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Amistad, admiración, amor a las tierras y pasión: la receta de los «rockeros eternos»

31 enero, 2024

Jaime Nicolau

En todos estos años contando historias del mundo del vino valenciano hemos tenido la inmensa suerte de ir conociendo a las personas que hay detrás de cada proyecto. Hemos visto cómo han trabajado con pasión para que eso que un día soñaron se hiciera realidad. Hoy quiero hablaros de un trío que admiramos y del que aprendemos cada día. La misma admiración que se profesan el uno al otro y el otro al uno. Porque solo desde la admiración se puede mejorar. Cuando somos capaces de admirar virtudes y conocimientos del otro con la menta abierta a aprender se estrechan unos profundos lazos que con el paso de los años se aprietan fuerte para no romperse jamás. Así son Pablo, Miguel y Rafa (Calatayud, Velázquez y Cambra), tres pilares fundamentales de la DOP Valencia y del éxito de Terres dels Alforins. Tres de sus ilustres presis, cargo que ahora ostenta Rosendo Biosca.

Y a los que se preguntarán si es posible que un periodista que escribe de vinos aprenda y admire a viticultores y bodegueros, la respuesta es rotundamente sí. Se aprende a entender el por qué de los proyectos. Se aprende a entender la pasión por un territorio. Se aprende a entender la lucha por hacer mejor la vida de la gente de los pueblos. Se aprende a entender que tenemos, entre todos, la misión de dejar a las generaciones futuras el mejor legado posible.

Ahora es cuando igual me matan, pero voy a tirar de confianza en ellos para contar algunas vivencias privadas, que hoy creo que se pueden compartir. Es un privilegio ver cómo comparten conocimientos, catan, investigan, viajan y vuelven a compartir. Cómo dice muchas veces Rafa «hay sectores en los que no te dejan pasar de la máquina del café para que no veas lo que hacen. Y aquí las puertas están abiertas». Y es tal cual. Saben que el otro siempre está ahí para ayudar, o simplemente escuchar. Entendieron hace mucho tiempo que el bien del territorio no podía construirse sin ir de la mano. No es fácil encontrar esta complicidad en el sector del vino. Esa puede que sea la magia de Terres dels Alforins. Saben perfectamente luchar por lo que les une, y lo hacen olvidando lo que les separa. En el caso de Pablo, Rafa y Miguel, les une todo.

Recuerdo una Noche del Vino de la Denominación de Origen Valencia en el Botánico. Un evento con mucha magia. Llegamos hasta la mesa de Celler del Roure con los vinos de la bodega preparados para ser degustados. Pablo me hizo una seña de complicidad para que me esperase a que terminara con dos winelovers. El brillo en los ojos apuntaba a algo especial. Sacó una botella de debajo de la mesa para que la probarámos juntos. Era el «embrión» de un nuevo vino. Escuchar cómo y por qué nacía ya te colocaba en situación. El vino era diferente. De esos que hacen saltar la chispa. Le vaticinamos éxitos y nos dimos un abrazo (con las gafas en posición abrazo, Pablo). Ese vino era Parotet. Es cierto que ha evolucionado desde entonces. El jueves Luis Gutiérrez le dio 95 puntos Parker, los mismos que a Maduresa, un clásico que ha sabido adaptarse al paso del tiempo.

La anécdota con Rafa va a ser más reciente. No me canso de repetir su incalculable talento. No me canso de alegrarme de sus éxitos porque tenían que llegar. Hoy tiene el proyecto que soñaba en las tierras que admiraba y a sus amigos Miguel y Pablo bien cerca. Realmente siempre los tuvo ahí. Con Rafa alimentan la mente hasta los silencios. Ama lo que hace y le brillan los ojos cuando mira sus viñas en terrazas centenarias. Hace aproximadamente un año me llamó porque tenía visita de un grupo de periodistas, entre ellos un crítico importante a nivel nacional de un diario de gran tirada. Quería algún periodista valenciano en la jornada. Llegó la comida y los vinos comenzaron a desfilar. Ese periodista anotaba y anotaba. Y llegaron Soplo, y Casalabor y La Forcallà de Antonia… y mi colega apuntaba variedades a vuela pluma y siempre terminaba con la misma pregunta: ¿Cuánto cuesta este vino? Y sonreía. Le pareció que todos los vinos debían costar más, porque los vinos emocionaban y daban más. Lo recuerdo muchas veces con Rafa, que prefiere seguir paso a paso y con los pies en el suelo. Hoy dos de esos vinos tienen 95 puntos Parker.

Vamos allá con Miguel. El feeling es mutuo desde el inicio. Comparte con Pablo la capacidad de llevarte a conversaciones eternas y mágicas, con una copa de vino en la mano. Casa Los Frailes es el proyecto familiar que su padre Carlos Velázquez  «forzó» a afianzar a Miguel y su hermana María José. Ellos aceptaron el reto. Miguel es calma absoluta y reflexión constante. Muestra pasión por un territorio en el que se han criado desde niños. La anécdota con él me lleva a un vino como Moma. Un excepcional coupage de monastrell y marselán que llegó rompiendo moldes. Después llegó 1771. Una fecha histórica para la familia Velázquez y una historia espectacular para rendir tributo a la monastrell. Tras él los parcelarios… y algún tesoro que me guardo y que algún día dejará de reposar en la bodega fonda. 1771 ha vuelto a ser uno de los grandes monastrelles de Valencia para Parker con 93 puntos.

Gracias por estos mágicos 18 años. Llegarán muchos más. Sabéis que es admiración y cariño a partes iguales.

 

 

 

 

 

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