31 agosto, 2016
Jaime Nicolau
Seguimos nuestro periplo manchego. Hoy arrancamos en Valdepeñas, otra de las importantes ciudades del vino españolas. Así, entre mesetas repletas de viña, de cereal y de olivos, pero principalmente de viñas, transcurre nuestro viaje. Algún molino de aquellos que inmortalizó Cervantes irrumpe en nuestro camino, salpicados de modernidad y fuertes contrastes de la mano de algún moderno parque eólico.
La Zona de Producción de la Denominación de Origen Valdepeñas se encuentra situada en el borde meridional de la meseta sur, limitada por la llanura manchega al norte, los campos de Montiel al este, el de Calatrava al oeste y Sierra Morena al sur, y es atravesada por el río Jabalón de este a oeste. Los términos municipales incluidos son Valdepeñas, Alcubillas, Moral de Calatrava, San Carlos del Valle, Santa Cruz de Mudela, Torrenueva y parte de Torre de Juan Abad, Granátula de Calatrava, Alhambra y Montiel. El viñedo protegido por la Denominación de Origen representa más del 95% del total del viñedo existente en la zona de producción.
Hoy nos detenemos en la calle Bataneros de la localidad. Allí empezó la historia de una de las firmas más notables, si no la más, del sector del vino español: Félix Solís. Allí, en las antiguas cuevas de Valdepeñas empezó todo. Allí, en pleno centro de la localidad, se rinde hoy tributo a aquellos inicios que hoy son una multinacional. Reposan en ella las grandes añadas Albali, la marca por antonomasia de la familia.
Hacemos parada en el Cerro del Ángel. Ese monumento a vista desde la carretera nos servía de referencia para saber que el destino estaba cerca. Cuando a uno le cuentan su historia sorprende. Porque lo que se ve es el amasijo de hierros en los que el Grapo convirtió hace más de 40 años un homenaje al ejército español de Juan de Ávalos. Un tira y afloja con el autor y, 40 años después, sigue abandonado, aunque las vistas merecen la pena.
Y desde allí buscamos la gastronomía manchega justo a los pies del Ángel o lo que queda de él. En La Aguzadera. Tenemos una guía de lujo, Paqui, que no sabe ná… como dicen aquí y su marido Teofi. Por que si uno quiere empaparse del tiznao, de las gachas, de las migas, de las tortas de azúcar, lo mejor es dejarse contar por alguien que sepa de lo que habla.
Ambiente manchego desde que uno entra por la puerta y una excelente atención. La carta, basada en la nobleza de la cocina manchega con un punto, el justo, de vanguardia. Pisto manchego con huevo frito y jamón, Migas manchegas con huevo frito, Gachas de almortas o Duelos y quebrantos son algunas de las recetas clásicas.
En nuestro caso nos decantamos por dos entrantes más suaves para emplearnos en el segundo plato. Empezamos con un suave paté de perdiz y unas croquetas de jamón ibérico. Y es que la mesa ha elegido segundos contundentes. Paletilla de lechal (cordero manchego obviamente), chuletas del mismo y Cabrito Lechal (choto) frito con ajos. Dejen hueco para el postre.
Y así, empapados de cultura del vino, historia y gastronomía, tomamos la carretera que va de Valdepeñas a Ciudad Real con Almagro como destino. Antes Moral de Calatrava y Granátula de Calatrava, con parada en Las Tinajuelas, quesos manchegos de los que se recuerdan. Curados, en aceite… Un espectáculo. Ya lo conocía. Alguna vez hemos visitado la casa con Carmelo y Cándido en estas tardes ociosas de verano. «Esto es lo que es queso», repetían mientras lo probábamos de éste y de aquel y cuánta razón tenían. Sabores de siempre.
Seguimos hasta Almagro. Elegimos tomar un café en el Parador. Impresionante la parada y larga por lo agradable de la estancia. Repetiremos seguro. El edificio es mágico y de sus paredes cuelga arte, por sus ventanas entra historia y por sus diferentes estancias, interiores y exteriores, el tiempo se detiene.
Dejamos bajar el sol para pasear hasta la célebre Plaza Mayor, que alberga el Corral de Comedias. Una leyenda de Almagro Actúa te recuerda constantemente la importancia del que posiblemente sea el más importante Festival de Teatro de España. De nuevo el tiempo se para. Almagro acaba ese día su Feria y sus habitantes parecen haber llegado algo cansados a ese día de clausura. Poco a poco las calles se van poblando.
Paseamos por ellas. Destilan aires de La Mancha. Casi sin darnos cuenta estamos en nuestra última parada. La Tabernilla de Almagro. Una pequeña tasca de la que nos han hablado muy bien, y que refrendan los visitantes del afamado tripadvisor. Con la primera ronda de refrigerios llega una tapa considerable de ensaladilla. Se agradece con las temperaturas que reinan. Pero sabemos lo que queremos probar y que debemos ser prudentes.
La tapa estrella del lugar es el torreznillo con berenjena de almagro. Lo de «illo» en La Mancha nunca es sinónimo de pequeño. Recuérdenlo. Pedimos dos y los compartimos. No piensen en un torrezno habitual, porque tiene casi más carne que corteza. Espectacular. Unas tostas completan el día, aunque la carta de raciones es espectacular. El precio también les sorprenderá. Paqui está cansada, pero sabe que hemos disfrutado y es lo que ella buscaba. Día redondo.
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