@5Barricas se propone descubrir el río Cabriel, el último gran río mediterráneo mejor conservado del sudeste europeo, acompañado de la familia Serie X de BMW
Tres paisajes cofrentinos. Un castillo asentado sobre la chimenea de un volcán. Una olla que te sube los colores. Y el punto final de un viaje que en realidad es un comienzo.
Un hito en el curso del río Cabriel: La Noria hidráulica de Casas del Río. Los Sardineros: un pueblo abandonado dejado de la mano de Dios y de la de los hombres. Y una casita de muñecas que guarda en su interior un manantial con muy malos humos: el Balneario de Fuentepodrida.
Un museo arqueológico que es una revelación. Un paisaje compuesto de una paleta de colores dorados y ocres. Y una ribera habitada por los últimos hortelanos cabrielinos. Bienvenidos a la otra orilla del río Cabriel: la Manchuela.
A veces los cielos no quedan justo encima de la cabeza. Como tampoco algunos paisajes a la altura de los ojos. A veces para descubrir ciertos cielos y los paisajes que los acompañan hay que asomarse. Como los que atrapa la tersa piel del río de las Hoces del Cabriel.
La tierra orgullosa, fuerte y segura
El Altiplano. Una isla desgajada de la meseta castellana por la depresión del río Cabriel. Y como dos barcos varados sobre un mar de viñas: Utiel y Requena.
Un apellido que es una institución. Una antigua Casa de Postas en activo. Un paraje fruto del duelo entre la piedra, el agua y el viento. Y uniéndolo todo: la carretera histórica construida por Lucio del Valle en 1850.
Atravesamos la puerta de salida de la Serranía Baja. Visitamos un monumento natural: Las Chorreras de Víllora-Enguídanos. Y divisamos la cola del Embalse de Contreras con los ojos de un descendiente de los antiguos colonos de La Fuencaliente. Impresiones líquidas.
Un mercado itinerante. Un castillo derrocado y olvidado (s. VIII). La carretera más bonita de España (N-420). Un puente de origen romano con nombre de mujer. Y un paisaje ilustrado. Escenas y escenarios del tramo alto del Cabriel.
Donde la tierra enhebra el sol
Un señor castillo. Una cueva sagrada. Un marcador equinoccial puro. Y una aldea que hace honor a su nombre: Villa Paz. Recorremos las orillas de los ríos tributarios del Cabriel: Ojos de Moya y Mira
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