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Vega Tolosa: un tesoro que emerge con fuerza en Manchuela

18 July, 2018

Jaime Nicolau / Fotos y Vídeo: Fernando Murad-Vicent Loop
Los valles del Cabriel y el Júcar esconden entre sí un paraje espectacular, cuna de viñedo de bobal, dentro de la DO Manchuela. Es ahí, en Casas Ibáñez (Albacete), en un espectacular balcón al valle del Cabriel, donde nace uno de los proyectos bodegueros más destacados en la vecina Manchuela, Vega Tolosa. Es el paraíso de Juan Miguel y su familia, especialmente su hermano Emilio. Uno se encarga del viñedo, el otro del resto. Los dos tuvieron muy claro, hace cerca de 30 años, cuál era el camino a seguir por la empresa familiar de la que son ya la cuarta generación.

Lo primero que hicieron fue mirar al viñedo como pilar fundamental del vino. Lo segundo combatir la dura sequía de la zona con mimos hacia las cepas, logrando que el terruño viviera única y exclusivamente para que en él crecieran cepas llamadas a elaborar vinos de calidad. “La tradición de esta zona nos ha enseñado que la clave es la costra. Controlarla mejor dicho. Por costra se entiende la capa que se forma en el suelo tras la lluvia. Hay que estar muy pendiente y deshacerla con un laboreo suave. La tierra tiene que estar siempre esponjosa”, habla Juan Miguel Tolosa, alma mater de la firma.

Apenas hemos empezado el recorrido por el extenso mar de viñas de esta firma. Cerca de 220 hectáreas, por las 20 que manejaba su familia en los inicios. De aquí, de esta parcela en concreto de 35 años, surge Bobalicon y su hermano gemelo para EEUU. Produce unos 3 kilos por cepa. Es uno de los pilares de la firma. De este vino se elaboran unas 150.000 botellas. Un joven de bobal con tres meses de barrica. Todo el viñedo es ecológico. Es una de las señas de identidad de la firma. “Trabajamos con mucha prevención. Mucha viticultura, es la clave de un viñedo ecológico”. 

“Mi padre siempre nos decía que para él sólo existían 3 variedades: bobal, bobal y bobal. Cuando llegó la moda de las foráneas nos dejó hacer y plantamos algunas parcelas. Pero el tiempo le ha dado completamente la razón”, señala Juan Miguel.

Andamos un poco y llegamos hasta la parcela de Chardonnay. De aquí surge el Capricho Divino seco en coupage con Sauvignon Blanc. “Capricho Divino tiene cuatro productos que funcionan bien, pero estamos muy satisfechos con éste. Ha recibido un oro en el Mundial de Bruselas. Esta tierra le viene muy bien a la Chardonnay por arcillosa y profunda, con lo que es muy productiva. Aquí la bobal no funcionaría tan bien”, señala Juan Miguel. Habla quien conoce bien el terruño. Junto a su hermano y su padre lo habrán cabalgado, andado y trabajado millones de veces.

Pero no está todo visto, ni mucho menos. Queda la joya de la corona. Finca Los Halcones, el viñedo centenario de bobal que maneja la familia. Un balcón natural al valle del Cabriel. Un paraje donde el tiempo se detiene y donde la diferencia térmica entre el día y la noche se deja notar de manera especial. “Es la parcela más vieja. 25 hectáreas de bobal centenario. Produce 1/1,5 kilos por cepa. Le pregunto a mi padre cuantos años puede durar y él me dice que nunca ha visto una cepa secarse por vieja. Tenemos todo el Valle del Cabriel delante, con lo que siempre hay aire y una enorme diferencia térmica entre el día y la noche. Tiene un suelo muy fértil que no serviría para viñedo joven pero sí para el que tenemos. Es una uva que nos da un valor añadido para Finca Los Halcones. Cuando lo plantaron el que compró la tierra era todo pino y talaron para construir el pueblo, en concreto el cine, y la arrendó a mi familia que plantó viña”, explica Juan Miguel.

Con este enorme gusto en el paladar tomamos camino de regreso a la bodega. Juan Miguel no para de comentar cada parcela que pasamos. Se sabe su historia como nadie. Llegamos hasta la bodega, una construcción de 1998 en la que tecnología de última generación, una espectacular sala de cata y una nave de crianza de 150 barricas acaban de rematar un proyecto espectacular. “Aquí reposan los vinos. Somos nosotros los que los vamos catando y decidimos cuándo están para salir al mercado”, señala el bodeguero. “La clave es no dejar de catar. Y trabajar con la pasión que toda la familia le ponemos”.

Y para cerrar el círculo, el enoturismo. Estamos ante una bodega claramente puntera en la materia, que recibe miles de visitas al año y que atiende Juan Miguel en persona. Él con la ayuda de su hija Mariluz, quinta generación ya de la familia y que nos enseña la bonita tienda que supone el fin de esta jornada inolvidable. Nosotros ya somos fieles de Vega Tolosa. La crítica y los reconocimientos internacionales van llegando. El viaje ha merecido la pena. Gracias José Esteban por ayudarnos a descubrir este tesoro de Manchuela.

 

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