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Si Brujas embruja, Gante enamora

24 enero, 2018

Jaime Nicolau

Queremos contaros en primera persona un viaje a las entrañas de Europa. Viajamos a la Bélgica flamenca, haciendo un triángulo con vértices en Bruselas, Brujas y Gante. Es la tierra de los Castillos, los Caballeros, la Cerveza de Abadía y el chocolate. Un micromundo de espectacular belleza que embriaga y atrapa, como si de un embrujo se tratase. El viaje va a ser largo. Abróchense el cinturón que despegamos hacia Bruselas, nuestra base de operaciones. Vamos a contarlo a modo guía, para que pueda hacerlo cualquiera que lea este post.

Llegamos hasta «la capital» de Europa en un vuelo a Charleroi. Es el aeropuerto en el que operan las aerolíneas de bajo coste, pero también una garantía de rapidez, propia de los aeropuertos pequeños. Desde él se puede viajar cómodamente en autobús hasta Bruselas Zuid (Midi), estación en la que confluyen casi todas las líneas de metro y tren, desde donde recorrer Bruselas y llegar a nuestros otros dos destinos, Brujas y Gante.

Pero eso será después. Primero toca un paseo por Bruselas, donde es inevitable la visita a la Grand Place, impresionante de noche. Desde una de sus callejuelas encontramos Manneken Pis, el «niño meón», que se ha convertido en uno de los iconos de Bélgica. Callejear por este barrio es un placer y estaremos constantemente rodeados de chocolaterías belgas,  y cervecerías en las que degustar la amplia cultura de cervezas de este país. Delirium podría ser una de nuestras paradas para degustarlas. No hay prisa. El tiempo se ha parado. Para una comida algo más contundente elegimos por patriotismo el Roi d´Espagne. En la misma plaza cuenta con unas vistas espectaculares. Es un buen punto para probar el codillo o los moules (mejillones). Miren bien antes de pedir. Un error dispararía la cuenta. No es Bélgica, de todos modos, un país barato gastronómicamente hablando para los españoles, aunque su belleza lo compensa. De hecho, son muchos los que optan mientras pasean, por las típicas patatas fritas, o los waffles (gofres belgas). Ambos los encuentras en cada esquina. Ambos son venerados.

Me comentó una vez un enólogo riojano afincado en Valencia que la cerveza artesana belga guarda más similitud que diferencias con el mundo del vino, por lo que no debe considerarse competencia de este. Así que una excursión desde Bruselas puede ser a la Abadía trapense de Rochefort o Abadía de Notre-Dame de Saint-Rémy, aunque en este caso es Valonia. La abadía es famosa por su vida espiritual y su fábrica de cerveza, una de las pocas fábricas de cerveza trapista del mundo. Trappist Rochefort 8, sería nuestra recomendación. Para ser el día de llegada, no está mal con este plan.

Brujas, la «Venecia» nublada

Arrancamos la segunda jornada. Metro a Bruselas Zuid y tren a Brujas. Desde la estación se accede andando hasta el casco antiguo, atravesando el Lago del Amor. Se pasea por callejuelas con las clásicas viviendas flamencas apiladas, de una belleza exquisita. Es un cuento constante. Brujas es una ciudad de canales que pueden recorrerse en barca por unos 8 euros. Caminarla parece que te deja saborearla más. El paseo hasta la Grote Markt se goza rodeados, de nuevo, de waffles, cerveza y chocolate.

Una parada recomendable es 2be Beer Wall, con cientos de cervezas artesanas. Se reconoce fácilmente, pues Tintín -la tienda de este mítico personaje está a unos metros- te invita a pasar. El local cuenta con una terraza que cuelga sobre uno de los canales. Precioso el atardecer allí. Unos metros más adelante se llega a la Plaza Mayor (Grote Markt). Brasseries y restaurantes se agolpan. Una opción interesante y algo más económica que las de la plaza es una casa de comidas justo detrás de Grote Markt, de nombre ‘T Voutje’. Tienen un menú por 17 euros el domingo y algo menos entre semana. Buen punto para probar los mejillones y otro de los platos típicos de la cocina flamenca, el conejo cocinado con cerveza de abadía. Después de comer, un café en la Plaza y un paseo a Place Burg, una plaza adyacente que alberga el Ayuntamiento. De nuevo los waffles serán su tentación vespertina.

También pueden visitar una joya de las cervecerías artesanales belgas.  De Halve Maan, “La Media Luna” traducido al castellano, se remonta al año 1856, cuando la familia Maes se adueña de la cervecería que se encontraba en la plaza Walplein de Brujas desde el año 1564. Con el paso de los años la familia Maes fue perfeccionando sus técnicas de elaboración de la cerveza, incorporando tecnología y sistemas de refrigeración totalmente innovadores. Asimismo su prestigio fue en aumento hasta llegar al punto en el que su cerveza “Brugse Zot” fue reconocida mundialmente. La cerveza típica de Brujas.

Gante, la casa de los Condes de Flandes

El castillo medieval de Gravensteen es el principio de nuestra visita a Gante, ciudad a la que se llega desde Bruselas con el mismo tren que va a Brujas. Al castillo se viaja con la línea 1 del tranvía. Es la parte más alta de la ciudad, aunque vale la pena empezar la jornada en Gante por él y por la Oficina de Turismo de la ciudad, en la plaza que hay justo delante. La visita dura 1h y media. Desde él, residencia de los Condes de Flandes en tiempos medievales, bajamos hasta la antigua Lonja de la Carne. Por ella cruzamos hasta los barrios de Graslei y Korenlei, separados por el río Lys, que es navegable por dentro de la ciudad junto a sus canales. Ambos albergaban los puertos comerciales de la ciudad.

Tomamos la orilla de Korenlei para visitar la Iglesia de San Miguel y el puente del mismo nombre. Es uno de los puntos más bellos de Gante, sin duda. Especialmente por la tarde, este enclave deja claro que Gante es ciudad Erasmus. Eso y las bicis aparcadas por toda la ciudad. Lo atravesamos para callejear el centro histórico en busca de las tres torres de Gante: La Catedral, San Nicolás y Belford.

La primera, desde el puente de San Miguel, es San Nicolás. Perfectamente alineada con ella está Belford, cuya visita es obligada. Se puede subir hasta justo debajo del reloj dorado por un ascensor; las vistas de Gante desde lo alto son una maravilla. Cuesta unos 8 euros. Alberga además una exposición de campanas y cuenta la historia del edificio y, por tanto, la historia de la ciudad. La tercera es la Catedral de San Bavón, que alberga La Adoración del Cordero Místico, una obra de 1432 que es uno de los máximos exponentes del arte flamenco.

Tras visitar los tres «picos» de Gante, seguimos callejeando por el casco antiguo para viajar a uno de los grandes clásicos de los Waffles en la localidad. Se ubica en una calle muy estrecha a la que llegamos por la izquierda de San Nicolás si miramos esta de frente. Fritz es su nombre y representa a las claras el Gofre de Bruselas, menos pesado que el de Lieja. Presenta una masa crujiente y por dentro parece aire. Los más habituales en los puestos callejeros con los segundos, por eso lo curioso de visitar Fritz.

Antes del Waffle uno puede elegir comer. Encontrarán una oferta inmensa en Gante. Nosotros hemos apostado por separanos un poco de los emplazamientos clásicos y más turísticos recomendados por el mismo lugareño que nos descubrió Fritz. Se trata de De Lieve, una pequeña casa de comidas detrás del Castillo de los Condes de Flandes. Cuentan con una pequeña carta que cambian a diario. Guisos de la abuela… belga. Una opción ideal para probar una Carbonade Flamande, un estofado flamenco de ternera cocinada con cerveza artesana, en el caso de De Lieve, carrilleras. Ostras, cerdo cocinado a baja temperatura, confit de pato… son algunos de los exquisitos platos caseros que podrán probar en un local que les sorprenderá. El precio ronda los 30 euros por persona y vale la pena.

Un café frente a San Nicolás hará el resto para que recuerden esta visita para siempre. Y así cerramos este triángulo mágico belga que conforman Bruselas, Brujas y Gante. La Bélgica flamenca. La que huele a chocolate y a cerveza fermentada. La que enamora los sentidos. La que te hace suyo para siempre. Si Brujas embruja, Gante enamora.

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