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Titanic: todo empezó con un vino

15 abril, 2020

. En el Titanic se sirvieron seis marcas de champagne, entre ellas Henri Abelé, que aún se usa en las botaduras de las exposiciones sobre el barco


Mª Carmen González

Es bastante habitual cerrar un trato o negocio con un brindis con vino o con un espumoso. En el caso del Titanic, posiblemente el barco más famoso de la historia, el vino no solo tuvo protagonismo a la hora de cerrar el acuerdo para su construcción, sino que fue un elemento que ‘intervino’ en las discusiones sobre cómo crear un auténtico titán de los mares, un buque de ensueño.

Cuenta la historia, no sabemos si mitificada o no, que una noche del verano de 1907 se reunieron en Londres Joseph Bruce Ismay, presidente de White Star Line (empresa propietaria de grandes trasatlánticos) y William James Pirrie, dirigente de Harland & Wolff, la constructora naval más grande del mundo en aquel momento. Su propósito, desarrollar de manera conjunta una línea de trasatlánticos que marcaran una época y competir también con la Cunard Line, constructora de barcos populares y rápidos.

Se cuenta que en aquella velada, que tuvo lugar en Downshire House, propiedad de los Pirrie -y en la actualidad sede de la embajada de España en el Reino Unido-, se vivieron intensas discusiones. Al parecer, era complicado competir con los barcos de Cunard en velocidad, así que los dos empresarios decidieron compensar una rapidez menor con la calidad del alojamiento y el tamaño del barco, y apostar por el confort y el lujo como rasgo diferenciador.

Imagen: Titanic Memorials

Imagen: Titanic Memorials

Se comenta que cuando Pirrie preguntó por la longitud del Titanic y sus barcos hermanos, Ismay replicó con una copa de vino en la mano: «constrúyame un barco estable que no perturbe el sedimento de estos refinados vinos«.

Y así fue cómo de esa velada con un vino en la mano surgió la idea de construir un trasatlántico de 217 metros, capaz de sortear las olas del Atlántico y de marcar nuevas pautas mundiales de excelencia en arquitectura naval. Un barco al que creyeron insumergible y que acabó de manera trágica, hundido en las frías aguas de Terranova, tras chocar contra un iceberg la madrugada del 14 al 15 de abril de 1912.

Fundación Titanic

Fundación Titanic

Botadura sin champagne

El Titanic – que formaba parte de un grupo de tres barcos junto al Olympic y el Britannic– salió de los astilleros de H&W en Belfast el 31 de mayo de 1911. Al parecer, no fue bautizado de forma tradicional, rompiendo una botella de champagne contra el casco, ya que esta no había sido nunca una tradición en Harland & Wolff y porque su director general pensaba que podría causar supersticiones entre los pasajeros.

No sería hasta el 2 de abril del año siguiente en que el Titanic iniciara su singladura, un viaje que le iba a llevar hasta Southampton para, tras recalar en Cherburgo y Queenstown, comenzar su travesía inaugural hasta Nueva York.

Titanic Belfast, junto al lugar en el que se construyó el barco.

El Titanic era un barco imponente, de 271 metros de eslora y alrededor de 50.000 toneladas, con capacidad para 3574 personas, que contaba con todo tipo de servicios y comodidades. Un trasatlántico de lujo en el que viajaban acaudalados hombres de negocios pero también centenares de inmigrantes que, en compartimentos de tercera clase, viajaban a Nueva York en busca de un futuro, en pos del sueño americano.

Los vinos y champagnes del Titanic

En total, en el Titanic viajaban 2207 personas, entre pasaje y tripulación. Para alimentar y satisfacer a tan alto número de personas, muchas de ellas de gustos refinados, las bodegas del buque estaban repletas de alimentos y bebidas, entre estas últimas, vinos, licores y champagnes.

En este punto, las cifras bailan de unas fuentes a otras, pero se cree que el barco transportaba entre 15.ooo y 20.000 botellas de cerveza; unas 2000 de vino y champagne, y unas 850 de licores y alcoholes.

No se tienen registros escritos de vinos y espumosos embarcados en el buque pero sí se sabe que el cocinero August Escoffier eligió seis marcas de champagne para acompañar sus platos en el restaurante de primera clase Le Parisien del Titanic. Entre estas se encontraba Henri Abelé, una bodega de Reims fundada en 1757 que en 1985 pasó a formar parte del grupo español Freixenet.

Henri Abelé

Precisamente, con motivo del centenario del hundimiento del buque, en 2012, la Fundación Titanic propuso a Henri Abelé ser el ‘champagne oficial’ de los actos conmemorativos y, para ello, la bodega ‘reeditó’ aquel espumoso que se sirvió en el malogrado barco.

El enólogo Frank Nicaise elaboró un champagne brut elegante, fresco y afrutado, a base de chardonnay, pinot noir y pinot meunier. La bodega lanzó una edición limitada, que se convirtió en objeto de deseo de los coleccionistas, con un estuche con una imagen del Titanic tomada el 9 de abril de 1912 en Southampton. Un champagne que se sirvió en los numerosos banquetes que conmemoraban aquella última cena del Titanic que se celebraron en todo el mundo.

Además, Henri Abelé dispuso una serie especial de 100 botellas numeradas, lacradas y personalizadas. Las primeras botellas de esta serie se destinaron a jefes de Estado como el rey de España o el presidente de los Estados Unidos, y a los alcaldes de las ciudades relacionadas con el Titanic, como Belfast, Southampton y Nueva York. Estas botellas tan especiales también han sido enviadas en varias ocasiones a Kate Winslet y Leonardo DiCaprio, protagonistas de la película ‘Titanic’ de James Cameron, con motivo de su cumpleaños.

Fundación Titanic

Fundación Titanic

Además, se da la circunstancia de que es una botella de Henri Abelé la que se utiliza en la ‘botadura’ de cada inauguración de la exposición ‘Titanic The Reconstruction‘ que lleva años recorriendo el mundo. En todas las inauguraciones menos en la de Murcia, celebrada el pasado mes de diciembre, y en la que se utilizó un vino blanco de la Región.

Además de este champagne de Reims se cree que en el Titanic se sirvió también Heidsieck’s Goût Américain Champagne, cosecha de 1907 que, al parecer, fue de las mejores del siglo. Esta referencia se sirvió también en algunas de las cenas del centenario del hundimiento, como la que tuvo lugar en el hotel de lujo Hullet House de Hong Kong. En aquel momento, algunos medios informaron de que los comensales, que pagaron más de 1900 euros por cubierto, iban a poder degustar una botella de Heidsieck’s que fue rescatada del barco y por la que el hotel había pagado más de 11.000 dólares.

Asimismo, durante un tiempo se pensó que otro de los champagnes que se ofrecían en el buque era Jeanne d’ Arc Vin Mousseux Cuvée Reserve, según la declaración de una mujer, Betty Thomas, que comentó que su abuelo la había encontrado flotando sobre una caja de madera. Sin embargo, los estudios realizados (etiqueta, elaboración…) no han constatado que esta fuera una de las referencias servidas en el buque de los sueños.

En cuanto a los vinos, se desconoce cuáles se ofrecieron exactamente a los comensales del Titanic. No obstante, se afirma que se sirvieron de diferentes regiones, de Borgoña a Burdeos pasando por Jerez, Priorat o Rioja. También vinos italianos, alemanes y portugueses. Incluso el bermet, un vino aromático de postre típico de Serbia, muy popular entre las familias reales europeas desde antiguo.

Lo que sí se sabe es que los pasajeros de primera clase firmaban una tarjeta cuando pedían una bebida para luego pagar la cuenta al final del viaje, y que los viajeros de tercera también tenían acceso a las bebidas alcohólicas.

Le Parisien

Le Parisien

Última cena del Titanic

No sabemos, pues, qué se bebió exactamente esa última cena que se sirvió en el Titanic la noche del 14 de abril de 1912, pero sí el menú de aquella noche. Así, para los pasajeros de primera clase August Escoffier diseñó un completo menú compuesto por nada más y nada menos que diez platos, entre ellos entremeses variados y ostras; consomé Olga con oporto y vieiras; salmón al vapor con salsa muselina y pepinillos; pierna de cordero con salsa de menta; ponche romaine, con naranja, limón, ron y merengue; pichón asado o melocotones con helado de Chartreuse, entre otros.

En segunda clase tampoco se quedaron con hambre, ya que los pasajeros pudieron disfrutar de consomé tapioca, pollo al curry con arroz, cordero lechal con salsa de menta, pudin de ciruelas, sandwich de coco al vino o helado americano, entre otros. La cena de la tercera clase fue bastante más frugal con sopa de verduras, pollo hervido con bacon, pudin con ciruelas, ensalada o pan con mantequilla.

Hoy día, 108 años después del fatídico hundimiento, centenares de botellas deben de permanecer aún en las entrañas del buque, a más de 3800 metros de profundidad. ¿Podrán ser recuperadas algún día? ¿Estarán en condiciones de ser consumidas? Todo un misterio. Como muchos de los que aún envuelven al Titanic.

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