1 mayo, 2020
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El mercado del vino apunta claramente a una tendencia de consumo por tipicidad. ¿Y qué es la tipicidad? Pues todo aquello que te hace diferente al resto en un mercado tremendamente competido. Y en eso, cuanto más te agarres a tus raíces, más te diferencias. Especialmente si trabajas con variedades autóctonas y elaboraciones arraigadas a la tradición, porque así eres capaz de ofrecer tipicidad y, al tiempo, construir un mensaje cautivador.
Remontémonos ahora a mediados del siglo pasado. San Juan, una de las aldeas de Requena, que se cuentan por decenas, afrontaba las obras de su bodega-cooperativa. Los depósitos de cemento crudo, fueron revestidos por los viticultores con el sobrante de los azulejos de sus propias casas, lisos y con cenefas, de los que se ponían en el baño o en la cocina. Entonces no sabían que, 60 años más tarde, estos tendrían un inmenso valor añadido, el que supo visualizar la quinta generación de Valsangiacomo, apostando por una bodega con la que ya trabajaba su abuelo, para emprender el proyecto de Bobal de SanJuan.
Aquellos viticultores, con sus propias manos, construyeron esa bodega y los depósitos con el material que mejor se adapta a las características de sus vinos y la climatología del entorno, largos y calurosos veranos e inviernos muy fríos. La bodega de SanJuan conserva intactos los depósitos de cemento crudo para elaborar los vinos con la autóctona bobal, una uva ruda, de piel gruesa y que cuesta domar. Sí, cemento crudo con una capa de azulejo en la base, con sus bocas superior e inferior para llenar y vaciar después con la propia gravedad. Aquella apuesta por el cemento crudo y esa apuesta de los hermanos Valsangiacomo, diferencian claramente los vinos de Bobal de SanJuan.
Es la agricultura en estado puro, sin intervención del acero, con materiales que respetan al máximo la expresión de una tierra a través de su uva y después de su vino. Esto es lo que ha enamorado hasta tres generaciones de esta familia bodeguera.
El emplazamiento de la bodega, en medio del pueblo y rodeada de casas te hace visualizar el papel fundamental que tenía y tiene la agricultura en el mundo rural, (y no tan rural). Valorar todavía más el esfuerzo de los agricultores por conservar esta joya de bodega, hoy dedicada a producir únicamente vinos de una única variedad: la bobal.
Y claro, el vino que tenía que salir no podía ser como los demás vinos de bobal de la comarca, pero si algo tenían claro es que tenía que ser un vino para todos, tanto para los vecinos de la aldea, como para el ‘winelover‘, y el proyecto se hizo realidad con el vino tinto Bobal deSanJuan.
Se trata de un monovarieltal de bobal de viña vieja, completamente en secano y en vaso. La uva es fermentada en los depósitos de cemento crudo con esos peculiares azulejos y, además, madurado en el propio depósito durante diez meses. El vino Bobal deSanJuan es «domado y pulido» por el cemento crudo, balanceando su acidez para hacerlo uno de los mejores del mundo, a juicio de la crítica.
Y es que el trabajo de aquellos viticultores y el empujón de la familia Valsangiacomo, han engrandecido una pócima mágica: Cemento crudo + Bobal. Tan sencillo y tan claro. El resultado, Bobal de SanJuan.
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