20 septiembre, 2016
Edetària Selecció 2012 es una garnacha blanca de Terra Alta, una pequeña Denominación de Origen, de poco más de 8.000 hectáreas, enclavada en Tarragona. Para este vino la bodega selecciona las mejores uvas de viñas de más de 60 años, sus viñas más viejas de garnacha blanca.
Tiene una crianza de ocho meses en barricas nuevas de roble francés. Conviene destacar que la añada actualmente en curso de este vino es la 2014, por lo que este 2012 ha podido gozar de un tiempo en botella que le ha sentado francamente bien. Es, sin duda, un vino para pensar. A su color amarillo, pálido y con poca intensidad, se le va intuyendo un leve tono dorado que empieza ya a despuntar.
En nariz ya muestra, a la primera, el vino complejo que es. Lleno de matices desde el principio, la mineralidad toma ya el protagonismo sin más dilación, con aromas empireumáticos y minerales que no enmascaran la fruta, amarilla, también presente desde el principio y en cantidad. Piedra blanca y goma ligeramente picantes, que rascan las fosas nasales a su paso, dejando su agradable marca en la nariz con intensidad. Goma blanca como la de borrar y negra como el caucho o el neumático. Es una constante de toda la cata, dando mineralidad en nariz además de, en boca, una sensación sápida y una potencia inolvidables, que perduran hasta el postgusto.
La ciruela amarilla y el albaricoque se intuyen muy maduros pero sin llegar a acompotarse, entrelazados magistralmente con una nota de coco fresco, tan fresco que uno diría que es un testigo frutal primario más que un terciario debido a la barrica. Poco a poco las notas empireumáticas van dejando espacio a los hidrocarburos. El gas toma protagonismo y el vino se vuelve más directo en nariz, menos pomposo. Una nota balsámica aflora y ahora sí, se aprecia la barrica, clara, con nombres y apellidos. Suaves, sutiles e integradas, aparecen la vainilla y unos frutos secos no muy extremos sino claros, blandos. Almendra cruda, piñones y nuez de macadamia.
Al agitar la copa el vino se refresca y sale la flor blanca de jazmín, fresca, pero no la flor sola, también esa parte más vegetal, esa savia que brota del tallo al romperse este. Frescura que se confirma en boca con una acidez que estimula el principio del paladar, ligeramente picante, poniendo en alerta todos los sentidos para que el vino pase con toda su presencia, con toda su expresión. Una acidez innegable que tiene mucho que compensar en un vino estructurado, potente y sápido, con un paso ancho, vigoroso y untuoso que aún así, se percibe fresco y carnoso.
Se confirman sus frutas y su empireumático que termina en un matiz ligeramente amargo, dotando así al vino de un postgusto largo en el que sigue presente la piedra blanca y la goma, así como la fruta madura y un recuerdo salado, no salino.
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