1 agosto, 2017
José Antonio López
Estoy embelesado disfrutando del atardecer en Sequer Lo Blanch, en Alboraya. Ante mí la naturaleza demuestra su fuerza y su poderío. El cielo y la tierra unidos en colores y sensaciones. Grandes espacios abiertos donde la huerta de nuestra admirada Alboraya surge sublime e incluso con la potencia que no tienen otros parajes. Hay que verlo. Hay que sentirlo, hay que disfrutarlo.
Una «burra mecánica» rompe el silencio del entorno al tiempo que entra a formar parte de esa imagen que todos queremos guardar en la retina.
Dios, ¿qué pinta la máquina en este contorno natural?
Tras el artilugio anda pausadamente, pero con seguridad, José María Belloch. 78 años de vida dedicada a cuidar la naturaleza y los bienes que recibimos de ella. No es una interrupción, es un algo más que permite que los campos y los cultivos sigan vivos.
Sombrero de paja y andar lento. Alma de semilla y cuidado hacia sus pasiones. La tierra, la chufa, de la que es uno de los reyes, tesoros como lechugas, pimientos, tomates…
Le saludo y me sonríe. Casi no puedo ver su cara porque el sol le obliga a bajar los ojos. No es un momento de sumisión, sino de unión. Yo te respeto, tú me respetas.
José María y sus años de vida le han llevado a la jubilación. Al lado de donde su familia tiene su negocio, cuida de un pequeño huerto que añade horas a una vida que comienza de otra manera.
Está orgulloso porque las verduras que cultiva son las que utiliza su hijo en el restaurante. Se siente satisfecho de llevar a casa lo natural y colocar en un frutero el ambientador natural más deseado, la vida misma que surge cada día de la tierra.
Deja descansar «su burra» para dominar su bicicleta. En el restaurante están los productos frescos que acaba de recolectar. No mira atrás, sino adelante. Y antes de marchar dirige su mirada a los altos del Sequer donde hace unos minutos, sus colaboradores, han vuelto a remover ese oro llamado chufa.
Todo está en paz. El sol ya no está en el horizonte. Mañana, como cada día, dará gracias a Dios por poder disfrutar de algo que le gusta compartir pero que, para él, es el rito diario de la vida.
Le quedan muchos años para hacerlo, pero se empeña en contemplar el milagro diario como si fuera la primera vez que lo hace.
José María Belloch, ama la naturaleza. Es naturaleza. Es vida.
Quisiera ser como él cuando tenga 78 años.
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