11 noviembre, 2020
Colin Harkness / Twitter: @colinonwine / Instagram: colinharkness53
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Y no me refiero al de esa conocida marca de telefonía, sino al vino: vino brisado, vino naranja u orange wine. Llamadlo como gustéis, pero ha venido para quedarse y, dados sus 6000 años de historia, no creo que sea una afirmación tan aventurada o provocativa. No hablo de que ahora todo el mundo comience, repentinamente, a beber vino brisado, como si se fuera a convertir en el último grito para los consumidores de vino.
Realmente hablo de cara al futuro porque las tendencias de fuera tardan un poco en llegar a nuestro país. Poco a poco, los vinos brisados (o naranjas) comienzan a ganar relevancia, pero es un proceso que va a llevar mucho tiempo. Creo que hará falta una generación para que este concepto antiguo-moderno se establezca. No obstante, estoy tan impresionado con este estilo de vino que me gustaría aportar granito de arena en su difusión y espero que así ayude a todos los innovadores de este sector a disfrutar de los frutos de su trabajo antes de pasárselos a la siguiente generación
Y, hablando de frutas, que quede clara una cosa, aunque sean de color naranja, no están hechos a partir de naranjas. Se podría decir que los vinos brisados son vinos blancos que realmente quieren ser tintos. Vinos hechos a partir de variedades de uva blanca, pero elaborados como los tintos. La elaboración es la clave.
Los viticultores como Joan Pastor, de bodegas Joan de la Casa, es a la vez un artesano y un pionero. Pese a todas las advertencias que recibió cuando comenzó su proyecto en 2012, Joan trabajó duro y de manera acertada y demostró que todos se equivocaban. Aunque parte de los consejos que recibió eran correctos y se los dieron por su bien, diferían en que no se adecuaban a su enfoque. Tenían razón en que los vinos blancos moscatel, frescos, definidos y aromáticos se bebían mejor jóvenes, pero, claro, los que se elaboraban a partir de uvas de suelos bastante verdes y con mucho cultivo. El resultado, vinos refrescantes, fáciles de beber, ligeros, aunque a menudo poco relevantes.
La idea de Joan era escoger un sitio específico para los viñedos. Sus propias parras, como aquellas que alquiló a otros cuya parcelas eran perfectas para sus necesidades, compartían unas cuantas características: todas se encontraban a una altitud relativamente alta, así que a los suelos les faltaban los nutrientes y las parras se veían obligadas a fijar sus raíces a mayor profundidad que normalmente en busca de algo de alimento. Los suelos tenían que tener grandes depósitos de piedra caliza y que estuvieran expuestos a la brisa marina, que secaban la tierra, reducían su humedad en gran medida y posibilitaban un cultivo orgánico de la viña.
Era necesario que las viñas moscatel fuesen viejas, de 40 a 60 años, porque la edad reduce el rendimiento de la cosecha a un máximo de un kilo y medio por parra (el único vino tinto que producen, un Gran Reserva, viene de viñas de 80 a 100 años. ¡Solo producen 500 gramos cada una!).
La razón detrás de estos requisitos tan estrictos está en que Joan creía que para que su idea funcionara, los vinos necesitarían una mayor estructura antes de envejecer en botella durante el tiempo que estimara oportuno. Los vinos profundos y complejos tendrían más posibilidades de llegar hasta el final. De hecho, cuando probamos algunos de sus increíbles vinos brisados, ambos teníamos dificultades en predecir cuánto tiempo durarían.
El más viejo que probé fue un cosecha del 2013, no estaba almacenado en barrica, pero era un moscatel fresco y muy vivo, ¡y todavía con la fuerza de un vino joven! Mi favorito fue Nimi Tossal 2015, de 5 años de edad y de 12 meses en barrica de roble americano con un sabor muy fresco. ¡Quién sabe cuánto va a durar!
Los vinos DOP Alicante de la bodega Joan de la Casa van a perdurar y estoy seguro de que un día, que espero que llegue pronto, los veamos de manera cotidiana en las cartas de muchos más restaurantes que ahora (aunque los que los incluyen ya son bastantes y algunos de ellos con estrella Michelín). Está bien tener un mayor abanico en lugar de los ya conocidos y tradicionales vinos blancos, tintos y rosados. Lo mejor para los restaurantes es que maridan muy bien con gran variedad de platos.
El primer vino brisado que probé fue el Nimi 2015 13,5 %, macerado durante un mes con la piel de la uva. Sin sabor a haber envejecido en barrica, expresivo, estructurado y bastante complejo, pero ligero en paladar. Tiene un toque salino (el Mediterráneo está solo a 3 kilómetros) y notas a mermelada de piel de naranja amarga, con quizás un toque a pasas que esperaríamos dada la variedad. Pasados 20 minutos, el vino mostraba un agradable aroma y sabor a sidra extra-seca. Un comienzo excepcional y, de hecho, una introducción a este estilo si no se han probado antes los vinos naranjas.
No obstante, la cosecha de 2013 era incluso mejor. Complejo en diferentes niveles, duradero y aún así muy fresco. Salino, sí, es un rasgo común, pero ligeramente reducida probablemente por la edad. Una graduación de 13,5 de nuevo, pero su cuerpo y textura en paladar hacen pensar que podría ser mayor. Concentrado, redondo, y sensacional, literalmente, con piel de naranja, así como con un halo a naranja pelada algo verde. También desprende notas a fruta seca, melocotón y albaricoque y quizás una ligera referencia a la piña que también le aporta algo de jovialidad. Este vino marida muy bien con queso curado, carnes blancas y arroces y también con una gran variedad de pescados acompañados (o no) de salsas. Decantadlo antes de beberlo.
Finalmente, uno de mis vinos favoritos de 2020, Nimi Tossal 2015. De moscatel de las viñas más viejas, que crecen en la cima de la colina de cerca de la bodega, y envejecido en barrica de roble americano durante 12 meses. Este vino es un hallazgo. Complejo, de diferentes tonos, estructurado y definido, con un precioso color dorado. Tiene un ligerísimo toque a vainilla junto con un tenue aroma a tabaco que se mezcla con notas a mermelada amarga y un leve olor a sidra seca.
En paladar su textura tapiza toda la boca. Hay un pequeño toque a mantequilla con una acidez equilibrada. La mandarina madura destaca con notas a sidra y a piel de naranja o mandarina que permanecen mucho tiempo antes de tragarlo. Para decantar y servir frío, pero tampoco muy frío. Un vino muy especial. ¡Enhorabuena, Joan!
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