26 agosto, 2016
Jaime Nicolau
Lo hemos repetido en varias ocasiones, pero no hay como hacer kilómetros por España para darse cuenta del potencial que tiene nuestro país. Ese que vuelve loco a visitantes de todo el mundo y que, por desgracia, no acabamos de apreciar desde dentro.
Da gusto ver el trasiego de la vendimia comenzada en la comarca valenciana de Requena-Utiel. Ya se recogen las variedades con las que la zona elabora uno de los mejores cavas de España, el valenciano. Esperan todavía los viñedos manchegos repletos de uva tinta. Manchuela, Villarrobledo o Manzanares… Así llegamos hasta Valdepeñas, donde el vino es parte de los manchegos. Así lo perciben y defienden con orgullo. Unos pocos kilómetros después llegamos a Santa Cruz de Mudela (más de 300 desde nuestra salida) para hacer la primera parada seria y contundente.
La historia de Bodegas Fernando Castro se remonta a 1850, cuando en su propiedad de Santa Cruz de Mudela, la familia Castro comenzó a elaborar vinos blancos y tintos, procedentes de uvas de cultivo propio, que ya entonces se elaboraban y criaban siguiendo los tradicionales métodos artesanales propios de la zona.
Pero no fue hasta pocos años después, cuando su hijo Juan Manuel Castro Corredor inició la actividad comercial de la bodega. En este sentido, la construcción del ferrocarril en 1861 supone un importante paso adelante. En 1895, los vinos de Bodegas Fernando Castro cruzan nuevas fronteras, comenzándose a comercializar en Madrid, gracias al famoso “Tren del Vino”. Unos años después, sus vinos comenzaron a exportarse a Filipinas, Cuba y Centroamérica, a través del Puerto de Cádiz.
El esfuerzo y el buen hacer ha sido el que ha marcado el carácter de la familia, convirtiendo a Bodegas Fernando Castro en uno de los referentes más importantes de la Denominación de Origen Valdepeñas. Hoy sus vinos llegan a más de 50 países.
Seguimos camino hacia el Sur. Pasamos Viso del Marqués y Almuradiel y emprendemos el salto de Sierra Morena por Despeñaperros. Hemos entrado en territorio histórico. Las Navas de Tolosa hablan de batallas importantes. Jaén es tierra de toro bravo. El recorrido lo recuerda y ya se dejan ver algunas cabezas. El destino de hoy es La Carolina.
Tenemos la elección hecha. Visitaremos el Fogón Andaluz. No esperen ver manteles de tela y grandes alardes. Céntrense en disfrutar una buena cocina. De las paredes cuelgan carteles célebres de tardes históricas.
Pero hoy el cartel importante es el que empieza a desfilar por la mesa. Comienzan sin siquiera pedir con un tomate trinchado con aceite de oliva virgen que abre el apetito. Unos chopitos a la plancha, bonito en escabeche, gambas rebozadas y cazón en adobo, componen los entrantes. Y no piensen en rebozados industriales. Todo como lo hacía la abuela. Medias raciones de esas generosas para poder degustar más especialidades. Se me olvidaba un inolvidable paté de perdiz que cierra el tercio de banderillas.
Hemos dejado para el final el choto al ajillo. La carne se deshace y el sabor a la cocina de siempre es un clamor en la plaza.
Dejen hueco para el postre, aunque nosotros no lo hicimos. 12 euros por cabeza tienen la culpa. Existen aún rincones en los que saben sacar partido a una excelente relación calidad/precio. Todas las carreteras españolas esconden tesoros de este calibre. Nunca llegarán a ellos los críticos de las guías más exclusivas. Tampoco se les espera.
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Un comentario en
Junkitomix el 27 agosto, 2016 a las 2:52 am:
Muchas gracias por visitanos y les espero volver a ver,El FOGÓN ANDALUZ, es un bar de pueblo con comida casera de toda vida, 40 AÑOS DE EXPERIENCIA, sin lujos,pero calidad y experiencia