11 February, 2015
José Antonio López
Un buen amigo lleva semanas dándome la vara con que vaya a conocer un restaurante llamado Vino Tinto. Junto al Teatro Olympia. La verdad es que paso por allí muchas veces, pero no he prestado atención a un local ubicado donde antes había una centenaria casa de tejidos.
Allí compré, hace años, gran parte del ajuar de mi casa.
He quedado a las 12 y, puntualmente acudo a mi cita con Javier, el responsable del restaurante. Consigo una ventaja que me llena de satisfacción. He de esperar un poco porque “tengo que acabar un par de platos que tengo en el fuego ¿no te importa, verdad?”.
No, no me importa y te lo agradezco. Miro, observo y me admiro. Estoy en un local amplio con unas grandes mesas y una distancia, entre ellas, que consiguen la añorada intimidad. Cuidada vajilla, cristalería y cubertería. Las servilletas de tela. Inmaculadamente limpias.
A la entrada, un pequeño atril donde te atienden al segundo. La barra, sobre el antiguo mostrador de la tienda. Enfrente, un mostrador para poder degustar los platos si tienes un poco de prisa o no te apetece sentarte. Tras la barra, las estanterías de los tejidos, acogen las botellas de licores. Si miras arriba, una joya de barandilla metálica guarda, celosamente, el descanso de cientos de botellas de vino.
En el techo, cajones de madera levemente iluminados contrastan con su color claro con el resto del local, en oscuro.
Hay mucha luz. Se han conservado las enormes cristaleras del antiguo negocio consiguiendo un ambiente exclusivo. Vale la pena disfrutarlo.
Se ha adecuado una tienda del siglo pasado a un moderno restaurante de hoy.
Y lo han conseguido.
Javier Van-Gemert, apellido holandés, y García por parte de madre, viene a mi encuentro. Este joven cocinero, peina tan sólo 32 años. Es informático y lleva algunos años siendo el responsable de Vino Tinto.
El restaurante toma el nombre de una franquicia que no llegó a buen puerto. El local de Valencia, se queda con el nombre y con unos de los puntales de su cocina.
Javier se marchó a Bélgica desde su adorada Cangas de Onís, para ejercer su profesión de informático. Poco le duró el trabajo de ordenadores al cruzarse con el dueño de Les Asturiens, alta cocina asturiana en el centro de Bruselas.
Comienza a visitar el restaurante y a enamorarse de la cocina. Seguramente se le despertó el gusanillo que llevaba dentro. Su madre tenía un restaurante en Madrid llamado el Horno de Santa Teresa y es donde se ha criado él, bebiendo de las fuentes culinarias de su madre y de su abuela.
De Bruselas a Gijón. A aprender y a formarse. Christian, de Casa Pedro, se convierte en su mentor y le hace rodearse de profesionales de la cocina. Desde entonces todos sus amigos, sus reuniones y su tiempo libre los comparte con gente de su profesión.
Se enorgullece de contar con amigos con quienes comparte recetas, descubrimientos y a quienes acude cuando tiene un problema.
Humildad.
Viene a Valencia, requerido por el dueño del local y toma las riendas del mismo.
Trabaja y vive junto al mercado Central. Es una de sus pasiones. Todos los días visita las paradas de este templo de los productos frescos e intenta aprender de los profesionales que los dirigen.
Está convencido de que hay que respetar los productos. Si son buenos no hay que manipularlos demasiado. Son buenos, porque lo son. Sin más. Lo principal es saberlos elegir.
Javier está orgulloso de la cocina que ha creado junto con su equipo. Se nota compenetración.
En septiembre del 14 ganaron el Concurso de Tapas con la Hamburguesita de Sepionet.
Este año han ido a representar a Valencia en Madrid Fusión.
Ama tanto a Valencia que se emociona al recordar que un asturiano y un colombiano han sido las tarjetas de visita de nuestra tierra en tan afamado concurso gastronómico.
Con un par.
Para Javier el menú perfecto sería una buena botella de vino, una yema, pulpo y un buen chuletón…
Hablamos de platos.
La yema trufada con espuma de patata y polvo de jamón. No pueden quitarlo del menú.
Como otras sugerencias la Ensaladilla Rusa y el pulpo de Pedrero.
Recomienda la hamburguesa. En algunos sitios, como en Vino Tinto, este popularísimo plato adquiere una relevancia magistral.
El rodaballo de lonja a la plancha con loreo de ajos y guindilla.
El calamar de playa a la plancha en su punto o un maravilloso kilo o kilo doscientos de chuletón de Galicia, traído de allí, expresamente para él.
En postres, la tarta de manzana la hacen al momento. Si lo prefieren, tomen la tarta de queso con la receta de su abuela y prueben el helado de yogur con galletas oreo y una emulsión de chocolate blanco.
Sencillo y sabroso.
Vinos, los tienen todos. Y es más, a precios asequibles que permiten degustar más de una botella, si procede.
Cuando vayan no dejen de visitar la cava. Está en el sótano. Es el lugar donde envejecen los vinos y se pueden tomar de una manera especial. Es un santuario que hay que ver. Por todo. Decoración, colocación de mesas y vinos, iluminación, olores y silencio.
Ya me dirán.
Vino Tinto está en la calle San Vicente Mártir, 44. Su teléfono de reservas es el 963 94 24 42. Tiene un menú diario compuesto por primer plato, segundo, postre y bebida por 14,50 €. Las noches y festivos, carta.
Cierra los domingos noche.
Cuando vayan saluden a Javier y a su equipo. Son la amabilidad en persona.
Gracias, Saúl, por insistir en que conociera tu casa porque es más que tu lugar de trabajo.
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3 comentarios en
Un ginecólogo el 4 March, 2015 a las 10:24 pm:
Estuve hace un mes con unos amigos. Me lo recomendó un colega en Madrid y el resultado fué espectacular. Además de la calidad de los productos,la delicada elaboración y presentación de platos, tienen una cuidada carta de vinos con una bodega de altísimo nivel. Atención muy eficaz, amable y agradable. Mesas amplias y separadas. Limpieza extrema y precios perfectamente asequibles. Ah, en la barra tienen una persona que tira la cerveza como Dios manda. Sobresaliente. Muy recomendable. En esa línea pienso que en breve recibirá la primera estrella.
Arsvivendi el 18 July, 2017 a las 12:08 am:
Dudo mucho que Javier se cristal entre los fogones del restaurante Horno de Santa Teresa, no creo que ni llegara a conocerlo, pues no le unía ningún lazo con los propietarios, José iglesias Álvarez y su mujer Dolores Iglesiás del Castillo, que al fallecer, en tráfico accidente, fue heredado por sus hijos Caridad y Pepe. Posteriormente el Horno de Santa Teresa fue adquirido en su totalidad por Pepe y regentado por él. Ninguna relación pudo tener Javier, como he indicado anteriormente, con dicho restaurante. Todo un dislate.
Jaime Nicolau el 18 July, 2017 a las 4:37 pm:
Lo preguntaremos de nuevo descuida