1 October, 2015
José Antonio López
Todavía es noche cerrada. Los jornaleros, con el hato al hombro, se preparan para ir a la huerta. Los ideales y los caliqueños se encienden una y otra vez. Comienza la procesión diaria hasta un pequeño local que se levanta en medio de la huerta. José Flor y Vicenta regentan una bodega que abre sus puertas antes del alba. El barrechá, los carajillos, la paloma, el sol y sombra. Hay quien llega antes que los dueños, lo cual provoca risas entre los parroquianos. “José se te han pegado las sábanas”. Y Vicenta se pone el delantal y participa de la fiesta matutina. Quedan muchas horas por delante, pero su primera satisfacción es ver la alegría de los “que se van a deslomar” en el campo.
Comienza un nuevo día para la Bodega Flor en su solitaria ubicación. Un carro rompe el silencio del amanecer.
Estamos en 1893.
Entre toneles de vino, odres de aceite y las mil y una cosas que poco a poco iban incorporando a la bodega. José y Vicenta empiezan una labor que llega hasta nuestros días. “Todo se hacía en el momento. Era una dedicación continua a ofrecer lo que teníamos, elaborado de la mejor manera posible”. Me comenta Inmaculada, la tercera generación que, junto con Mercedes, llevan actualmente el local.
Con el tiempo se incorporan al trabajo la tía Pepa, Vicenta y José. Tanto unos como otros e incluso los más pequeños, trabajan en el negocio. La vivienda familiar estaba arriba.
Vicenta coge las riendas del negocio. Empiezan a hacerse almuerzos que no han cambiado, buenos bocadillos variados, olivas, cacaos, perreras, vino y gaseosa. A por todas. “Tenía muy claro lo que quería hacer. Era fundamental comprar un buen producto y no descuidar, en ningún momento, el trato al cliente”.
Desgraciadamente, el padre sufre una enfermedad que le aparta del negocio. Mercedes, al cargo de la bodega y de sus cinco hijos, coge las riendas y se pone a trabajar todavía más duro de lo que lo hacía anteriormente. “No había horas para ella. Trabajo, trabajo. Siempre con una sonrisa en los labios. Era tan apasionada que incluso, por la noche, cuando ya había cumplido con todo el mundo, se dedicaba a hacer postres y helados para ofrecerlos al día siguiente”, me comenta Mercedes con gran admiración.
Se corre la voz de la bondad culinaria de Flor y la parroquia “con un saque de los que no te menees” empieza a llenar el local. La abuela despliega sus conocimientos presentando las paellas tradicionales, las de rabo de toro, los all i pebres y todas las variedades de menús tradicionales.
Pasa el tiempo y ya pueden abastecerse con más facilidad. El Mercado del Cabanyal lo tienen enfrente. Ganan en variedad y rapidez. No bajan el listón en cuanto a la calidad de producto.
“En la cocina no se puede correr. Cada cosa a su tiempo y el ingrediente básico es el amor”, decía la abuela.
La máter familia actual es Mercedes. Tengo la satisfacción de hablar con ella por teléfono. Quedo para una posterior entrevista. Tiene ochenta y pocos años. Permitamos un poco de coquetería para una gran dama.
“Viene casi todos los días. Tiene una cabeza que no para. Le gusta evolucionar en la cocina y eso es lo que nos ha enseñado, pero también es muy exigente en los detalles. Cuando está en la cocina no para de levantar ollas y comprobar sartenes. La pizca de sal aquí, el aceite allí…”, apunta Inma.
No quiere que nadie se olvide de dónde vienen y por lo que han pasado. No permite que nadie cambie lo que, ancestralmente, han recibido de sus familiares. Evolución, sí. Revolución, no.
De la misma manera, me apunta Mercedes, quieren hacer un homenaje eterno a su hermano Francisco Javier “kiko”. Una persona que lo dejó todo para ocuparse del negocio cuando hizo falta. Kiko era un personaje muy especial. Emprendedor, ilusionista e ilusionador, líder nato, viajero empedernido que ha recorrido medio mundo sin que nadie lo supiera porque, a la hora de estar al pie del cañón, él, era el primero.
No ha cambiado mucho el local. No están las barricas, ni los odres, pero sí permanecen vitrinas llenas de bebidas que te cuentan, en silencio, la historia de tres generaciones y de su cultura.
El local tuvo una reforma en los 90. Se hizo más cómodo, pero se guardó el auténtico sabor que le han dado los años. Como en otros maravillosos sitios, aquí se viene a disfrutar de la cocina tradicional. El ambiente es genial, el servicio… extraordinario. De la cocina… boina.
En la cocina están Mercedes e Inmaculada ( y la abuela cuando se cuela). Apasionadas por su trabajo, impecables en su presencia, meticulosas con todo lo que les rodea. En la sala, Isidoro y Jorge. Nunca, en tan poco espacio de tiempo, me han dicho más veces “señor”. Atentos, rápidos… serviciales hasta la extenuación. Equipo.
Un día más, la Titaina, los embutidos y las incalculables variedades de tortillas, han triunfado en los almuerzos. Las rabas de calamar han arrasado y permanece el aroma del pan recién tostado con all i oli.
Es el momento de preparar la comida y presentan Arròs en fesols i naps, Rosechat, Arroz a banda y Arroz con col y pulpo.
El “Guisao de peras” con patatas es uno de los más demandados. Sí, con peras y patatas. No les saco nada más, como tampoco se lo saco del marmitaco o las alubias pintas y garbanzos estofados.
Ríen Inmaculada y Mercedes al ver mi cara cuando hablan de las croquetas de manzana, jamón y nueces, de las croquetas gaditanas de garbanzos o las tradicionales de bacalao o de las de espinacas con queso…
Me quedo sin folio, pero insisten, hablando entre ellas, en el all i pebre de anguilas, cazón o rape… “Todo depende de lo que haya hoy en el mercado”.
El pan de San Andrés, la tarta de queso con chocolate, la tarta belga, el tiramisú “auténtico” y natillas, flan… todo hecho en casa.
En vinos, elige. Hay para hacerlo y a precios muy especiales. Para repetir botella sin pegas.
Tienen carta, pero es muy especial. Sus platos parten de 4,25€, por lo que se puede uno confeccionar su menú con arreglo al apetito. Son platos generosos.
Restaurante Bodega Flor está en la calle Martí Grajales, 21. Frente al mercado del Cabanyal. Hace esquina. Su número de teléfono es el 96 371 20 19.
Quedo con Mercedes. Hay cosas que contar. De momento, si les apetece, disfrútenlo.
Gracias, Miguel, por compartir tu familia con nosotros. Por cierto, pude acabar el almuerzo ¡entero!
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4 comentarios en
Pepelolo del Cabañal el 6 October, 2015 a las 8:25 pm:
He almorzado en varias ocasiones en la bodega Flor y siempre he salido satisfecho junto con mis amigos, pues siempre voy acompañado. La variedad y la calidad son incuestionables. La rapidez del servicio no se tiene en cuenta, pues los otros detalles son más importantes, como ejemplo el trato, que es perfecto. Hace poco estuve comiendo con un amigo que es cliente asiduo y el menú creo que es el mejor en relación calidad-precio del Cabañal. Espero que sigáis así durante muchas más generaciones.
José el 14 February, 2017 a las 4:39 pm:
14del 2del 2017 hemos enterado alas 14 h y no nos an atendido hasta las15 h el servicio muy malo falta de personal y calidad mediocre no recomendable
José el 14 February, 2017 a las 4:42 pm:
Arreglo precio calidad y servicio no es recomendable me he sentido estafado
Jaime Nicolau el 20 February, 2017 a las 12:09 pm:
Sentimos que haya sido como dices pues conocemos bien la casa y son excelentes profesionales, con camareros de los de toda la vida que vuelan por el salón y la calidad de lo que ofrecen es siempre una garantía.