7 octubre, 2018
Jaime Nicolau
Cuentan los lugareños de la localidad turolense de Beceite que por ella pasaban los caminos que unían Zaragoza con Valencia y también con Tarragona. Estamos en Els Ports, donde se unen las provincias de Teruel, Tarragona y Castellón y, por ende, las Comunidades valenciana, aragonesa y catalana. Beceite es la calma, la desconexión absoluta para los que buscan el reposo de mente. Este precioso pueblo y sus vecinos Valderrobres, Cretas o Calaceite, en la comarca aragonesa de Matarranya a la que da nombre el río del mismo nombre, esconden tesoros naturales impresionantes, bellezas monumentales de sus conjuntos, una gastronomía excelsa basada en el cordero y el credo autóctonos y unos vinos singulares de marcada personalidad, los de la IGP Vinos del Bajo Aragón. Acostumbraos al cartel de «… Uno de los pueblos más bonitos de España», porque no pararéis de verlo.
Hace unos tres siglos el cauce río Matarranya dejaba a su paso una industria próspera para los lugareños. Beceite llegó a tener hasta ocho fábricas de papel funcionando al unísono. En una de ellas, La Fábrica de Solfa nos hospedamos asomados literalmente al cauce del río. Alberto y Javi, hermanos, han conseguido con un gusto notable un establecimiento elegante que rinde tributo a lo que fue. Desde hace nueve años regentan este hotel de ocho coquetas habitaciones en dos plantas y un restaurante, que nació para atender a los huéspedes y hasta el que hoy peregrinan además los turistas gourmet de la zona. El sello Michelin cuelga de las paredes de La Fábrica de Solfa. Algunos años antes, hace 20, fundaron la empresa de aventura Sendas, con las que cubren todas las necesidades de sus viajeros.
El hotel se adhiere a la filosofia del Slow travel o “viajar sin prisas”, un turismo inteligente para disfrutar con calma del paisaje, el patrimonio cultural y la gastronomia. Los pilares del slow travel son la conservación del medio ambiente, la gastronomia típica tradicional, un destino fuera de lo convencional, una oferta más intima, la riqueza patrimonial y, sobre todo…, la calidad.
IGP Vinos Bajo Aragón
Empezamos el recorrido por el vino. Los de esta tierra se adscriben a la citada IGP que cubre el territorio que linda con la vecina y cercana Tarragona y se adentra en horizontal hacia las provincias de Zaragoza y Teruel. Destacan entre sus variedades autorizadas las tintas Garnacha, que es junto a su hermana blanca la reina, o Cariñena. En blancas, la citada Garnacha Blanca. Cuentan los profesionales del sector que los viñedos de esta zona en la que nos encontramos, se benefician de su proximidad al mar mediterráneo así como de la barrera natural que Els Ports suponen, lo que ofrece un punto de partida de excelente salubridad de la uva.
Retornamos a la belleza natural que a la zona conceden sus ríos Matarraña y Ulldemó. Del primero destaca el Parrizal. Este trayecto lleva hasta las minas del Parrizal a pie o en coche. Desde el pueblo, el paseo a pie dura unas cuatro horas, teniendo en cuenta la ida y la vuelta. Se trata de una ruta muy sencilla, apta para todas las edades, que conduce al viajero al macizo de los Puertos de Beceite realizando todo el recorrido por el lecho del río. El final de la ruta, cuando el río se encañona, alcanza un ancho de 1.5 metros aproximadamente con paredes de 60 metros de altura y una longitud de unos 200 metros. Del segundo destaca La Pesquera, un bonito paisaje que ha conformado el río hasta su confluencia con el Matarraña. Desde la parte alta de Beceite cogemos una pista, la cual seguiremos a lo largo de todo nuestro recorrido. Caminamos por ella y vamos pasando por diferentes granjas y campos de cultivo. En un principio, el recorrido lo hacemos por la parte alta del valle y después de un rato caminando, bajamos hacia el cauce del río, donde hay unas pozas ideales para darnos un baño.
Valderrobres y Calaceite
Con cualquiera de ambas excursiones se ha abierto el apetito. Visitamos la vecina Valderrobres. Un paseo por su casco antiguo y la subida al castillo y la iglesia es pertinente antes de recuperar fuerzas en Fonda Angeleta, casa de comidas, como la palabra fonda supone, desde 1940. Funciona con un menú diario de 13 euros entre semana y tres opciones para el fin de semana de 20 ,25 y 30 euros, que supone un pequeño incremento según la elección del segundo.
Probamos las alubias rojas con perdiz y los garbanzos con sepia, gambas y cigalas, para empezar. De segundo pierna de cordero. En cuanto a vino optamos por una de las garnachas blancas de la zona, El Lledoner, de Bodegas Crial, firma que inició su andadura en las elaboraciones vitivinícolas a comienzos del siglo XX, cuando se logró superar la crisis de la filoxera y las nuevas plantaciones de viñedos comenzaban a peinar los bucólicos valles del municipio de Lledó. Desde entonces, con cerca de un siglo de tradición vitivinícola, la empresa ha llegado a nuestros días, de la mano de sus descendientes: el matrimonio formado por Ismael Albesa y María Teresa Crivillé y sus dos hijos: Carlos y Raquel, no sólo han recogido el testigo de sus bisabuelos, sino que han querido formarse para dar un impulso sin precedentes a la empresa familiar, desde 1993, Bodegas Crial Lledó, S.L. Y para rematar torrijas con chocolate templado. Desde ahí a Calaceite, donde el patrimonio cultural lo dictan sus casas, calles y edificios monumentales. El tiempo se detiene paseando sus calles.
De vuelta a Beceite paseamos sus calles, su silencio, su calma y su belleza, que se extienden a La Fábrica de Solfa. El resumen perfecto de la capital del slow travel. La inteligencia del ser humano pone fácilmente al alcance de la mano el ser feliz. Basta con decidir hacerlo… aunque sea de vez en cuando.
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