Déjate seducir por el mundo del vino

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Dale la guitarra, Pepe

José Antonio López
He tenido la suerte de poder “disfrutar” de unos días de descanso en esta Semana Santa. Lo malo es que la cabra tira al monte y no podemos dejar de observar detalles y situaciones que quiero compartir con ustedes.

Si me lo permiten, claro.

Varios comensales miran, por décima vez, la carta que el camarero les ha traído.

Hay fiesta, alegría y no hay prisas.

Durante media hora y cada cinco minutos, el profesional se les ha acercado para tomar nota de algunas bebidas, entrantes o lo que sea… risas, tranquilidad. El mar delante y el tiempo no cuenta.

Pero…

De momento, algo salta en el chip del líder de la mesa y han decidido pedir y que les sirvan ¡ya! el menú de la casa. Nada de carta, nada extraordinario. El menú “que está muy bien y cuesta 12 €”.

Consenso total.

Aquí comienza la guerra. Nadie se ha dado cuenta de que, mientras la peña, intercambiaba alegrías, el restaurante de 40 mesas, se ha ido llenando.

No hay problemas.

Los “señores” de la peña saben cómo solucionar el problema.

Observan y comprueban cómo los camareros van de lado a lado sirviendo puntualmente, a quien les solicitó sus servicios en el momento adecuado.

Cada comensal tiene su técnica para llamar la atención del profesional, que, harto de preguntar, se marchó a combatir en otras batallas.

“Oiga, maestro”, “Jefe”, “Campeón” son algunos “adornos” que van poniendo con el fin de que el camarero les haga caso.

Lógicamente, el servicio tiene sus tiempos y se atiende a los que primero han pedido.

Se multiplican los “campeones”, “tío”, “amigo”… sólo se oyen estas palabras en español.

Hay unas mesas ocupadas por turistas que, respetuosamente, guardan el turno o que simplemente, esperan a que se les sirvan.

Una bandeja vuela por los aires y unos vinos van a parar al seno de una señora que no estaba en la batalla. En su afán de ser el mejor, uno de los comensales ha estirado el delantal del camarero y le ha hecho volar por los aires.

Cansados de esperar, el grupo silba y hace palmas. Es, según ellos, la forma más rápida de ser atendidos. La mesa está dando la nota. Todos se fijan en ellos y ellos piensan que son graciosos.

Siguen dando palmas y silbando.

El jefe de sala les lleva una guitarra… y la cuenta.

Todavía están pensando por qué les quieren cobrar por lo que no han consumido.

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