Déjate seducir por el mundo del vino

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La huella oleica de la familia Zubizarreta

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David Blay Tapia
Hay decisiones que, sin depender de ti, te cambian la vida. Y lo que puede suponer una enorme decepción deportiva puede convertirse en el inicio del camino de una de las personas más importantes de tu alrededor.

En 1994 Andoni Zubizarreta tuvo que dejar el Fútbol Club Barcelona por decisión de Johan Cruyff y, tras el Mundial de Estados Unidos, aterrizó en Valencia junto a su familia. Su mujer, Ane, y dos niños pequeños.

Cuando llegas a un lugar nuevo y eres una persona pública, tienes que buscar tu nuevo mundo. Pero todo se hace más suave si eres padre, porque aun sin querer vas a tener que llevar a tus hijos al colegio. Y ahí entablas conversaciones sinceras fuera de los focos del fútbol profesional.

Ane Barrutia, paisajista de profesión pero licenciada en la Escuela Universitaria Agrícola de la ciudad condal, siempre tuvo el gusanillo del apego a la tierra. Y se encontró con María Dolores Ferrando, que de amiga pasó en seis años a convertirse también en cómplice y posterior socia.

Aunque Ane decía que algún día harían vino, Maloles (así la llaman sus amigos) le convenció para derivar al mundo del aceite, mucho menos aglomerado. Y a partir del año 2000 comenzaron a desplazarse con asiduidad a Jaén, donde se impartían los únicos cursos de alto nivel en esta materia.

Ya convencidas, comenzó la búsqueda de una finca adecuada. Sus premisas eran claras: querían realizar un producto ecológico y derivaron a las poblaciones con más tradición (Segorbe y Enguera), pero finalmente encontraron en Requena su lugar ideal. Un territorio donde, pese a lo que pueda parecer, existen numerosas plantaciones de olivos.

No fue hasta 2008 cuando pudieron realizar la plantación de los árboles y tuvieron que esperar hasta 2013 para realizar su primera cosecha, retrasada dos años por una plaga de conejos y por los clásicos trámites burocráticos.

Sin embargo, desde entonces su filosofía ha impregnado no sólo sus productos sino a mucha de la gente que se encuentra a su alrededor. Son la única almazara certificada en la Comunidad Valenciana, mezclan prácticas antiguas con otras modernas como sondas para optimizar el agua de los riegos y sobre todo han dado una nueva vida a muchos de los agricultores cercanos. La mayoría de ellos vendían su producto (de alta calidad) a granel para otras marcas, y hoy les permiten usar un campo experimental, les asesoran y les compran sus aceitunas a un precio mejor.

El resultado son los dos aceites de OliOli (uno 100×100 arbequina y el otro con mezcla de diversas variedades) con una producción limitada que, casi sin quererlo, ya les han pedido en lugares como Alemania y la República Dominicana. Y que recientemente les ha llevado a ganar la Medalla de Plata en el concurso de aceites PROAVA.

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Todo ello bajo la filosofía ‘Un olivo por la paz’, que preside todas sus etiquetas y define su forma de afrontar el negocio: con ayuda a la cercanía y respeto a la salud de los consumidores.

De otra manera no podrían haber realizado su arquitectura sostenible en el Parque Natural de las Hoces del Cabriel. Donde, por cierto, quien quiera catar sus productos puede pedir cita. Y descubrir que no solo de vino vive la comarca.

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