17 abril, 2019
«Soy una enamorada de la bobal, una variedad muy noble, con una gran versatilidad, y que es la que todos nuestros antepasados han cultivado en Manchuela»
Mª Carmen González
Habitualmente asociamos el corazón a valores como el amor, la pasión, el sentimiento, la entrega. El corazón es lo que nos mantiene vivos, lo que nos une a la vida. El corazón es la imagen de Bodega Iniesta, levantada por el futbolista Andrés Iniesta y su padre José Antonio como un modo de seguir amarrados a su tierra, a sus viñas, desde la distante Barcelona. Corazón es también lo que pone la segunda enóloga de la bodega, Sonia García Briones, en su trabajo. Una joven de la Manchuela, enamorada de su tierra y de la bobal, «la variedad que han cultivado nuestros antepasados», empeñada en no perder la tradición, aunque sin perder de vista las necesidades del mercado, la modernidad.
A Sonia la pasión por el vino le viene de niña, ya que su familia siempre ha tenido viñedos en la Puebla del Salvador (Cuenca), en plena Manchuela. Tras estudiar Ingeniería Agrícola y la licenciatura de Enología en la Universidad Politécnica de Valencia su amor por el mundo del vino aumentó. Realizó prácticas en la cooperativa de la localidad de Iniesta -parece ser un nombre que la persigue para bien- y en Burdeos, una de las regiones vitivinícolas por excelencia, y luego marchó a Chile para conocer los vinos y los modos de proceder en el hemisferio sur. Y regresó a España. «Quería quedarme en la Manchuela, en mi tierra». Y fue ahí cuando se cruzó con el proyecto de Bodega Iniesta. Otra vez Iniesta.
Sonia es, desde el año 2014, segunda enóloga de la bodega, en la que comparte tareas con el enólogo Héctor Martínez y en la que se dedica, especialmente, a cuestiones relacionadas con la calidad. Además, lleva las viñas que mantiene su padre en Puebla del Salvador, algunas de ellas en el llamado Camino de Iniesta. De nuevo Iniesta. Y van tres.
La enóloga nos habla con pasión de su trabajo en la bodega. Con corazón. Una «bodega familiar» cuyo proyecto comenzó en el año 2002 de la mano de José Antonio Iniesta con los antiguos viñedos que poseía la familia. Un proyecto que fue creciendo una vez que Andrés, el hijo futbolista de José Antonio, firmara su primer contrato profesional con el FC Barcelona. Y a las viñas de bobal se fueron añadiendo otras de cabernet sauvignon o petit verdot. Fue en 2010 cuando salió la primera añada de Bodega Iniesta.
Desde aquellos difíciles comienzos, en que se sacaron unas 150.000 botellas, Bodega Iniesta no ha parado de crecer, y ahora, con más de 300 hectáreas de explotación, embotella más de un millón de botellas al año. Unos vinos que, sobre todo, dedican a la exportación (70%), a mercados como el asiático (China y Japón), y el europeo (Francia, Alemania, Suiza). «Ahora estamos empezando a comercializar en Estados Unidos y nuestro objetivo es crecer en este mercado», explica Sonia, quien señala que si bien el fichaje de Iniesta por el Vissel Kobe japonés ha reforzado la presencia de los vinos en el país nipón, antes del traspaso «ya era nuestro principal mercado».
Los vinos de Iniesta, según indica la enóloga, “buscan transmitir nuestra cultura, la identidad propia de la Manchuela y darle protagonismo a las variedades autóctonas”. «Unen tradición y modernidad”. “Juntamos el uso de la tecnología para la elaboración de los vinos con el respecto a las formas más tradicionales, y conseguimos así desde vinos con perfiles más jóvenes y frescos hasta vinos más serios y más estructurados donde se trabaja con una crianza en madera”, señala.
En este sentido, la enóloga señala que «lo que más» les ha costado en todo este tiempo es “demostrar la calidad de nuestros vinos, más allá de la figura de Andrés Iniesta, pues tenemos una imagen muy potente y llevar el nombre del futbolista para nosotros significa mucha responsabilidad”. Esto, añade, “supone una alta implicación de todo el personal que trabaja para el proyecto, desde el campo a las labores de bodega, y por el personal dedicado a la administración, distribución y posicionamiento de los vinos en el mercado”.
Respecto al futbolista, la enóloga comenta que, aunque en la distancia, «está informado de todo». «Ahora, en Japón, no puede hacer mucho, pero nos apoya en todo y cuando viene siempre pasa por la bodega y se implica en su funcionamiento», comenta Sonia, quien explica que quien viaja a menudo a Fuentealbilla desde Barcelona es José Antonio, el padre del jugador. Y es que, según recuerda, construir la bodega fue un modo de «sentir sus raíces», de seguir unido a su tierra.
Una tierra en la que mantener variedades autóctonas como la bobal, de la que la enóloga se declara una enamorada. «Antiguamente se la asociaba a altas producciones y a vinos de baja calidad, pero hoy en día muchas bodegas estamos luchando por demostrar lo contrario, que es una variedad muy noble, fresca, con un color muy atractivo y con mucha personalidad, de la que se pueden hacer grandes vinos”. Además, su cultivo “es una forma de mantener el legado de nuestros antepasados y de poder dejárselo a nuestros descendientes”.
Se trata, añade, de una variedad «muy versátil«, capaz de producir vinos muy diferentes. «Nosotros apostamos por esta variedad y por eso la trabajamos de diferentes formas, viendo así sus diferentes aptitudes y comportamientos. No deja de sorprendernos, cada vez nos gusta más”. Así, comenta, “elaboramos el Corazón Spumante Rosado, un espumoso de bobal donde comprobamos su frescura con aromas muy sutiles y elegantes, y Corazón Loco Rosado, con un perfil aromático donde predominan la fruta roja y la frescura del vino. También tenemos nuestros tintos de bobal, como Corazón Loco Bobal, un vino fresco, joven, con buena estructura y volumen en boca, y Finca El Carril Paolo Andrea, nuestro bobal más serio y complejo, un vino de crianza donde existe un buena armonía entre la frescura predominante de la variedad y su integridad con la barrica”.
Bodega Iniesta tiene dos gamas de vino, Finca El Carril y Corazón Loco (en la que se incluyen los Corazón Spumante). Esta última es la más conocida. «Son vinos más jóvenes, frescos y dinámicos», explica. Los vinos de Finca El Carril, sin embargo, «son más originales y con más identidad». De esta gama destaca Paolo Andrea -lleva por nombre el de uno de los hijos del futbolista-, «un bobal que se elabora con los viñedos viejos que conservamos de la familia”. También de esta gama es Minuto 116, que hace alusión al minuto en el que Andrés Iniesta marcó el gol a Holanda que dio el Mundial a España en el Soccer City de Johannesburgo, y que se dedica, especialmente, a la exportación.
Preguntamos a Sonia sobre los proyectos de la bodega y destaca que se están reconvirtiendo todas las parcelas a ecológico. «Ya tenemos la mitad del viñedo», señala. «También se están estudiando las diferentes parcelas por zonas, para obtener su máximo potencial y poder trabajarlas de forma diferente según las necesidades y poder enfocarlas a cada tipo de vino”.
La expansión por Estados Unidos y trabajar con los espumosos son otros de los objetivos. En este sentido, afirma que con la línea más moderna de espumosos intentan transmitir «lo que es nuestra zona, la Manchuela, pues están elaborados con las variedades autóctonas, bobal y macabeo” y apostar “por otros mercado y por vinos con un corte más moderno y adaptados a los nuevos consumidores”.
Sonia García es una enamorada de la Manchuela, la tierra en la que nació y a la que quiso volver. Una zona, dice, con un gran potencial, que aunque joven, «cada vez se va conociendo más». «No tenemos tanta tradición ni nuestro volumen es tan importante como en otras denominaciones más antiguas, pero sí que estamos trabajando duro y elaborando vinos de calidad, con alta expresión y personalidad”. «Cada vez somos más las bodegas que apoyamos y confiamos en la Manchuela; tenemos un gran potencial y lo tenemos que dejar ver”, añade.
Un aspecto importante en este despegue de la Manchuela es el enoturismo, una actividad esencial para Bodega Iniesta, que pertenece a la Ruta del Vino de La Manchuela y que realiza visitas, catas y que dispone de varias casas rurales para poder dormir rodeados de viñedos.
Por último, la enóloga destaca el cada vez más importante papel de la mujer en el mundo del vino. “A pesar de ser un sector con mucha tradición, donde siempre ha tenido más importancia el hombre, el papel de la mujer cada vez es más relevante, y las mujeres enólogas cada vez somos más visibles”. “Ahora mismo podemos encontrar grandes enólogas tanto a nivel nacional como internacional que elaboran grandes vinos”, concluye.
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