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Cargolandia

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José Antonio López
Un buen amigo me envía el texto de un manuscrito datado en el siglo XVI y que me gustaría compartir con ustedes. Lógicamente, y con permiso, utilizaré el español actual, no el de la época.

«Y se decidieron a hacer el homenaje al hijosdalgo que merecía tal honor, por lo que hizo con las buenas gentes y por su lealtad a su señor y la promoción turística de su territorio. (sic)»

Se prepararon grandes fiestas y festines y se invitó, desde el señor de más honor, al más bajo pebleyo.

Todos debían compartir alegrías y fiestas.

Y casi se hizo.

El jefe de la casa del primer mandatario hizo las listas con las invitaciones y las pasó al pregonero a su cargo para que siguiese el camino correcto. Así pues y en cadena, el jefe de la casa del segundo mandatario recibió las invitaciones y dio las órdenes al pregonero a su cargo para que realizara su cometido que no fue otro que entregar el encargo al jefe de la casa del tercer mandatario que le dijo a su pregonero que…

Nadie sabe cómo, pero, tal y como iba corriendo la noticia de los grandes festejos entre todas las clases sociales, se fueron añadiendo mandatarios que, a su vez, daban órdenes a sus jefes de casa que también las daban a sus pregoneros.

Los múltiples jefes de casa y pregoneros pensaron que, para evitar huecos, podrían llevar con ellos a familiares, amigos, conocidos y algún que otro compromiso conveniente.

Y así se hizo.

Mientras, en la casa del hijosdalgo, los dos jefes de casa daban órdenes a sus pregoneros para que prepararan la lista de invitados que debían compartir con los jefes de casa de todos los mandatarios y con sus pregoneros, así como con todas las personas nobles hasta el nivel que se había determinado.

En las cocinas, preparaban festín para doscientas personas (tengan en cuenta que en esa época había menos gente, con perdón).

A los invitados les llegaron las invitaciones puntualmente. De eso se encargaron los… (perdonen no voy a repetirlo) y algunos espontáneos que, en su afán de ayudar y agradar, habían reunido a las puertas de la ciudad a todo un reino (de la época). Comida y bebida gratis. Aunque tenga que arrastrarme.

Sin embargo, los entendidos en las casas nobles y los voceros cuyo encargo era transmitir la noticia, además de los consejeros y los cuidadores, se olvidaron de llamar a los escribas además de no proveer de tinta, pluma y papel a aquellos a los que llamaron para que dejaran constancia de tan magnánimo acontecimiento.

No queremos recordar la tragedia de la cocina que sufrió otro tanto en cuanto al personal y a la preparación de las viandas.

Y llegó el día grande y el pueblo se arremolinó alrededor del castillo y pidió entrar. Todos los jefes de las casas más los pregoneros, estaban en la puerta esperando a sus señores y a sus invitados.

Solamente ellos ya llenaban el recinto y faltaban por llegar…

…los que fueron llegando.

Nobles en sus carrozas exclusivas. Menos nobles en sus caballos, otros menos nobles en burro y los demás… a pie.

Y claro, se pedía invitación.

Como los jefes de las casas no se habían puesto de acuerdo con los voceros que, a su vez no habían contado con los jefes de casa y los voceros del hijosdalgo homenajeado y, en cumplimiento de la obligación y la máxima que ha llegado hasta nuestros días de “dale una gorra y un pito a un tonto (con perdón) y se creerá el más poderoso del mundo (sin perdón)” se armó, no la de Belén que se quedó corta, sino la de otro sitio que Dios guarde en su gloria y sirva, junto con este documento, para que no vuelvan a suceder cosas como estas en el futuro”.

Pues lo siento, amigo. Estas cosas, siguen pasando.

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