31 January, 2023
Pedro G. Mocholí
Aquellos que me conocen, o me leen con cierta asiduidad, saben de mi pasión por el fuego, por las brasas.
Es posible que esta circunstancia se dé porque, gracias al fuego, los alimentos de los primeros habitantes del mundo, cambiaron de sabor. Y por pequeña que les puede parecer esta situación, nunca nada volvió a saber como antaño.
Si hablamos de gastronomía, el fuego, sin duda, provocó la primera gran revolución. Y estamos seguros de que quien provocó semejante situación era totalmente ajeno a lo que su descubrimiento iba a generar en la historia de la humanidad y, por supuesto, en la gastronomía.
Una vez creado el fuego y su posterior utilización, había que domarlo (es decir, saber cómo utilizar su fuerza y la capacidad de no llegar a quemar el producto) y darle la utilización correcta en cada momento y en cada producto.
A lo largo de todos estos siglos (decir años nos llegaría a cansar), el hombre ha sabido domar el fuego a todos los niveles; intensidad, fuerza, precisión, sensaciones que como única cuestión lo que buscan es conseguir que el sabor sea el principal fin.
Hoy sería imposible mantener aquellas cocinas donde el carbón o la leña eran los principales suministradores de calor. Con la llegada del gas a los hogares todo este mundo se redujo, perdiendo parte de aquel sabor mucho más natural.
Por ello, siempre digo que si pudiera poner en la terraza de mi casa una pequeña parrilla sería algo como un sueño, pues a partir de ese momento, lo que tuviera que cocinar pasaría por las incandescentes brasas de la leña o del carbón vegetal.
A falta de poseer el menaje propio, qué mejor que visitar con cierta asiduidad aquellos restaurantes en los que en sus cocinas no faltan las características brasas de carbón o de maderas variadas.
En la mayoría de los asadores valencianos las carnes rojas son las preferidas de los parrilleros. Como he dicho en innumerables ocasiones, el hueso ha desalojado a las carnes limpias como el solomillo, que solo encuentra sitio desde unos años en los banquetes y en las celebraciones multitudinarias.
Una de las mejores carnes y que mejor se expresa en las parrillas de las brasas son las carnes del cordero. Pero no del cordero o el cabrito lechal, sino de ese cordero que ha dejado de mamar y ha encontrado en el pasto su modo de alimentación más natural.
Cuando indico que las carnes lechales no tienen buena acogida es porque la fuerza que desarrolla la brasa aplaca el sabor propio de estas carnes casi vírgenes, por ello reivindico las carnes de cordero con cierta edad para que las brasas los encumbre por sabor y textura.
Y para ello, mi establecimiento preferido es Pastoret, en la Carretera Fuente d’En Corts 88, a escasos 10 minutos del centro de Valencia.
Hace unos años que Marcos García ha sustituido a su padre, Faustino, que ya se merecía un buen descanso, y hay que reconocer que los cambios emprendidos por Marcos han dotado de una mayor versatilidad a este establecimiento, que gracias al gran jardín que posee, puede ofrecer un mundo de posibilidades.
La primera que acometió fue crear un cenador en ese jardín que, gracias al buen tiempo que encontramos en Valencia a lo largo del año, es uno de mis sitios preferido cuando voy a comer. Pero no solo yo, sino la totalidad de mis amigos que me acompañan.
No existe carta, es un menú cerrado en el que encontramos varias opciones en los segundos.
De entrada te ponen unas gildas de boquerones y de anchoas, acompañadas de un tomate Raff y de capellanet a la llama. También se incluye una ensalada muy tradicional.
Continuamos con unos langostinos cocidos de manera muy acertada, acompañados por una ensaladilla rusa muy conseguida.
La relación que posee Marcos García con Joselito (su cuñado Carlos es el delegado en Valencia), le permite ofrecer un plato de chacina ibérica con jamón, lomo, chorizo.
Una vez acabadas las entradas podemos ir con los segundos, y aquí es donde se permite elegir entre las chuletas a la brasa, el pulpo, lubina o una chuleta de ternera.
Todo se ofrece a la brasa, y de ellos se encarga Óscar García que poco a poco se ha convertido en un consumado parrillero y día a día gana en experiencia y en destreza.
De toda la variedad que nos ofrece yo repito de manera adictiva las chuletas a la brasa, las cuales vienen acompañadas de una fuente de patatas fritas, pero no unas ‘fritas’ cualquiera. Es posible que sean las mejores patatas que puedes encontrar en la hostelería valenciana. Recién cortadas y hechas al momento, por lo que a la mesa llegan crujientes y calentitas.
De postre, podemos pedir la naranja cortada al momento, sobre la que se espolvorea un poco de Nescafé.
Después nos podemos tomar una copa en la terraza y ver cómo poco a poco el sol va poniéndose.
Además de ser una oferta de gran calidad, la cercanía con el centro de Valencia la hace mucho más atractiva. Poder disfrutar de una buenas brasas es todo un lujo, se lo asegura un enamorado del fuego.
Asador Pastoret. Carretera de Font D’En Corts. 88. Telf. 609 436 903. Valencia
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