3 febrero, 2017
A. M.
En los 80, el Soro paseaba el nombre de Foios por España y América generando entre sus vecinos sentimiento de orgullo y pertenencia. Ya en este siglo XXI, Aceites Albert se ha convertido en el embajador de la localidad, puesto que en todas las etiquetas de las botellas de los diferentes aceites que exporta a 35 países, figura el nombre de la población.
Fundada en 1959, Aceites Albert conserva el carácter familiar, con la gestión de una empresa profesionalizada con capacidad para embotellar 200.000 litros diarios, que dedica el 40% de su producción a la exportación y que vende 30 millones de unidades al año. Eso hasta ahora, porque Albert está en plena renovación y ampliación de sus instalaciones para duplicar su capacidad de embotellado y almacenamiento, manteniendo esos dos principios que distinguen su gestión: actitud profesional, trato familiar. Y todo sin salir de Foios.
Pero la clave, más allá de la cantidad, es la calidad, certificada por los premios internacionales que han recibido sus aceites de oliva virgen extra en los últimos años: Casalbert, galardonado con la etiqueta Oro en Terraolivo, concurso internacional del Mediterráneo que se celebra en Jerusalén (2014); el aceite de oliva virgen extra Ecológico (2015) o el DOP ‘Sierra de Espadán’ (2016), ambos catalogados también como Oro en Olivinus, certamen que se celebra en Argentina y es el mayor concurso internacional de Sudamérica. La última incorporación a su catálogo es el Reserva de Familia, un producto gourmet “que nos aporta valor añadido”, explica Charo Albert, directora financiera.
Un aceite especial de alto rendimiento para freidoras industriales, desarrollado por el departamento de I+D+i, al que Albert dedica el 2% de su presupuesto, es otro de los logros de la empresa, que trabaja además en la elaboración de aceites de sabores: picante, de trufa o de romero, así como en la adquisición de más olivos en propiedad.
Aunque exhibe sus aceites en algunos lineales de importantes supermercados, Aceites Albert, tiene mayor implantación en la distribución que en el consumidor final, uno de sus objetivos a medio plazo. Trabaja fundamentalmente con pymes y exportación “porque la gran industria supone demasiado riesgo. Por eso apostamos por la exportación, que es otro tipo de riesgo”.
Japón, Rusia, Estados Unidos, China, Brasil, Canadá o Corea son algunos de los países en los que Aceites Albert está presente, principalmente a través del aceite de oliva virgen extra. Y con ellos, la materia prima, adquirida previa cata.
Empresa Familiarmente Responsable
Con tres unidades de negocio y 34 trabajadores, los sellos de calidad no los reciben sólo sus aceites. Albert ha iniciado una transformación de empresa de alimentación a empresa de nutrición y salud en la que “la calidad es nuestra seña de identidad”, destaca Charo Albert. Calidad en el producto y en el trato a los clientes, pero también en el funcionamiento interno, puesto que la empresa ha desarrollado un Plan de Igualdad de Trato y Oportunidades que garantiza cuestiones como conciliación, acceso al empleo y promoción, retribuciones, salud laboral o lenguaje no sexista en las comunicaciones. Además ha iniciado los trámites y actuaciones para lograr el sello de Empresa Familiarmente Responsable. “Queremos que nuestros empleados estén contentos y sean felices”, subraya la responsable de la empresa.
En plena fase de crecimiento, Aceites Albert ha abierto una delegación en Nueva York para comercializar sus productos en la Costa Este de Estados Unidos, donde se concentra el 40% del consumo de aceite de oliva estadounidense. Y Foios, figurará en las etiquetas.
“Foios, París y Londres”, dicen ufanos en la localidad. Ahora pueden añadir también Nueva York.
Don Pío y El de l’Oli
“Yo era aceitero antes de nacer”, afirma orgulloso Francisco Albert, quien hizo crecer la empresa antes de ceder la gestión a su hija. Comenzaron en casa, en Foios, “comprando a Cortell y Casanova. Repartía el aceite por las alquerías de la huerta en bicicleta, y llegaba a Yátova, Olocau o Marines”.
“El servicio y la calidad otorgan la fidelidad”, asegura Francisco e ilustra con una anécdota vivida en el restaurante Casa Pepico, en Meliana, esa fidelidad. “Entré cargado con el aceite y estaba Don Pío almorzando. Al verme me dijo “Ehhh el de l’oli” y después lo utilizaba en sus actuaciones. Casa Pepico sigue siendo hoy cliente de Aceites Albert.
En 58 años, Aceites Albert ha pasado de la bicicleta a la furgoneta, de las tinajas a las cisternas, del reparto a particulares a la exportación con su propia marca, “pero de lo que más orgulloso me siento es de los trabajadores y del trato humano que existe en la empresa. Si tú les das, ellos te responden. Esa es la clave” aconseja Francisco, Paco para sus empleados.
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