Jaime Nicolau
Todas las crisis, y la de la Covid-19 no es una excepción, nos enseñan lecciones exepcionales. Esas que nunca debimos olvidar, pero lo hicimos. Esta nos va a enseñar muchas. Pero hoy, 1 de Mayo, yo me quedo con una. Me quedo con lo injustos que hemos sido con el sector primario. Cierto que somos turismo y hay que apostar por él e intentar que se recupere cuanto antes. Pondremos el alma. Pero no lo es menos que somos agricultura y que, principalmente ese sector, nos ha y nos está sacando las castañas del fuego.
Los agricultores y ganaderos (especialmente ellos, pero junto al resto del sector primario) se han dejado el alma para que en nuestras mesas no faltase una naranja, una gota de aceite, un pollo o, en nuestro caso, para que el ciclo de la viña siguiera su curso. Esos agricultores y ganaderos del medio rural. De la España vaciada. Ellos merecen nuestro aplauso claro que sí. Pero sobre todo merecen que jamás olvidemos lo que han hecho por nosotros. Merecen que los valoremos como toca y que consumamos sus productos. Merecen poder ganarse la vida de una manera digna y que la cadena no les exprima hasta la última gota de sudor por unos precios ridículos en el origen. Merecen que esos empresarios que se dan golpes de valencianía en el pecho los respeten pero no con la boquita pequeña. Que apuesten de verdad.
España es muchas cosas. Es turismo obviamente. También es industria. Pero tenemos un tremendo valor en el sector primario. Agricultores, ganaderos, la pesca… Pero a ese sector le tiene que valer la pena el esfuerzo. Si esta crisis ha mostrado algo positivo, dentro del tremendo drama que supone, es que ha sido capaz de poner en contacto al productor y al consumidor, saltando por los aires los resortes de casi todos los intermediarios. No es el mejor escenario, pues supone muchos puestos de trabajo por el camino. Pero sí debiera ser un aviso para todos los eslabones de la cadena entre productor y consumidor. Todos y cada uno de ellos deben hacer examen de conciencia sobre si han tratado al productor como merecía. Pero, sin duda, el mayor examen de conciencia lo deben hacer nuestros gobernantes y ser capaces de ordenar esa cadena, no intervenir en el libre mercado obviamente, pero sí articular los resortes que sean necesarios para que ese sector sobreviva. Porque sin ese sector los que no hubiéramos sobrevivido a esta crisis somos nosotros.
Que no se te olvide jamás!
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