Toni Arráez: Cambiando la historia a golpe de canalladas y Mala Vida

Jaime Nicolau / Fotos: Fernando Murad

Ocurre sin apenas tiempo a la reflexión. Hay generaciones que hacen saltar por los aires los límites establecidos, catapultando el trabajo de sus antecesores con un enfoque personal e intransferible. Esto es lo que ha ocurrido en Bodegas Arráez desde que, allá por 2007, el joven enólogo Toni Arráez regresara de completar su formación trabajando en las más afamadas zonas productoras españolas. Más de medio siglo antes, en 1950, su abuelo Antonio Arráez Garrigós, tuvo la genial idea de hacer una bodega en su querida La Font de la Figuera. Comenzó entonces la comercialización de sus vinos, tanto a granel como embotellados, incorporando nuevas técnicas enológicas, vitícolas y comerciales.

Tres décadas después fue su hijo Antonio Arráez Ibanco, padre del actual CEO de la firma, el encargado de la industrialización e internacionalización de la empresa, una etapa en la que destacó el gran crecimiento de la exportación, llegando a máximos históricos, así como el crecimiento exponencial de la plantilla.

Y llegamos a la etapa actual. Corría el año 2007 cuando llegó el turno de Toni Arráez, la tercera generación. Lleva el vino en las venas porque lo ha vivido en casa desde que era un niño. Primero, como él dice, con sus iaios y después con su padre. En la primera década del nuevo siglo tomó el relevo de este para ponerse al frente de una bodega de enorme tradición dentro de la DOP Valencia. Y con él llegó la revolución. Venía con las ideas claras: conectar con el público joven a través del marketing y poner en valor su querido pueblo, el origen de sus vinos. Y lo ha hecho haciendo gala de La Font de la Figuera en cada rincón del mundo al que ha viajado con sus productos.

Y entonces llegó Mala Vida. Cuenta Toni que el vino nació por casualidad en una tarde de brainstorming en una conocida vinoteca de Valencia, regentada por su amiga Francesca. Después llegó La Mostra y llevaron un puñado de botellas. Le siguieron ferias internacionales en las que, poco a poco, se iba atreviendo a mostrar una botella que escondía bajo el mostrador por si era demasiado irreverente. Y los prescriptores comenzaron a pedirlo, y se fueron sucediendo los pedidos hasta convertirse en un fenómeno capaz de fagocitar a la propia bodega.

«Mala Vida cambió nuestro proyecto para siempre», señala Toni. Y así fue. Aquel éxito aceleró los planes de Toni Arráez al tiempo que resultó un espaldarazo a sus creencias. La palabra canalla comenzó a acompañar a la bodega allá donde iba conectando de manera definitiva con un público joven con el que el mundo del vino había desconectado. Y llegaron más canalladas: Vividor, Vivir sin Dormir, Cava Sutra, Bala Perdida… con algunas muy sonadas como el grito de Hu-Ha junto a Chimo Bayo. Junto a ellos nacieron los vinos de porte serio y de abrazo a los orígenes, abanderados por la saga Los Arráez, dando protagonismo a las uvas autóctonas.

Y llegó la nueva bodega, inaugurada hace apenas cuatro años, para dar rienda suelta a todo el universo Arráez. Llegó para abrir el proyecto al mundo y recibir visitas cada día del año, para hacer partícipe a todo el que quisiera de la historia y el proyecto de una firma aferrada durante siete décadas a La Font de la Figuera.

Hace solo unas semanas Mala Vida se hacía mayor. Arráez presentaba Mala Vida Edición Limitada. Un homenaje al vino que lo cambió todo. Un abrazo a la monastrell y garnacha que reposan en El Capurutxo. El brindis al sol de un enólogo que ha cambiado la historia de una bodega con arraigo.

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