméstico que llamar al dichoso 902.
Me dice una señorita que no para de hablar que me da la bienvenida. Gracias. Y me pone una música que no he pedido y me suelta todo un catálogo de posibilidades que me ofrece su gran empresa.
No chille, por mucho que lo haga, la señorita a lo suyo y Dios con todos excepto el contador de la llamada que va facturando.
Estoy a la espera de que… “Reclamaciones…”. “Reclamaciones…”. ¿Cómo que no entiende lo que digo? Le hablo en español, puñetas. “Reclamacio…”.
Cómo que vuelva a llamar. Ahora resulta que todas las operadoras están ocupadas. Si llevo más de media hora escuchando las bondades de sus aparatos y todas esas zarandajas, incluida una música horrible…
Sí, sigo a la escucha. No, que no me retiro. Ya que estoy… hasta donde llegue. Ya pediré un préstamo para pagar la llamada y, además, me quedaré sin frigo porque no me queda dinero para comprarme otro.
Sí, un frigorífico… de maravilla, sí… muy contento… sí, pero ese no es el caso.
No, señorita, la ropa me gusta esponjosa… no de la lavadora… yo llamo por el frigorífico. Vale pues me pasa con su compañera… sí que usted entiende de lavadoras…
¿Pero señorita cómo lo voy a poner a 250 grados. Se encuentra usted bien?
Simplemente porque se me echarían los alimentos a perder. No señorita, no subo más la temperatura de la cocción, que mi problema es que el frigorífico… horno no, frigo… frigorífico, coñe, de esos que se utilizan para conservar alimentos.
¿Se están riendo de mí? ¿Que me pasa con otra compañera?
Por el amor de Dios, estoy a punto de meterme cartujo, con perdón.
“Estimado cliente: agradecemos su amabilidad por confiar en nuestra marca y servicio. Sentimos comunicarle que todas nuestras operadoras están ocupadas porque ya han comenzado nuestros turnos de vacaciones. Reiteramos nuestro agradecimiento y esperamos nos llame en otro momento donde podamos atenderle como se merece”.
Es verídico.
Y no soy el único a quien le ha pasado. ¿Verdad?
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