1 octubre, 2020
Las casualidades de la vida hicieron que Mercedes Ruiz volviera al campo hace tres años. Por entonces, se dedicaba al mundo de las finanzas y la contabilidad. La viña siempre había sido para ella un escape. “Te venías el fin de semana y recargabas pilas”, cuenta. Pero llegó un momento en el que su hermano, hasta entonces más volcado en ayudar a su padre, no llegaba a todo, y para ella compatibilizar los dos trabajos era imposible. Ya no bastaban las vacaciones y los fines de semana dedicados al campo. Era volver o dejarlo definitivamente, y eligió volver. Desde 2015, se dedica por completo al viñedo, con la ayuda de su padre y de su hermano.
En el proceso, ha ganado independencia, flexibilidad horaria y, sobre todo, poder estar con su familia. “Hoy en día, con todos los medios que tenemos a nuestra disposición, no necesitas estar en la ciudad para disfrutar de todo. Aquí hay calidad de vida, algo que yo antes no tenía”.
Y reivindica: “Tenemos que saber valorar lo nuestro. En nuestra tierra hay una apuesta creciente por la calidad”. Algo que exige compromiso. No tiene duda de que, para conseguir el mejor vino, es vital el trabajo en el campo. “Tienes que estar encima, al pie del cañón, pero para mí eso no supone un problema, porque cuando haces lo que te gusta, no te importa dedicarle el tiempo que sea necesario”.
Consciente de que cuántos más estímulos, más se amplían las perspectivas, siempre ha procurado formarse continuamente, ya fuera en idiomas o en enología. La última aventura académica en la que se ha embarcado, en la Estación Enológica de Requena.
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