20 noviembre, 2024
Pedro G. Mocholí
Conocí a José María Ruiz hace años, me lo presentó ‘mi maestro’ Lorenzo Diaz; es por ello que, cuando el otro día nos saludamos en la bodega, lo primero que hicimos fue recordarlo y mandarle un cariñoso recuerdo allá donde se encuentre.
Las gestas tienen parte de verdad cuando los hechos se convierten en leyenda. Una de ellas la cuenta el propio José María cuando nos reconoció que él tuvo un sueño, y ese sueño se forjó en un viaje a Milán cuando en 1971 asistió al Primer Concurso Mundial de Sumiller.
De esa experiencia volvió con dos sueños. El primero, abrir su propio restaurante; un deseo que cumplió en 1982 cuando abrió el restaurante José María. El segundo, crear su propia bodega y así poder ofrecer su vino, basado en sus inquietudes.
Fue en 1987 cuando salieron las primeras botellas de Pago de Carraovejas, un vino que nació en la Ribera del Duero (una nueva de DO que auspiciaba grandes vinos) en aquellas primeras nueve hectáreas que acogieron sus primeros viñedos.
La primera añada salió al mercado en 1991, cuando Pago de Carraovejas ya estaba asentada con 25 hectáreas que produjeron los 70.000 kilos que elaboraron esa añada.
Con Pago de Carraovejas, José María creó un vino que posicionó la DO Ribera del Duero, consiguiendo que la producción creciera, manteniendo siempre la misma calidad.
La labor de José María Ruiz a lo largo de su carrera ha sido innegable, posicionando la bodega y el restaurante entre los mejores de España; tanto su lechazo, como su cochinillo alegran a los paladares de los comensales que a diario visitan su establecimiento en Segovia y lo acompañan con sus propios vinos.
Una vez consolidados ambos proyectos y con el viento a su favor buscaron nuevos retos, sobre todo mirar al futuro con empeño y perseverancia.
Así, llegamos al 2007 con la llegada al proyecto de Pedro Ruiz (hijo de José María), con nuevos aires e ideas más contemporáneas, pero guardando la esencia que inició su padre años atrás.
Y poco a poco, sin prisas pero sin pausas, Pedro fue tejiendo un nuevo camino en torno a la bodega. Ese proyecto no es otro que Alma Carraovejas, una búsqueda de la singularidad en los viñedos, en las bodegas, a través de territorios que puedan expresar esa simbiosis entre el viñedo, el vino y la bodega.
Alma Carraovejas es conceptualmente algo más que una marca. Es un sentimiento que sensibiliza raíces, conocimiento, personas y territorios; su principal interés es el vínculo emocional que une proyectos artesanos y genuinos alrededor del vino y de su cultura y siempre con la pasión y la autenticidad como elementos motivadores e inspiradores.
Tenemos claro que su principal ideal es preservar la identidad propia de cada una de las bodegas que integran el proyecto. Por ello, un máximo respeto al territorio y al viñedo, a las variedades y la originalidad del vino.
La función transcendental que percibes en todo momento es la de proteger y custodiar un legado natural y excepcional para transmitirlo a las futuras generaciones.
Otro tema muy importante son los objetivos y, entre ellos, encontramos los siguientes:
El nacimiento de Alma Carraovejas
El inicio del proyecto tuvo su origen en 1987 cuando nació Pago de Carraovejas en la localidad vallisoletana de Peñafiel, en pleno corazón de La Ribera del Duero. De ello nos dimos cuenta cuando visitamos hace unas semanas la bodega de Pago de Carraovejas y nos llevaron a conocer in situ los distintos ‘Terroir’ de la bodega: Pago de Carraovejas, El Anejón y Cuesta de las Liebres. El recorrido por la bodega y sus tierras fue realizado en todoterrenos 4×4 de la casa Range Rover, vehículos de alta gama que combinan a la perfección la adaptabilidad a cualquier terreno con la comodidad.
Mientras Pago de Carraovejas se elabora todos las añadas, El Anejón y Cuesta de las Liebres solo se elabora cuando la añada es excepcional, preservando el principio fundamental de la bodega, y este no es otro que la calidad.
En el 2013 llegó la ampliación del proyecto con la inclusión de Ossian Vides y Vinos, una bodega en los pinares segovianos donde encontramos unos viñedos prefiloxéricos de los más viejos de España. Allí, los viñedos y las uvas de la variedad verdejo ofrecen la mayor expresividad y franqueza posibles.
En el 2017 llega un punto de inflexión con la creación de un restaurante en la propia bodega: Ambivium, en una apuesta clara por aportar su granito de arena en armonización de vinos & gastronomía.
Al frente del proyecto encontramos a un joven cocinero: Cristóbal Muñoz Ortega, que en el tiempo que lleva al frente de sus cocinas ha conseguido grandes logros; entre ellos, una Estrella Michelin y el respaldo de la crítica gastronómica.
Junto a Cristóbal, un equipo joven con ganas de dejar huella en este proyecto, destacando al sumiller valenciano Fernando Moret.
En el 2018 una nueva bodega aparece en el universo de Alma Carraovejas: Milsetentayseis, una bodega que también se encuentra en Ribera del Duero, pero que desarrolla una personalización propia de esta DO. Se encuentra en Fuentenebro y ha realizado una clara apuesta por la personalización propia de sus tierras y viñedos. Además de una gran tradición vitivinícola, hay que destacar sus suelos de arcilla roja, cuarzo, feldespato y mica.
Continuando con esa apuesta clara por la singularidad y la personalidad en el viñedo, en el 2019 incorporan dos bodegas gallegas pertenecientes a la DO Ribeiro: Viña Meín y Emilio Rojo, situadas en el valle del Avia.
Sin lugar a dudas, Pedro Ruiz vio el potencial que poseían los vinos de esta comarca tan típica del interior de Orense.
Llegamos al 2020 cuando sale a la luz Singular Vineyard Wines, la importadora de Alma Carraovejas, que nace con el deseo de facilitar el acceso a los parajes más singulares del mundo a través de botellas únicas. Así, también se daba forma a Alma Carraovejas Distribución, facilitando y simplificando el acceso a las referencias comercializadas por Alma.
También en ese mismo año se cumplió un sueño y ese no fue otro que la llegada a La Rioja Alavesa, en concreto a Leza, con un emocionante nuevo proyecto: Aiurri.
Por último, el círculo se cierra, de momento, con la Bodega Marañones, en Gredos. Una bodega que, a pesar de su juventud, ha conseguido elaborar vinos que han conquistado a la prensa especializada tanto española como internacional.
La visita que realizamos a la bodega sirvió para conocer y catar in situ toda la amplia oferta y variedad de vinos de Alma Carraovejas.
Por la mañana, después de visitar los distintos Terroir de la bodega, catamos los vinos Pago de Carraovejas, El Anejón y Cuesta de las Liebres. Por la tarde, el resto de los vinos, llevándonos una magnífica impresión de todos ellos. Una vez finalizamos ambas catas hubo dos comidas.
La que realizamos por la mañana fue en las terrazas de la propia bodega. Allí pudimos disfrutar de la calidad de los productos de La Hoja de Carrasco, donde el propio Joaquín nos deleitó con su chacina ibérica y un magnífico jamón ibérico. También disfrutamos de una mesa de quesos y del arroz de presa ibérica que realizó el propio Cristóbal.
La cena de la noche, fue una combinación de producto y gastronomía del propio Cristóbal, que nos demostró el nivel culinario que acumula año tras año.
El menú estuvo compuesto por gran variedad de platos (algunos de ellos se servían a modo de tapa).
En las mesas de producto destacaron la cecina de Casalba y las ostras de Daniel Sorlut: Ostra natural nº1 y Ostra en escabeche nº1. Real Caviar: blinis con crema agria y papada.
Como platos elaborados encontramos: Embotado: tartaleta de berenjena escalivada con hueva de Tobiko. Curación: Anchoa de Rafa López con texturas de piquillo. Secado: sopa de ajo. Adobo: trucha frita, emulsión de adobo, sus huevas y jamón. Fermentación I: buñuelo de presa ibérica y foie, salsa estofada y chucrut de lombarda. Grasa: pastelería de cordero, canela y manzana. Fermentación II: cremoso de limón lactofermentado y albahaca. Fermentación III: chocolate y frutos rojos y azúcar y mantecado, chocolate y vainilla.
Tenemos que felicitar a la familia Ruiz, encabezados por José María, el gran patrón, y su hijo Pedro, pues ha sabido cómo ampliar una bodega que de por sí ya tenía un gran prestigio y un indudable valor y la han hecho crecer aportándole la sensibilidad necesaria para dotarla de un gran equilibrio y prestigio.
Felicidades.
Pago de Carraovejas. Camino de Carraovejas, S/N. Peñafiel (Valladolid).
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