30 agosto, 2024
Pedro G. Mocholí
Los veranos siempre tienen un principio y un adiós y, aunque falta algo menos de un mes, el de este año ya va languideciendo, sobre todo después de haber celebrado el pasado viernes la Fiesta Blanca de Bodegas Hispano Suizas.
Dicen que los hechos históricos destacables tienen inicios humildes y poco mediáticos. Y, en cierto modo, nos recuerdan a la primera edición de la Fiesta Blanca, que comenzó su andadura en el, lejano ya, verano de 2012.
Aquella primera edición pasó casi desapercibida y tuvo poca divulgación (fue flor de un día y esa sensación, como cantaría Sabina… “lo nuestro duró, lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks”). Fue apenas inapreciable, pero la edición siguiente, la de 2013, ya contó con el beneplácito y la asistencia de mucha gente de la comarca. A partir de entonces, la Fiesta Blanca se convirtió en el referente festivo y vinícola de la Plana Utiel-Requena.
Esa impresión hizo que no solo se consolidara sino que, edición tras edición, las demandas de entradas y de asistencia se multiplicaran año tras año. No son pocos los que apelan a mi amistad con los responsables para conseguir una entrada, pues su fama ha trascendido más allá de la propia comarca.
Todos los años, coincidiendo con los inicios de la vendimia, Rafa Navarro y Pablo Ossorio engalanan la bodega con la ayuda todo el equipo de Hispano Suizas y esperan la llegada de los invitados para posar con copa en mano en el photocall que sitúan en el recibidor del edificio. Este año, en la foto de rigor, nuestra copa estaba repleta de sueños y pasiones rosadas, de su Impromptu Rosé, ganador de innumerables lances en certámenes vitivinícolas y elegido Rosado del Año en varias publicaciones. Y eso que a última hora pudieron tener algunas complicaciones, pues una de las tormentas de verano dejó varios litros de lluvia, pero ello no fue óbice para encontrarlo todo en perfecto estado de revista.
Como he dicho, Pablo y Rafa, no solo reciben a los invitados, sino que posan con ellos para una instantánea que será el inolvidable recuerdo de haber asistido a la Fiesta Blanca de Hispano Suizas.
Con esa copa en la mano pasamos al inmenso espacio donde comenzamos a degustar las primeras escaramuzas gastronómicas, acompañadas de un jamón ibérico cortado a cuchillo, como las exquisitas croquetas de gamba al ajillo; el sempiterno bombón de foie; los sabrosos lingotes de mousse de tomates secos y sardina ahumada; el delicioso tartar de atún con emulsión de soja; el hojaldre de roast beef con mostaza o el mini cucurucho de ensaladilla rusa.
Ese fue el primer desembarco del catering que tenían preparado como recibimiento. Al ritmo del bocado a bocado, la barra acomodada para servir los vinos ya había ampliado la oferta encontrando la totalidad de los vinos de la bodega: Impromptu Sauvignon Blanc, Bassus Finca Casilla Herrera (Premio GastroCope 2024, como mejor vino), Bobos y las joyas de la corona Tantum Ergo blanco y rosado.
Con puntualidad germana, y solo después de que todos los invitados hubieran pasado por el saludo, comenzó la fiesta; y la presentación de la cena superó ediciones pasadas. El montaje, la exposición y, sobre todo, la diversificación de gastronomías que encontramos. Fue algo más que sobresaliente.
Mesas de cocina japonesa, de salazones (anchoas, boquerones o encurtidos), mesas de conservas (mejillones, zamburiñas o caballa en aceite de oliva). Destacó también la mesa de chacina ibérica (salchichón, chorizo… nunca falta la cecina en señal de cariño a la tierra de Pablo), quesos seleccionados y una más que resultona tortilla de patatas, esta con cebolla.
El aroma de las brasas nos fue cautivando y nos acercamos a la improvisada barbacoa que se montó para la ocasión. Y allí vimos al parrillero despachando a tutiplén entrecot de ternera y brochetas de rape, consiguiendo un punto óptimo de calor.
Poco a poco todo se fue asentando con un ritmo del servicio y de cocina no solo excelente, sino cuidado, en la presentación y en la reposición de platos. En ningún momento estuvo una mesa desasistida de productos, por lo que hubo mucha tranquilidad y sosiego.
Algo que también se repetía fue el servicio de vinos y cavas, todo a la temperatura ideal, con copas Riedel, pues hay que reconocer que cada vez es más importante la calidad de una copa.
Conforme avanzábamos llegó la hora del castillo. Apenas había pasado un cuarto de hora de la medianoche, Pablo dijo: “senyor pirotècnic, pot començar”, y así comenzó el tradicional castillo de fuegos artificiales.
Una vez acabado, el grupo musical Señor Miyagi Rock Band comenzó su particular actuación. Hay que reconocer que J. Antonio M. Motos (voz y armónica), Jorge G. Bastida (guitarra y coros), Rafa Muñoz (guitarra y coros), Jesús Pérez (bajo) y Javier A. Montes (batería) hicieron las delicias de los asistentes, ya que que le tienen cogido el pulso a la actuación e hicieron que disfrutáramos de sus canciones y las cantáramos a coro con ellos.
Lentamente la noche fue pasando y, aunque los ánimos se mantuvieron, había que ir diciendo adiós y quedándonos con los buenos recuerdos (que son muchos) de esta edición, y esperar con ansiedad e ilusión a la del próximo año. Viva la Fiesta Blanca del 2025.
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