5 June, 2020
David Blay
Podrían ser muchos más, pero en previsión de que podamos movernos entre provincias muy pronto y con ánimo de ofrecer diversas opciones a menos de una hora de Valencia, concluimos tras mes y medio de desescalada esta serie de escapadas soñadas, cuya realización está por fortuna cerca ante la apertura progresiva de negocios hosteleros.
Y lo haremos en una porción de tierra que acumula años de experiencia en la tradición vinícola y que además marida perfectamente con la gastronomía más arraigada en nuestras raíces.
Cerca de uno de esos núcleos atrayentes se ubica Moixent. Y en la población se enclava una bodega que ha superado los 25 años de historia y que posiblemente capitaneara la evolución que los caldos valencianos han protagonizado en la última década.
Allí es sencillo retroceder cuatro siglos de golpe y sumergirnos en el patrimonio histórico de la bodega Fonda, que pasó a formar parte de Celler del Roure tras sus exitosos inicios y provee a sus creaciones del sabor de tinas de más de 1.000 litros perfectamente conservadas.
A ello además se une la posibilidad de descubrir la uva Mandó, que Pablo Calatayud y su familia recuperaron de una completa extinción y que puede apreciarse dando un paseo junto a ellos por la ladera de la Serra Grossa, antes de decantarse por degustar los (en su momento) revolucionarios Maduresa o Les Alcusses o los más recientes Safrà, Les Prunes o Cullerot mientras se observa el huerto ecológico y animales como liebres, gallinas, burros o ciervos campando a sus anchas por el terreno.
El último tránsito nos lleva a 30 kilómetros, apenas 20 minutos de desplazamiento, para sentarnos en una mesa donde previamente habremos encargado uno de esos manjares que la mayoría de turistas desconocen, pero que forman parte de la idiosincrasia de nuestra familias desde hace decenios.
El restaurante Sierra Enguera, cuya población le da su nombre, nos llama por varias razones. Pero la fundamental, la que nos traerá hasta allí, es comernos un arroz al horno. Con verdura y carne de la mayor proximidad posible, una elaboración que ha transitado generaciones y la vista puesta en la montaña, poco nos importará si hace calor. Hay alimentos que son atemporales.
Pero no es el único motivo éste. A él se une el hecho de que como conclusión del día visitaremos las Bodegas Enguera, una joya de la agricultura sostenible y el estudio sobre cómo mitigar el cambio climático que nos invitará a pensar en todo lo ganado en este aspecto durante el confinamiento. Y en cómo deberíamos seguir teniéndolo presente.
Por eso transitaremos junto a Pedro Iglesias por la memoria de su homónimo y fundador, don Pedro Pérez Pardo, que ideó lo que hoy la segunda generación de la familia ha convertido en un lugar casi considerado de culto.
El Ecotour, que consta de un camino balizado alrededor de sus viñedos donde se han introducido hierbas aromáticas que atraen a los insectos (los mejores controladores naturales de plagas) es solo una parte visible de una filosofía con la reducción de la huella de carbono o del consumo de agua como piedras angulares para la elaboración de sus vinos.
Pero también, más allá de la caminata y la cata, lo es la iniciativa Enguera Planet. Un centro de investigación que, en colaboración con diversas universidades, ha desarrollado desde un protector solar para las vides hasta un plan de conservación de murciélagos, el mayor garante de la lucha natural contra la polilla del racimo.
Porque, como ellos mismos dicen, no podremos seguir haciendo grandes vinos si no cuidamos la naturaleza. Y esa es precisamente una de las lecciones más importantes que deberíamos llevarnos de lo que hemos vivido (y sufrido) en los últimos tres meses.
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