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Rafa Cambra, el viticultor que eligió hablarle a la viña de manera sosegada

28 October, 2022

Jaime Nicolau
Amanece en Fontanars en una mañana fresca. El sol avisa que se abrirá paso. El silencio se escucha. Estamos en la puerta de Rafael Cambra, la bodega que lleva el apellido de una familia vinculada históricamente al mundo del vino. Que lleva el nombre y apellido de uno de los enólogos más sobresalientes de todo el arco mediterráneo. Aunque a él le ruborice escucharlo. Aunque él prefiera el silencio.

Vamos a vivir una jornada entre colegas de otros medios. Uno valenciano como nosotros. Otros dos llegados desde Barcelona para conocer el proyecto. En la bodega nos espera Rafa, que se apresta, tras ofrecernos un café, a ir a la viña. Es de esa generación de viticultores que mira a la viña mucho más que a la bodega. La viticultura es su vida. Siente pasión por sus viñas. Les susurra y les habla, siempre despacio. Siempre de manera sosegada.

Llegamos hasta Casa Bosca, una finca así conocida desde tiempos remotos por los habitantes de estas tierras. Allí nos cuenta Rafa su apuesta por la forcallà, una variedad autóctona que estaba sentenciada y por la que él apostó a ciegas. “Esta ya da la uva que queremos y es hija de una de mucha más edad a la que llamamos Forcallà de Antonia, como uno de nuestros vinos, en homenaje a la viticultora que trabajó la parcela toda su vida”, cuenta con cierta emoción en su voz. Nos señala otras parcelas de la finca y sus mágicas terrazas. Esas que los habitantes de otras civilizaciones idearon para frenar la fuerza del agua en las épocas de tormentas torrenciales que cada año vive la zona. “Las hemos mantenido porque son un enorme patrimonio. Y porque tienen todo el sentido del mundo. Hemos comprobado su resiliencia a esas condiciones climáticas extremas que nos traen las temidas DANAS”, continúa. Señala dónde estamos, los límites con Alicante y Almansa, el poblado íbero de La Bastida de les Alcusses… No deja de disfrutar mirando el paisaje salpicado de bosque mediterráneo y carrascas, de almendros y olivos…

Tomamos camino a la segunda de las parcelas. “San Franco” por nombre. Un monastrell viejo en vaso del que sale uno de sus vinos emblemáticos: Rafael Cambra Uno. También es uno de los vinos más laureados del levante español. Una garantía. Decido mostrarnos uno de los muchos hornos de cal de la zona, de hecho hay rutas que los recorren. Detrás de ellos otra parcela mágica, esta de garnacha, rodeada totalmente por bosque mediterráneo. Un espectáculo.

Es hora de volver a la bodega. Microvinificaciones por doquier. Tinaja, fudres, depósitos pequeños y barricas, de 500 y las tradicionales. No se aburre. monastrell, arco, forcallà, garnacha, malvasía… la paleta de colores con la que dibuja sus vinos es inmensa. Con ella la bodega llega hasta las 150.000 botellas, de las que el 60% van a exportación, siendo EEUU, Canadá y Alemania sus principales mercados. El resto, un porcentaje altísimo, lo vende en casa siendo profeta en su tierra, y también en plaza complicadas como Barcelona o Madrid.

Y nos queda vivir en primera persona toda la hospitalidad que evoca el proyecto. Llega Elena Arpón, su mujer. “La riojana que me lleva loco” señala Rafa sonriendo. Elena es un terremoto de enorme intensidad. Le pone pasión a su trabajo. Se encarga de todo el enoturismo de la bodega, una apuesta que realizan en primera persona con un trato tremendamente familiar. Ambos han logrado cerrar el círculo. Se complementan  a la perfección. Una con toda su intensidad. Otro con todo su sosiego. Nos sorprenden con una grata comida rematada con el clásico arròs al forn de la comarca. Desfilan los Soplo, blanco y tinto; Casa Sosegada, la Forcallà de Antonia o Rafael Cambra Uno… hasta perder la cuenta en una jornada que bien podría ser eterna porque la conversación con Rafa es una gozada.

Nos despedimos y se cierra la puerta. Volverá a abrirse mañana. Otra vez regresa el silencio, pero no es el que conocemos.  Porque aquí el silencio se escucha… aunque sea de manera sosegada.

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