12 mayo, 2018
Jaime Nicolau
Es la tercera generación de la bodega y, por tanto, lleva el vino en las venas. Lo ha vivido en casa desde que era un niño. Primero, como él dice, con sus iaios y después con su padre. En 2010 tomó el relevo de éste para ponerse al frente de una bodega de enorme tradición dentro de la DOP Valencia. Y lo revolucionó todo.
Una revolución que siempre tuvo un por qué y que trabajaba en dos frentes claramente marcados desde el principio y que cerrará, en lo que era un plan perfectamente orquestado, en dos años cuando tenga terminada la bodega de la gama de vinos premium en medio del viñedo, al más puro estilo chateau.
El pasado jueves Toni Arráez presentaba tres nuevos vinos con la saga Los Arráez. Va a ser una línea en constante movimiento a la que, cada vez más, se van a ir sumando variedades autóctonas de Els Alforins que estaban cayendo en el olvido y que la actual generación de enólogos, entre ellos Toni, se ha empeñado en recuperar. Hablamos de la verdil, y de la arco, y de la forcallà y…
Con este estreno, la bodega de los vinos canallas, dicho en el mejor sentido de la palabra, demostraba que detrás del proyecto hay fundamentos técnicos de sobra. Y hablaron con claridad de que vinos como Mala Vida, Hu-Ha, Vividor o Bala Perdida, son los que, con su éxito comercial, permiten afrontar proyectos como el de Los Arráez, pues la firma ha reinvertido casi todo lo que la transgresión les ha generado comercialmente.
Y ahí emerge entre las aguas la figura de Toni Arráez enólogo. Un tipo que cae bien por su simpatía y su eterna sonrisa. Pero, sobre todo, un enorme profesional muy respetado por sus compañeros de profesión y su equipo y que ha conseguido poner en órbita un proyecto al que, como tantos otros, la larga crisis puso en el alambre. Y ese respeto de sus compañeros no es gratuito. Ellos saben lo que Toni ha currado. Saben que ha pasado en su etapa de formación por un amplio espectro de Denominaciones de Origen españolas. Ribera del Duero, La Mancha, Valdepeñas, Utiel-Requena, Jumilla… Toni se pasó varios años viendo la manera de trabajar el vino en cada una de ellas. Y cada vez que podía metía en sus cientos de catas a ciegas algún monastrell de nivel, la uva de la que se declara enamorado.
Por eso no seremos nosotros los que caigamos en juicios paralelos del todo injustos. Porque lo que ha logrado tiene mucho mérito. Porque cuando presenta vinos como «Los Arráez» se hace el silencio y uno se quita el sombrero. Y porque cuando un profesional curra como Toni Arráez y su equipo, sólo nos queda que contarlo. Y que siga esa eterna sonrisa por muchos años.
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