4 febrero, 2015
José Antonio López
Una de las calles que más negocios de hostelería, leáse restaurantes, cafeterías o pubs, reúne en su corto recorrido, es la de Vicente Sancho Tello.
A la altura del número veinte, si se fijan en la pared, porque hay que fijarse, hay una pequeña oveja negra. Está al lado de unas puertas de madera con remaches. Esta es la señalización y la entrada de La oveja negra.
Me ha llamado la atención poderosamente. Mientras otros restaurantes abren sus puertas a primera hora de la mañana, La Oveja, permanece cerrado hasta casi la hora del servicio de comidas. Les aseguro que me costó dar con el dueño y mucho más quedar con él.
Ya saben, a cabezón no me gana nadie y creo que valió la pena el empeño en conocerlos y la satisfacción de que ustedes les conozcan. Eso, si no lo han hecho ya, porque a las 13:30 h ya es difícil encontrar sitio para comer y lo mismo se repite por la noche.
En 1995, Javier, el alma de La oveja negra monta su negocio en Xúquer. No viene de familia de hosteleros, ni sabía lo que era un bar, y mucho menos pretendía competir con las grandes cocinas de Valencia.
Un negocio, en principio, dedicado a bocadillos. Sin más pretensiones.
Al poco tiempo de montar el negocio Javier se siente tocado por el gusanillo de los fogones, del arte de dar de comer y beber y de la satisfacción de poder hacerlo bien. Lejos de asistir a escuelas de hostelería o cursos específicos, elige una preparación autodidacta. Viendo, comprobando, seleccionando de aquí para allá hasta conseguir una identidad propia.
Empezó con los bocadillos, pero tenían que ser los mejores. Ingredientes de primera clase, pan recién horneado y pequeños detalles que los hacían diferentes de la competencia. Ante todo, y sobre todo, una tremenda ilusión porque nadie se quedara sin probar su producto. Todos podían llamar a su puerta y el problema de no entrar no era por dinero.
Buen producto, al alcance de todos.
Poco a poco, Javier se fue rodeando del mejor equipo. Le llena de satisfacción decir que la clientela de entonces le sigue siendo fiel. La misma satisfacción manifiesta cuando habla de su equipo que permanecen juntos una buena cantidad de años.
Esto les permite una complicidad y una seguridad a la hora de afrontar el reto cotidiano de satisfacer a la gran cantidad de amigos y parroquianos que acuden a su local.
El negocio va viento en popa, pero el local de Xúquer se queda pequeño. El antes planchista Javier y su equipo se plantean dar un salto y abrir lo que es el nuevo La oveja negra.
El sueño que empezó bautizando el local por culpa de una película de guerra y la ilusión de que el nombre fuera recordado, va tomando cada vez más cuerpo y vida en este nuevo local de 15 mesas.
El local me recuerda a un vagón de tren. Más amplio, pero con una distribución parecida. Mesas y sillas de madera y una vajilla y cristalería que crean un conjunto muy agradable. En la pared…¿queda sitio en la pared? Está llena de objetos antiguos, cuadros, carteles publicitarios… es como si estuviese todo en desorden. Sin embargo, tras la primera impresión, cuando aterrizas, te das cuenta de que todo tiene un orden. Las cosas están donde deben estar y no hay nada dejado al azar.
El conjunto del local es acogedor y muy atractivo.
Javier y su equipo preparan comida casera cien por cien e intercambiando opiniones, diariamente, sobre el menú dependiendo de la oferta del mercado.
Primero la selección de los mejores productos de temporada y de ahí la elaboración de la propuesta del día. Se afanan en la elaboración de cada plato, al momento, para que se note la frescura de los ingredientes, para cumplir con su devoción de dar de comer a la gente y que se sientan satisfechos con lo que reciben. De hecho, gran parte de la clientela es asídua y muchos otros vienen por el efecto “boca a boca”. Al final es una gran familia la que se reúne en torno a unos amigos que no defraudan.
Me comentaba Javier que pasa más tiempo en el restaurante que en su casa, así que lo que ha hecho es llenarse de comodidades para compartir. Es una buena filosofía.
Al entrar al restaurante he cogido lo que parece una tira de cuenta. No, es precisamente el menú del día presentado en forma original.
La Oveja Negra tiene menú diario por 9,95 € con pan, postre o café. Todo junto por 10 €. Por las noches hay un menú degustación especial para grupos o una carta si son menos personas. Hay donde elegir, lo que ocurre es que es más normal dejar que te sorprendan. No fallan.
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