9 octubre, 2020
Jaime Nicolau / Fotos y Vídeo: Fernando Murad
Extraer de una preciosa finca el máximo potencial que esconda cada rincón, cada parcela, cada variedad, cada suelo. Elaborar con precisión de alquimista en microelaboraciones utilizando diferentes vinificaciones. Todo eso es Vinya Alforí. Ubicada al sur de la provincia de Valencia, en Fontanars dels Alforins, el equipo que dirige Vicent Penadés decide en 2015 sacar todo el partido al patrimonio que esconde su finca de 60 hectáreas y elaborar en la bodega situada en el corazón de la misma.
Su privilegiada ubicación es una garantía, pues se encuentra en un altiplano alrededor de 700 metros sobre el nivel del mar, con un clima mediterráneo con claras influencias continentales. Son viticultores desde hace años. Tiempo que han dedicado a mimar la viticultura estudiando su finca y sus suelos. Cuenta con 60 hectáreas en las que el cultivo principal es el viñedo, aunque siempre rodeado de otros, lo que les facilita trabajar en agricultura ecológica.
La variedad reina es la monastrell, perfectamente adaptada a la zona, de la que tienen cinco parcelas de entre 63 y 25 años de edad. En cuanto a variedades blancas cuentan con la macabeo, incorporando más recientemente la autóctona verdil. Es una finca rica en suelos. Todas las parcelas tienen en común que es calcáreo, pero encontramos texturas arenosas y otras más arcillosas. Esa variedad de suelos ofrecen expresiones diferentes de la misma variedad.
Esta es la paleta de colores que ofrece el viñedo y es en la pequeña bodega en el centro de la finca donde comienza el trabajo de ‘alquimista’. El vino llega a la bodega en cajas muy pequeñas que introducen en cámaras frigoríficas. De ahí a las tinas de roble francés y a los depósitos de hormigón. Una amalgama de vinificaciones con la que van ‘jugando’ con cada variedad, con cada parcela. Cada vino tiene que expresar perfectamente de dónde viene, y elegir bien la crianza necesaria es una de las claves de Vinya Alforí.
El resultado es una gama amplia de producto que arrancó con los Vinya Alforí. En el caso del tinto es un vino elaborado con monastrell, procedente de las cinco parcelas de la finca, buscando un vino ‘democrático’ que guste a un amplio espectro de público. En el caso del blanco proviene de la parcela de macabeo y presenta una enorme personalidad.
Después llegaron esos vinos de parcela que fueran capaces de mostrar la identidad de su origen. Parcela Umbría es un vino fresco, con poco extracto y aromas muy sutiles. Parcela Solana proviene de la parte más soleada de la finca. Es un vino muy concentrado, con peso de fruta y mineralidad.
Ese trabajo de alquimia comenzó a dar sus frutos y llegó Negre, un blanco de macabeo elaborado como un tinto, es decir, el vino fermenta hollejos y mosto todo junto. El resultado es muy especial, una sorpresa para los sentidos. Y el último en llegar fue Cubet, en homenaje a cómo eran conocidos los viejos depósitos de hormigón en la zona, pues es un vino criado durante 18 meses en esos depósitos, que permiten al vino aumentar su complejidad.
Saber interpretar todas las posibilidades que te ofrece una finca vitivinícola. Convertir todas esas posibilidades en un amplio abanico de vinos apostando en cada uno de ellos por la vinificación precisa, es un arduo trabajo. En otros tiempos propio de los alquimistas. Hoy, una realidad a través de la viticultura y la enología.
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