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Sueños de escapadas vinícolas en desescalada (IV)

David Blay
Siempre que hablaba antes de la pandemia con mis amigos residentes en Madrid les hacía ver lo equivocado de su decisión. Sí, es cierto que gastronómica y culturalmente tiene difícil parangón, pero el confinamiento les ha hecho ver más allá.

Algunos están metidos en ERTE o con sus empleos extinguidos, en una ciudad que no es la suya, lejos de sus familias y con un nivel de gasto insostenible. Y, a pesar de su reticencia habitual a volver a Valencia porque se cobra menos, existen menos opciones laborales o incluso (en opinión de algunos) es menos excitante, la COVID les ha hecho mirar a casa con otros ojos.

Puede (ojalá) que no tengamos que volver a encerrarnos nunca más. Pero hay una posibilidad de que ocurra de nuevo. Y ahí los pueblos, el teletrabajo (el de verdad, el que permite flexibilidad horaria y personal) y la mirada interior hacia qué es el éxito que hemos realizado durante estos dos meses llaman con fuerza a los que soñaron con la gran urbe.

Por eso este cuarto episodio de nuestros sueños vacacionales vinícolas vira hacia localidades donde la Fase 1 aleja el fantasma de la enfermedad para dar lugar a dispersión de horarios y reencuentros con la distancia suficiente. Allá donde no existe la hiperpoblación y en la calle se puede pasear e interactuar como si todo fuera (casi) normal.

Es en esos lugares donde se sigue recolectando la uva para caldos concretos solo cuando la meteorología lo permite. A 900 metros de altitud, paraíso atmosférico de la bobal entre almendros, nogales y por supuesto vides.

Es allí, en la comarca de la Serranía, donde se ubican las Bodegas Terra d’Art. En la Finca Los Malditos. Sus cepas casi centenarias son recogidas por la familia Martínez Palmero y llevadas a los tres edificios que conforman su reino en el Valle de Ahillas. 

La cava, la sala de cata, la sombra del verano y las vistas invitan a decidirse entre sus tintos, rosados o blancos. Y a ponerse en marcha para celebrar la reapertura de los restaurantes.

Terra d’Art. Viñedos y bodegas Valle de Ahillas.

Será así como lleguemos a Calles, por donde transitaron los romanos hace más de dos milenios como testifica el acueducto de Peña Cortada, construido con una altitud de 33 metros.

Sin duda sus antiguos habitantes, tan dados a los festines culinarios, hubieran reservado mesa en el Restaurante La Aldea. Considerado por su ubicación, vistas y propuesta uno de los mejores lugares en relación entre calidad y precio de la provincia.

Restaurante La Aldea.

Ignoramos si, con las nuevas circunstancias, las tapas pasarán a ser individuales o los arroces solo al plato, pero lo importante en este caso es poder degustar la enorme variedad de que disponen.

Las bravas envueltas con crujiente de tinta de calamar, la vieira a la plancha con sepia y clóchina, la alcachofa en dos texturas, la minibrascada de pluma ibérica, el bacalao en salsa vizcaína, los canelones de rabo de toro o arroces como el de pato y boletus son solo algunos ejemplos. Y sí, yo también estoy salivando como el perro de Pavlov.

El sentido de este homenaje es no moverse demasiado, por lo que el final del viaje nos quedaremos en Calles para disfrutar de una de las consideradas 100 mejores bodegas del mundo: Vegamar, que en tan solo 20 años de vida se ha posicionado como uno de los referentes planetarios del sector.

Bodegas Vegamar. Espacio Gourmet Valencia.

Desde su rediseño en 2014 de la mano de Pablo Ossorio, Maripaz Quílez y Joaquín Fernández, los blancos de merseguera y moscatel, los tintos de garnacha y la introducción de merlot y shiraz determinaron los nuevos coupage y monovarietales de la firma.

Podemos optar por cualquiera de ellos, pero también por sus cavas o vermouths (y hasta destilados como ron, whisky y ginebra). O disfrutarlos en sus espacios Gourmet en la capital del Turia, junto a productos como berberechos, quesos, jamón o ventresca. O que nos los lleven a casa si no queremos ir cargados, mientras aprovechamos la luz estival para visitar no solo sus instalaciones sino para conocer lugares como El castillo o la cola de caballo en Domeño. Antes de volver, de nuevo, a pensar qué ruta disfrutaremos la próxima semana.

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