5 septiembre, 2018
Jaime Nicolau
Cuantas veces hemos oído eso de «Si las paredes hablaran…». Pues en el Restaurante Ciro lo hacen. Y lo hacen como declaración de intenciones para que todo aquel que entre en el templo de Julio e Inés sea consciente de a qué se enfrenta. En la pared se escriben los menús, las sugerencias… pero también frases que son sentencias. La que más nos llama la atención es la de «Dios nos trae los alimentos y el demonio los cocineros». El lema ya coronaba la cocina del pequeño Ciro, a sólo unas manzanas, en el que Julio e Inés comenzaron a labrarse un cartel que conservan y acrecentan desde que se mudaron a su actual enclave, también en Campanar.
Por tanto ir a Ciro es ponerse en manos del «Diablo» (Julio) en la cocina. Ya hemos repetido en numerosas ocasiones su espectacular formación. Lo dejaremos pues en que Julio Colomer es uno de los mejores cocineros de la ciudad de Valencia, que no es poco. Esa formación, y también experiencia, hace que ambos tengan muy claro su camino. Lo eligieron hace tiempo. «Creativiñam» es su marca. Divertir y hacer disfrutar a través de la gastronomía a todo aquel que se acerque a su casa. No hay más. No hay otra pretensión. Julio tiene una filosofía que lo diferencia de otros chefs más jóvenes mareados por las modas, los programas de TV y los premios. Él juega voluntariamente en otra liga.
Si en la cocina está el «Diablo», para compensar, en sala toca el «Ángel». Y ese papel corresponde a Inés. De ella se puede decir todo lo dicho de Julio en los fogones, pero en sala. Estamos ante una de las mejores personas de sala de Valencia. Su conocimiento en materia de vinos, su atrevimiento a introducir referencias difíciles de ver, hacen de la carta de vinos un complemento espectacular a la cocina de Julio. Ambos conforman una de las parejas más notables de la gastronomía valenciana y hacen de Ciro un lugar en el que se come de vicio, alta cocina, a un precio contenido.
Funcionan mucho con menús establecidos y, créanme, es la opción más recomendable para disfrutar de lo que viene. En nuestro caso el desfile arrancaba con una sopa fría de gamba al ajillo y uva, todo potencia. Le sigue el Papel de presa ibérica ahumada, encurtidos y anchoas, un choque de contrastes brillante. Tomates y bonito marinado a continuación, el tomate en diferentes texturas, colores y sabores.
Le sigue la Coca de boquerón, cebolla y queso fresco, de nuevo sorprendente. Y todo iba bien cuando apareció ese plato con el que Julio y Ciro se te meten en los recuerdos para siempre, un espectacular Figatell de sepia a la brasa con salsa de cacahuetes. Cierra los entrantes los rebollones con panceta de Angus, soberbio. El plato individual es Magret de pato, maíz e higos. Y dejen hueco porque los postres son espectaculares. Llegan tres minipostres: una sopa de melón, dulce de leche con plátano y milhojas de chocolate belga.
Y no, no hemos olvidado los vinos. Ya hemos dicho que con Inés en la sala lo mejor es ponerse en sus manos. Nos decantamos por un cava y ofrece tres referencias a cual mejor, alguna de ellas de pequeñísimos productores. Pago de Tharsys Millésime Rosé es el elegido, uno de los mejores cavas de la Comunidad Valenciana.
Y así es Ciro. Un restaurante en el que todos buscan que disfrutes con un nivel de calidad sobresaliente en todas las facetas. Hay veces que es hasta bueno que convivan ángeles y demonios.
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