David Blay Tapia
Los campos de la Ribera Baixa siguen igual que en 1925. Quizá algo menguados en su extensión. Posiblemente mejor tratados a causa de los avances tecnológicos. Pero, en esencia, son casi los mismos que ya se cultivaban hace 100 años a cargo de la familia Alepuz.
La marca ‘La Perla’ no es nueva. Y el emprendimiento en la agricultura tampoco. Lo que ocurre es que entonces no existía el concepto de viralización ni el de venta online. Y sin embargo, una variedad casi desaparecida vuelve a ocupar las estanterías de las mejores tiendas gourmet de Valencia. Y de muchas otras de España y algunos países limítrofes.
César y Teo, junto a su padre, decidieron hace cuatro años que querían honrar la memoria de su bisabuelo. Y encontraron en viejos graneros apenas unas semillas perdidas del Senia. El, según dicen los expertos, arroz que mejor absorbe los sabores. El que no puede pasarse ni un segundo de los 18 minutos de cocción. El que combina cremosidad, jugosidad y sabor para dar forma a los mejores platos de nuestra gastronomía. Aquel que dejó de producirse por su baja creatividad pero que precisamente por eso se convierte en único y muy apreciado.
La guerra de 1936 truncó lo que entonces era un mercado emergente. Aun más, uno diferencial. Porque siempre se ha dado estatus de productos de calidad a las naranjas, los vinos o los quesos, pero el arroz ha quedado en las casas como un componente de primera necesidad que servía para alimentar a familias enteras sin tener por ello que buscar la excelencia. Algo contra lo que pelean los refundadores de la marca.
Teo, junto a su padre homónimo, labra las tierras que una y mil veces araron sus antepasados. Cuida las cosechas, las recorre a diario, establece los planes de plantación y trata de lidiar con las dificultades que entraña un cambio climático tan evidente como la ausencia de frío en este ‘invierno’ de 2016.
César es a la vez empresario y comercial. Da forma a la imagen de marca al tiempo que visita ferias y convence desde tiendas de alta calidad gastronómica a grandes superficies de que deben apostar por ellos. Suya fue la iniciativa de presentar su producto en saquitos de tela de un kilo, personalizados con la imagen de unos querubines que hacen ademán de cargárselos al hombro. Y suya ha sido la pelea que le ha llevado a conseguir el distintivo de Denominación de Origen Arroz de Valencia. El certificado más alto de calidad al que se puede aspirar.
En familia, como hacen todo desde que nacieron, decidieron tras conseguir penetrar en el mercado ampliar su oferta. Y al Senia se unen ya el Bomba, el Albufera (que combina lo mejor de ambos) y el J. Sendra, cultivado directamente en el Parque Natural.
En una tierra donde lo autóctono nunca ha gozado de predicamento han llegado en el momento justo. Aquel en que los chef están proclamando su apuesta por la proximidad. Así lo han demostrado ya nombres como María José Sanromán en Monastrell, el multipremiado Las Bairetas de Chiva o el cocinero de la Montessori School Juan Llorca, que se ha posicionado en recetas de una de las demandas que más crece: el arroz integral.
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