29 December, 2023
Pedro G. Mocholí
La mayoría de las comisiones de Fallas, por no decir la inmensa totalidad, reducen en un porcentaje muy alto toda su actividad una vez ha finalizado la semana de Fallas.
Pero como todo en la vida, existen varias excepciones. Una de ellas es la falla de Espartero con Ramón y Cajal, toda una histórica del centro de Valencia, famosa por su apuesta por la falla infantil, de la que poseen varios primeros premios. Sin embargo, no podemos olvidar que este último año, fue la falla “de los mayores” la que consiguió un primer premio de “La Sección Primera”.
Esta comisión mantiene la mayoría del año abierto su casal. En él celebran comidas y cenas, y muchos son los falleros que se acercan a disfrutar de la actividad gastronómica que se mantiene a lo largo de los 12 meses.
El mullidor y animador de esta sensación es su presidente, José López Ibáñez, un amante de las Fallas y de la gastronomía. Un estilista “cocinillas”, un verdadero maestro en guisos y arroces.
Raro es el fin de semana o viernes en el que el presidente de la falla no conchaba a su guardia pretoriana y los incita a almorzar o a realizar un buen arroz. En el tema arrocero se hace acompañar de un gran arroz como es Molino Roca.
Y como no podía ser de otra manera, qué mejor para despedir este 2023 que reunir a la totalidad –porque hay que reconocer que esta comisión es como en Fuenteovejuna: “todos a una”– de los falleros y realizar una interminable jornada gastronómica.
La jornada comenzó con un buen almuerzo: mollejas de ternera con ajos tiernos y gambas a la plancha. Como verán, no se andan por las ramas.
Una vez acabado el almuerzo, los grandes peroles ya se iban calentando para acoger un cocido que iba a congregar a unos 150 comensales, como pueden observar, bromas pocas. Porque su fama se ha voceado tanto que es fácil ver a miembros de otras comisiones falleras acercarse y disfrutar de la buena mesa de esta comisión.
En estas congregaciones hacen presencia verdura a raudales, carne de pollo, de gallina, de ternera y el infalible tocino fresco para juntarlos con los tuétanos y elevar el orgasmo gastronómico a una escala inimaginable.
Al frente de todo el quilombo “el presi”, porque a Josechu –mote otorgado en los Dominicos– le gusta estar al frente de cualquier actividad, y no dejar a nadie al mando de los fogones.
Después de casi cuatro horas de lento, pero persistente “chup-chup”, el cocido se encontraba en su punto álgido, y por lo tanto el más sabroso. En ese momento detiene el fuego, y tirando de ayudantes (como ya he dicho, aquí son como en Fuenteovejuna), poco a poco las bandejas se van sirviendo en las mesas corridas, que van desbordadas de carne y de verduras cocidas al punto.
Primero, a la mesa ha llegado el caldo de cocido, por supuesto con arroz, pues aquí se exhala valencianismo hasta la extenuación.
El resultado supera con creces las expectativas generadas y los platos se repiten con un gran sentir de satisfacción.
Entre los asistentes se encuentra Rodolfo Valiente de Bodegas Vegalfaro, que ha traído un par de mágnum para que no falte de nada. También se encuentra Miguel Ángel, propietario y creador de la franquicia Spagnolo, que también ha traído un vino que elabora en la Ribera del Duero.
De postre, unas buenas Trufas Martínez, otro gran clásico de nuestra ciudad que está muy próximo de cumplir los 100 años de historia desde que lo abriera Hilario Martínez, abuelo de la actual propietaria Teresa Ricard.
Bueno, como pueden observar, en la Falla Ramón y Cajal con Espartero, las actividades, sobre todo las gastronómicas, se mantienen vivas, muy vivas a lo largo del año. Sin duda son unas magníficas compañeras junto al espíritu fallero que les aseguro que está muy presente a lo largo del todo el año.
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