17 noviembre, 2016
José Antonio López
He perdido la apuesta y no me siento como esas personas que creen tener el poder de la sabiduría y nadie les apea de sus afirmaciones.
He perdido la apuesta con Silvia a que no era capaz de sorprenderme con su “Ensaladilla Rusa”. A un servidor que sabe de ensaladillas rusas…nada después de probar la de Silvia.
Gracias.
Paco Almarza ya me lo había comentado y, como buen empresario, sabía que jugaba a caballo ganador.
Este Paco, madrileño de nacimiento y que vino a Benidorm en el momento oportuno y con la compañía adecuada, que lo que menos se esperaba era entrar en el mundo de la hostelería, le dio por estudiar Marketing y Gestión Comercial.
Los hay para todo y más en un tiempo en que Benidorm despegaba como centro de turismo mundial.
Estudia en Valencia y trabaja en Benidorm, donde se codea con todos los amigos, que, mira por donde, son empresarios de hostelería. No le queda más remedio que integrarse y compartir una pasión que hoy forma el eje de su vida.
Estoy en Imperdible, junto o frente al Mercado de Colón. Me han citado a la hora en que la brigada come. Todo el equipo de cocina y sala se reúne para cambiar impresiones, tomar fuerza y comenzar la faena.
Silvia ha oído «por ahí” que soy un entusiasta de la “ensaladilla rusa”.
Se respira entusiasmo en un local distinto donde hay de todo sin que nada sobresalga. Su decoración es… la que tiene que ser y todo el resto de detalles son los que son.
Perdonen, simplemente hay que conocer a las personas para darse cuenta que lo que hacen es lo que tienen que hacer. Les nace, lo necesitan. Podrían hacer otra cosa, pero no sería parte de su vida.
Imperdible, como local, es tan sencillo como el mecanismo de un “imperdible” pero con la eficacia de cumplir la función para lo que está hecho.
Y hablamos de gastronomía.
Que aprovecho que Paco tiene que atender a unas personas para acercarme y “robar” de su tiempo a Silvia Gavara.
Era y es una ingeniera informática a la que le dio por viajar descubriendo nuevos mundos gastronómicos a los que se aficiona, aprende y, humildemente, comparte con otras personas que comparten una pasión que empieza en ella.
El momento llega cuando decide dedicarse a lo que, realmente, es su vocación. Menina es su oportunidad de presentar y someter a juicio, todo lo que había aprendido. El local se les queda pequeño y hay que buscar otras opciones.
El Club Náutico de Burriana se les brinda como escenario y lugar de trabajo. No lo dudan. Van allí y Silvia con toda su artillería, empieza a llamar la atención de propios y extraños salvo en algo tan “sagrado” como los arroces.
Y vuelta a empezar y vuelta a aprender, y la miras y te mira con esos ojos del profesional y apasionada por lo que hace y que nunca tiene bastante y que necesita dar más, conocer más, hacer disfrutar a sus comensales de lo que aprende cada día…
Crecer, aprender, equivocarse, levantarse… continuar… Silvia sabe que el camino no es un campo de rosas y, si hay que cruzarlo habrá que quitar las espinas.
Lo hace. Ha aprendido sola y ahora puede compartir conocimientos. Ya tiene equipo, según ella, el mejor equipo, porque se van formando juntos y miran al día a día y al futuro, con la misma esperanza.
Paco se incorpora a la mesa y reímos juntos cuando recuerda la anécdota de que ya tenían el local emblemático y necesitaban el respaldo de una gran profesional y cómo se quedan “helados” cuando Silvia les dice que ni por esas ni por otras.
La cocinera no había calculado el poder del marketiniano y relaciones públicas que estaba dispuesto de llegar a lo imposible por hacer algo imperdible y por lo tanto duradero.
Hablamos y disfrutamos, ya con todo el equipo, del orgullo que supone presentar platos como los rebollones sobre crema de alcachofas y piparras de Navarra; las mollejas de cordero con all i oli de ajo negro y salsa de Oporto; el morrillo de atún rojo en suave escabeche; las gambas en suquet de Silvia; la raya con tápena de aceitunas negras, alcaparras y salsa de naranja; las alubias verdinas con almejas, el cochinillo crujiente…
Recuerda Silvia lo que le costaba, en su época, no tan lejana, encontrar ingredientes como estos, pero que a ella le apasionaban. En postres, la Pasión Cítrica y la Marea Rosa… hay un alto ante este postre porque está creado y dedicado a todas las mujeres que han sufrido y sufren esa tremenda enfermedad que no nombramos para hacerla, cada vez, más pequeña y que ya no nos asusta.
Se han juntado dos grandes, Paco y Silvia como cabezas de otras personas igualmente grandes.
Su ilusión es ofrecer, dentro de su campo, lo que saben hacer para que todo el mundo pueda disfrutarlo.
A ello han dedicado y dedican, su vida.
Simplemente esperan compartir su felicidad con las personas que quieran entrar y amar un local distinto, cómodo, lleno de energía y cuya sala de máquinas es una cocina noble, sincera y diaria.
Es lo que hay.
Y es mucho.
Como cada día, cuando uno decide aprovechar las 24 horas.
Es imprescindible, para no perderse, llevar siempre un imperdible. Muy cerca del corazón.
El Restaurante Imperdible está en la calle Martínez Ferrando, 5. Junto o enfrente del Mercado de Colón. Su teléfono es el 963 517 962.
Me encanta haber perdido la apuesta. El saber cómo hace la ensaladilla es un reto que pienso ganar.
No te descuides, Silvia, no hay enemigo pequeño. Tarde o temprano conoceré el secreto de esa obra de arte.
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